En los artículos anteriores hemos hecho referencia a la “conciencia” como la fuente de los valores morales fundamentales.  Los valores nos transcienden. Como imágenes de Dios hemos recibido la conciencia de los valores. Igualmente, como la belleza de una pintura o el encanto de una música está dado en nuestra experiencia. También en la amistad uno siente la trascendencia de la otra persona. Los grandes valores como la verdad, el bien, la belleza, la justicia y el amor nos son trascendentes. Los encontramos en nuestra conciencia. Ellos son los criterios básicos de orientación para poder formular las normas éticas, practicarlas y ser un ejemplo de la vida buena. La conciencia es dada. La oración es el camino para llegar a Dios que nos habla en nuestra conciencia.

El Estado no nos  da los derechos porque son inherentes a cada persona. La moral de la persona alimenta al Estado y el Estado debe colaborar en la formulación de los derechos universales, pero la persona puede también cuestionar al Estado cuando no respeta los derechos humanos. Siempre valen los derechos humanos, sociales, económicas, políticos y religiosos como normas generales de referencia para todas las acciones del Estado.  Sin embargo, el derecho sin ética no tiene consistencia a largo plazo. La consecución de la paz y de la justicia dependen de una conciencia y actitud previas a las responsabilidades y obligaciones. No se puede crear un nuevo orden mundial solo con leyes o reglamentos. En la sociedad donde cada persona no busca el bien, no hay suficientes policías para combatir la delincuencia, los jueces viven con estrés por el cúmulo de expedientes y todos los colegios necesitan psicólogos por el bullying. El Estado no es la primera y principal de las comunidades sino una organización que ha de servir a las comunidades como el matrimonio, la familia, las asociaciones de culturas, deportes, amistades, las empresas y negocios, pero en función del bien común. El Estado debe servir a la dignidad del ser humano, no meter presos a los líderes de la oposición y no anular la libertad de prensa. Una mujer en Ucrania llama a su madre que vive en Moscú para informar sobre el bombardeo de los edificios de los civiles, pero su madre en Rusia contesta que no es verdad porque elle cree en los medios que están en manos del gobierno ruso.

Sin embargo, el distanciamiento entre el orden económico, político, jurídico, social y el orden ético, está llevandoa la eliminación de la idea tradicional de la justicia como fundamento de la sociedad. La justicia no es el medio para hacer el contrato, como sostenía Kant, sino la justicia es el fin del contrato. La política es de naturaleza ética. Mientras el liberalismo define el bien en función del individualismo, el socialismo define el bien como independiente de la persona. También en nombre de una igualdad mal entendida y una tolerancia absoluta las dos ideologías eliminan la conciencia del bien y se impone la cultura relativista. Se considera normal la vulgaridad y se acepta la crítica fácil de la supuesta hipocresía de las virtudes tradicionales en nombre de una “sinceridad”. Por eso, las instituciones del Estado, en ambas ideologías, no ofrecen un sentimiento de pertenencia moral. Además, faltan líderes políticos que dan el buen ejemplo.

La filósofa, francesa, Monique Canto- Sperber afirma que las organizaciones internacionales se consideran la única voz de la moral universal. Estas instituciones piensan que pueden formular e imponer la moral a los Estados y a las personas por su poder internacional. La filósofa observa que las instituciones internacionales confunden lo internacional con lo universal. La moral brota de una conciencia del bien de la persona.  

Los Papas (Juan XXIII, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco) consideran necesario una reforma de la tradicional ONU de acuerdo a las nuevas exigencias del actual mundo globalizado, para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme, la seguridad alimenticia y la paz, para la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios.  Se necesita una mayor solidaridad de desarrollo de todos los pueblos.

Por Fray Johan Leuridan Huys