Ha surgido un nuevo espacio, el mercado global. Las naciones pierden relevancia en cuanto a sus movimientos de producción, dinero, inversiones y servicios. Las élites dominantes, las empresas transnacionales, con sus laboratorios de investigación científica y tecnológica han impuesto el poder económico. En los laboratorios están los mejores cerebros de muchos países atraídos por los buenos sueldos y también porque a veces en sus países de origen no encuentran un trabajo adecuado. Todo fue el resultado del surgimiento de formaciones transnacionales y que combinaron necesidades locales con planificación y administración de carácter internacional. ¿Quién puede competir con la producción de celulares, computadores, investigación nuclear para ingeniería y medicina, aviones, ropa, armamento sofisticado etc.?

La competitividad entre las empresas transnacionales ha llevado a buscar países con bajos salarios, sobre todo a China. Cuantos objetos llevan la referencia “made in China”. El concepto de país o nación ha perdido buena parte de su significado económico. Todas las economías nacionales están en solo mercado y la economía participa de los crueles juegos que se desarrollan en el escenario. Como consecuencia, las empresas nacionales tienen dificultades para competir con los multinacionales y los gobiernos tendrán cada vez más problemas para poder cumplir con la gratuidad de salud y de educación. Un país, como Bélgica, no cobra impuestos a empresas extranjeras que quieren invertir en su país. La inversión es una necesidad indispensable. No recibir inversiones es volverse un país irrelevante. La inversión trae trabajos y sueldos.

El sociólogo Ralf Dahrendorf afirma que la ideología del partido comunista es hoy la ideología de las élites de la sociedad tecnócrata. Quieren organizar científicamente la sociedad a partir de su teoría económica. Él considera que la élite económica manipula al hombre por la destrucción de todos los valores morales y logra la homologación de todos los comportamientos. Debemos tomar conciencia que la libertad de la familia es aparente porque el dinero de la sociedad tecnócrata monopoliza el derecho de manejar todos los medios y redes con diversión, telenovelas, noticias falsas, vulgaridad, ejemplos de una vida de escándalos de la farándula nacional e internacional. Estos mensajes superficiales siembran indiferencia, egoísmo, envidia y hedonismo. No hay espacio para información sobre la dignidad de las personas. Esta élite da el tono mundial del relativismo en las familias y promueve los egoísmos colectivos de las naciones. Hay una falta manifiesta de una moralidad global efectiva. Este pensamiento ha eliminado la esencia de la ética. Ya no se busca un consenso sobre lo verdadero, lo justo y lo bello. No sorprende la corrupción y, peor a alto nivel.

La economía globalizada necesita correcciones, pero ningún país puede aislarse para evitar la marginación total.

El Harari señala algunos ejemplos de los “valores” de la sociedad materialista. Para lograr la “felicidad constante” necesitamos manipular el sistema bioquímico del ser humano con las drogas. En 2009, la mitad de los reclusos de las presiones federales de la EEUU habían ingresado en ellas debido a drogas. El uso de drogas también es causa de accidentes. El mismo autor señala: ¿Acaso los países ricos no conocen también el cinismo, la indiferencia y los suicidios? En Perú, Guatemala, Filipinas, y Albania (países en vías de desarrollo), cada año se suicida una de 100.000 personas. En países ricos como Rusia, China, Finlandia, Japón, Corea del sur, Francia, Suecia etc. anualmente se quitan la vida 25 de cada 100. 000 personas”. Esto demuestra que la felicidad no depende sólo del progreso material. La filósofa Hannah Arendt escribía: “Lo que es enojoso en las teorías nuevas no es que sean falsas, sino que pueden llegar a ser verdaderas… el adiestramiento jurídico y del mercado crean el contexto cultural ideal, que permite que el egoísmo sea la forma habitual del comportamiento humano”. El próximo aporte será sobre la dignidad de la persona humana.