En los artículos anteriores hemos hecho referencia a la “conciencia” como la fuente de los valores fundamentales.  Los valores nos transcienden. Los encontramos en nosotros. Igualmente, como la belleza de una pintura o el encanto de una música está dado en nuestra experiencia. También en la amistad uno siente la trascendencia de la otra persona. Los grandes valores como la verdad, el bien, la belleza, la justicia y el amor nos son trascendentes. Los encontramos en nuestra conciencia. Los valores juegan el mismo papel que los principios en las ciencias. Ellos son los criterios básicos de orientación para poder formular las normas éticas, practicarlas y ser un ejemplo de la vida buena. La conciencia es dada. La oración es el camino para llegar a Dios que nos habla en nuestra conciencia. La oración que nos une con Cristo se expresa en su seguimiento que nos relaciona entre  las otras personas por el ejemplo. Somos ejemplos entre nosotros de la presencia de Cristo.

  1. La Oración.

Distinguimos varios sentidos de la oración. La contemplación, la meditación y la petición. La oración es la actividad humana más importante porque el objeto es Dios-Cristo. Asumió la naturaleza humana y compartió nuestra vida con alegrías y dolores.

La contemplación es la oración íntima. Ella es una conversación de corazón a corazón con Dios-Cristo.   El fin de la vida cristiana es la búsqueda de la vida con Dios. Reconocemos que Dios es nuestro Padre. Muchos textos nos pueden ayudar como por ejemplo de la Biblia o de la misa. “Bendeciré al señor en todo tiempo, no cesará mi boca de alabarlo. Mi alma se gloria en el señor: que oigan los humildes y que se alegren (salmo 34).

Es importante señalar que la búsqueda amorosa a Dios es primordial. El anacoreta Antonio Abad decía: “La oración no es perfecta tanto tiempo que el monje es consciente de sí mismo, o si es consciente que está orando”. Los monjes en el desierto buscaban el encuentro amoroso con el misterio de Dios sin reflexionar sobre si mismos y de una manera sencilla repetían siempre las palabras: “Deus in adjutorium meum intende.” Orar es callarse y escuchar. La oración íntima busca recibir la fuerza del contacto de amor de Dios en uno. Se deja entrar a Dios en uno mismo. La verdadera oración es la adoración. Aceptamos que hemos recibido nuestra vida de Él. Él es la perfección y la belleza. Las fuerzas saldrán de esta oración íntima que solo pensaba en Dios. “Contemplata aliis tradere.”

No se trata de un examen de conciencia de sí mismo sino llevar la atención hacia Dios para admirar el amor que nos manifiesta.

En el caso contrario se espera más de la voluntad o esfuerzo propio que de la fuerza del amor que encuentra en la oración íntima su alimento robusto. Si confiamos principalmente en nosotros mismos podemos experimentar nuestros límites y perder las fuerzas para alcanzar los objetivos.

La meditación es la reflexión sobre la propia vida para conocerse mejor y aplicar mejor las exigencias éticas y religiosas.  La reflexión sobre uno mismo tiene su origen en el encuentro amoroso con Dios. Surge la voluntad de hacer el bien. La “escucha” refuerza el sentido espiritual de nuestra vida. La razón reflexiona con más seriedad sobre el sentido de la vida, nuestra responsabilidad y solidaridad. Nos protege contra la autosuficienia superflua, la soberbia arrogante y el egoísmo. En el examen de conciencia reconocemos nuestros límites, errores y pecados y pedimos que nos vuelva a abrazar. “Un sacrificio no te gustaría, no querrás, si te ofrezco, un holocausto. Mi espíritu quebrantado a Dios ofreceré, pues no desdeñas a un corazón contrito.” (salmo 51). Nos vienen buenas ideas, intenciones puras, la fortaleza para seguir adelante. Se usa también jaculatorias como “Hágase su voluntad”, “Por gloria de Dios” etc. Se ve a Cristo en el otro porque la salvación no es en primer lugar portarnos bien sino pertenecer a la vida de Dios.  Necesitamos la razón para hablar con Dios de nuestras realizaciones, de nuestros fracasos, de nuestros problemas, de las injusticias y habladurías.  Necesitamos también la voluntad que nos obliga a la oración y nos lleva a cumplir con los valores.

Las peticiones son la oración más practicada. Hay mucho por pedir: salud, trabajo, dinero para las deudas, paciencia, éxitos en los estudios y en los negocios etc. etc. Sin embargo, muchos piden por las necesidades del momento, pero cometen el error de identificar la petición a Dios, con la oración sin más.   Ya no rezan cuando no hay necesidades. Corren a la Iglesia por un temblor, pero se olvidan a rezar cuando ha pasado.

