El utilitarismo es una corriente filosófica que apareció en Inglaterra a fines del siglo XVIII. Sin embargo, cobra una gran actualidad en la cultura por asumir el concepto de utilidad, perteneciente a la ciencia económica, como concepto básico de su filosofía de la ética. Todo está sometido a cálculo en la economía del mercado. Los seres humanos son individuos, átomos cuya utilidad, costo-beneficio, es calculada para el bien funcionamiento de la economía. La categoría de la utilidad, característica de la economía, define la moral y toda la vida del hombre. La actividad económica, permite la conciliación entre la búsqueda de la felicidad y la utilidad. La actividad económica aparece como un estilo de vida. Muchas personas, hoy en día, buscan o mantienen contactos con otras, en la medida que le son útiles.

Los grandes principios del utilitarismo son el placer y el dolor. Ya no se cree en la ley natural, las leyes, las normas y la revelación divina como principios para lograr la felicidad. El principio único es la utilidad, incluye la moral y lo jurídico. La utilidad afirma que debemos promover el placer, la felicidad y evitar el dolor, el mal. La felicidad depende del placer.  El poder o la simpatía dirigen el comportamiento.

El utilitarismo es entonces inseparable de las circunstancias y la simpatía, en contraste con los principios de la ética. De esta manera la justicia es sólo el resultado del mercado. Hoy en día hay algunos autores que hablan de los derechos de los animales. Se elimina la diferencia entre el ser humano y el animal porque ambos tienen la posibilidad del placer y del sufrimiento. Ya hubo un juez en Canadá que defendió los derechos de un perro. El ser humano no tiene mayor dignidad que un animal porque la dignidad moral consiste en la capacidad de placer y dolor.   

Consideramos que no se puede aceptar la utilidad como único criterio de la felicidad. La dignidad humana no puede permitir el uso de cualquier medio para lograr su fin. No es lo mismo alcanzar un resultado por un delito o por un acto honesto. Uno no puede entender la ética sólo en base de las consecuencias. Se debe evaluar el mismo acto para saber si es ético. De esta manera vemos que el utilitarismo no considera a la persona como un fin sino como un medio para el enriquecimiento. Considera que un acto es bueno cuando busca realizar el máximo de bien en el universo para el máximo posible de seres, pero puede darse que los intereses de algunos deben ser sacrificados para el bien común.

El deber puede traer sacrificios. ¿Quién debe hacer los sacrificios? La verdadera felicidad puede exigir sacrificios. El criterio único de utilidad no es suficiente para organizar la justa distribución de la riqueza. La visión del utilitarismo ha logrado que el poder de las ideologías indica quienes son los favorecidos, los del partido (El presidente de Cuba dijo últimamente: la calle es de los revolucionarios) del Estado burocrático o los del Estado del individualismo.  El utilitarismo desconoce la dignidad de la persona. Con la ideología de la tecnología la persona se vuelve un objeto manejado por el poder.

Por Fray Johan Leuridan Huys