Está escrito en Hb 11:1 “la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de los que no se ve”. Este versículo es más rico de lo que en la catequesis escolar nos dicen, algo así como “la fe es creer en alguien superior, al cual llamamos Dios”. La fe ha sido rebajada al nivel de “Creer”, solo eso, una simple palabra. Pero si profundizamos en el versículo la fe incluye certeza, confianza, convicción en las bondades de Dios.

Me hace recordar al cuento donde en un pueblo hay una sequía de meses, la población preocupada porque se perderán las cosechas, va donde el párroco y le pide sacar al santo del pueblo en procesión para pedir su intercesión para que llueva. El día esperado todo el pueblo sale cantando, orando, suplicando que llueva, y en medio del gentío una niña llevaba un paraguas. La pequeña tenía más fe que todo el pueblo incluso que el párroco, porque tenía la certeza que Dios esa misma tarde haría llover, es en esa confianza donde suceden los milagros.

Si hablamos de certeza que es el conocimiento claro y seguro de que se tiene algo, ¿por qué dudamos cuando en nuestras oraciones le hacemos alguna petición?, ¿por qué nos mostramos tímidos ante un Dios misericordioso?; será porque muy en el fondo lo que primero debemos decir es “Creo Señor, pero aumenta mi fe” y luego actuar como si ya recibiéramos la petición, todo es cuestión de actitud. La duda mata las grandes bendiciones, primero pide tener la fe del tamaño del grano de mostaza para que veas en tu vida su gloria resplandecer.

La fe que no se comparte se seca y se muere, no basta con creer, se tiene que multiplicar. “Vayan, pues, y hagan discípulos míos a todas las gentes! (Mt 28,19) es nuestra misión propagar la buena nueva, “la mies es abundante, pero los obreros son pocos”(Mt 9,37). Y ahora más, porque muchos de nuestros pastores se están yendo a la casa del Padre y somos los laicos los que tenemos que tomar la iniciativa en nuestras parroquias de salir a anunciar el reino de Dios, con nuestro testimonio, con nuestros actos, con nuestras oraciones. La fe sin obras es fe muerta. Así que ánimo, acabada la cuarentena nos toca trabajar por el reino de Dios.

Por José Andrés Alvarado