También debemos agradecer por todo lo que hemos recibido y todo lo que hemos podido hacer.

2. El Ejemplo.

El Estado no es la primera y principal de las comunidades sino una organización que ha de servir a las comunidades como el matrimonio, la familia, las asociaciones de culturas, deportes, amistades y de producción. El Estado es para los hombres y no los hombres para el Estado.  Él debe servir a la dignidad y libertad del hombre. El Estado no da los derechos porque inherentes son a cada uno.

“La familia constituye el fundamento de la sociedad… El poder civil, ha de considerar obligación suya sagrada, reconocer, la verdadera naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y ayudarla, asegurar la moralidad publica y favorecer la prosperidad doméstica” (Gaudium et Spes, 52, Concilio Vaticano).  Francisco define el matrimonio: “En su unión de amor los esposos experimenten la belleza de la paternidad y de la maternidad; comparten proyectos y fatigas, deseos y aficiones; aprenden a cuidarse el uno al otro y a perdonarse mutuamente. En este amor celebran sus momentos felices y se apoyan en los episodios difíciles de su historia de la vida… La belleza del don recíproco y gratuito, la alegría por la vida que nace y el cuidado amoroso de todos sus miembros, desde los pequeños a los ancianos, son solo algunos de los frutos que hacen única e insustituible la respuesta a la vocación de la familia, tanto para la Iglesia como para la sociedad” (Amoris Laetitia, 88).

El niño despierta a la conciencia en un mundo habitado por adultos a los que mira con confianza y con un sentimiento de dependencia. Para educarlos, los padres no necesitan aprobar leyes o decretos escritos que sus hijos además no podrán leer: basta con el ejemplo de sus vidas.  Nos movemos y existimos entre ejemplos, buenos o malos: de hecho, nos gusta o no, nos parezco bien o mal, somos ejemplos para los demás y los demás son también un ejemplo para nosotros.

Aristóteles en su libro Nicómaco, dice que las virtudes no se pueden aprender en abstracto a partir de una teoría. Se necesita a las personas que las poseen para poder aprenderlas. La definición de lo “bueno” o “lo malo” se adquiere en primer lugar en la familia. “Algunos pretenden redimir a la Humanidad sin haber logrado catequizar a su familia, olvidando que antes de pronunciar discursos y de escribir libros, se necesita hablar la más elocuente de las lenguas, el ejemplo” (Gonzalez Prada, Horas de Lucha, 73). El primer proceso educativo es el niño que imita a sus padres. La mayor parte de nuestro compartimiento y de nuestros gustos la copiamos de los demás. Hay poco de invención y mucho de imitación.

No hay humanidad sin aprendizaje cultural, sin la base de toda cultura: el lenguaje. Nadie puede aprender a hablar por sí solo, porque el lenguaje no es función natural y biológica, sino creación cultural que aprendemos de otros hombres.

Sin embargo, la base fundamental de la educación es el afecto. Las órdenes que reciben los hijos sacan también su fuerza del afecto y de la confianza que reciben de sus padres. Los hijos entienden que son para protegerlos y mejorarlos. Además, los niños adquieren también conciencia de que las correcciones y ordenes de sus padres les pueden provocar ira y frustración, pero vienen las mismas personas que son objetos de su deleite y de su gozo. Los progenitores mantienen la constancia y el cariño, y muestran que el odio del pequeño no los ha destruido. Esta constancia da seguridad y ofrece al niño la nueva posibilidad de complacer y dar afecto a su madre y a su padre.

De acuerdo a la OMS (Organización Mundial de Salud) entre los treinta países con más suicidios infantiles o jóvenes está por ejemplo Finlandia considerado en la prensa como el país con los mejores métodos de estudio. Este país como Suecia y Dinamarca han tendido que disminuir las fuertes exigencias de estudio a los niños y jóvenes para poder liberarlos del stress y lograr que ellos tengan seguridad. Las exigencias se postergan para cuando tengan la seguridad que es la base de toda actividad humana.

Además, Rosa Montero señala: “Donde hay más feminicidios y triplican España es en los países nórdicos. Suecia es uno de los sitios donde más mujeres mueren por violencia machista. La única posibilidad para acabar con esto es educación y educación desde la cuna, y un cambio total del modelo social y de relaciones entre las personas.” Nosotros diríamos practicar los valores o las virtudes: amar, ser justo, no desanimarse por un problema y saber sacrificar algo.