La relación necesaria entre el conocimiento científico-tecnológico y la ética, por Fray Johan Leuridan

El progreso científico-tecnológico favorece al hombre pero también puede voltearse en contra de la humanidad. Puede llegar a amenazar la existencia misma del hombre. El progreso científico-tecnológico no es una garantía de una mejor vida: las manipulaciones genéticas, la polución nuclear, una economía que siembra pobreza, Chernobil, la contaminación del mar en Japón, Hiroshima, la amenaza ecológica etc. El biólogo puede demostrar que fumar hace daño a la salud pero no puede prohibir de fumar porque los valores no son científicos. El filósofo francés André Comte-Sponville distingue entre cuatro niveles u órdenes con su propia autonomía y sus respectivos límites: el orden tecno-científico, el orden jurídico-político, el orden de la moral y el amor.

Las tecnociencias solo pueden ser limitadas o controladas por el poder jurídico-político, por las leyes. En el sistema democrático las leyes son expresión de la decisión de la mayoría de los legisladores. El Estado debe pronunciarse sobre las ciencias que puedan afectar la salud, la justicia, la educación, la ecología etc. El Estado debe pronunciarse sobre las posibilidades de la manipulación de las células madre, el uso de la energía nuclear, los peligros del posthumanismo, del carbón, del petróleo, del gas, de la pobreza, el atropello a los derechos humanos, la trata de personas etc. El hombre debe cumplir con las leyes tecnológicas, científicas, pero también con las jurídico-políticas.  

A su vez, las normas jurídico-políticas necesitan una limitación. Para el sistema totalitario –escribía Lenin– la moral está subordinada a los intereses de la lucha de clases del proletariado”. En el sistema democrático existe la tendencia a someter  la moral a la política. La  “buena conciencia” de Lenín pue darse también en los demócratas: la sumisión de la moral a la política democrática. No nos olvidemos que Hitler fue elegido democráticamente.

Surge entonces la pregunta: ¿quién va a limitar las leyes? Es verdad que el pueblo debe obedecer las leyes. Es la condición para poder distinguir un Estado de derecho de una dictadura. Sin embargo, el pueblo puede y debe cambiar las leyes o la Constitución cuando sea necesario, pero tampoco  hay límites democráticos a la democracia. El pueblo soberano no es capaz de limitarse a sí mismo. Tal como sucede con las tecnociencias y con las ciencias sociales, la democracia no tiene límites. Sin embargo, el pueblo soberano no tiene derechos absolutos y puede equivocarse.

 Un individuo puede cumplir con todas las leyes, pero éstas no abarcan todo lo que el hombre debe hacer o no hacer. Las leyes no prohiben mentir, odiar, envidiar, menospreciar y ser egoísta. Las leyes no deciden sobre lo verdadero o lo falso ni sobre el bien o el mal. Sin embargo, la moral es la decisión libre de los individuos para escoger entre el bien y evitar el mal, para cumplir consigo mismos y con los demás. La moral se añade a la ley.

¿Surge finalmente la pregunta de si también el tercer nivel de la moral necesita una limitación de un nivel superior? El hombre, como cuerpo material, está sujeto a las leyes de la naturaleza y puede ser estudiado y sometido como todos los demás objetos de la ciencia. Sin embargo, las ciencias y sus aplicaciones se dan siempre en la experiencia con un hombre libre. El hombre está inevitablemente ligado a la materia pero la trasciende por su inteligencia y libertad, que elevan la materia y el cuerpo a nivel de la cultura. Sin embargo, el sentido de la vida, la felicidad, está en el amor porque solo el amor dirige todas las virtudes o valores hacia el bien. Por ejemplo, la virtud de la fortaleza puede servir al delincuente o a la buena persona. (Anteriormente hemos explicado la relación entre el amor y la justicia).

Por Fray Johan Leuridan Huys