Nunca se logrará justicia con líderes corruptos, por Johan Leuridan
Los últimos veinte años en América Latina han demostrado que los líderes de la izquierda son tan corruptos como los de la derecha. Llegando al poder piensan en sus propios intereses y sigue la pobreza en el liberalismo y en el socialismo. Además, un mundo político corrupto tiene infiltraciones en la administración de la justicia.
Aristóteles denuncia: “Pero, además, la ambición de los hombres es insaciable, y al principio les basta sólo la paga de dos óbolos, pero cuando esto queda ya establecido como norma, de nuevo necesitan más, hasta prolongarlo al infinito. Porque la naturaleza de la ambición no conoce límites, y la mayoría de los humanos vive con el deseo de satisfacerla”.
Martha Nussbaum afirma: “Si el verdadero choque de las civilizaciones reside, como pienso, en el alma de cada individuo, donde la codicia y el narcisismo combaten contra el respeto y el amor, todas las sociedades modernas están perdiendo la batalla a ritmo acelerado, pues están alimentando las fuerzas que impulsan la violencia y la deshumanización, en lugar de impulsar la cultura de igualdad y el respeto.”
El sistema democrático no es el origen de los problemas morales, sino el nuevo orden tecnológico y la visión materialista que exige que los seres humanos resignen a ser individualistas. Conocimiento es el terreno de lo científico y la transformación de la materia. Los que están limitados por este conocimiento científico y tecnológico, ya no pueden entender que existe también la conciencia que distingue entre el bien y el mal. Además, son los valores de la conciencia que deben orientar la ciencia y la tecnología que están en permanente cambio. ¿Por qué existen almacenes de bombas atómicas, por qué se usa el carbón como energía, por qué tanta corrupción etc. Todos están con el conocimiento cuantitativo del dinero y sin conciencia cualitativo. Todos están homologados con un mismo pensamiento materialista, lo que permite manipularlos, como dice Benedicto XVI. “Jesús vio toda esta gente y sintió compasión de ellos; pues estaban como ovejas sin pastor” San Marcos, 6,34.
Las ideologías del liberalismo y del socialismo han logrado tomar el poder en el siglo XX. Ambas son expresión del pensamiento moderno y materialista que afirma la autonomía absoluta del hombre, actor de su propia historia, independiente de una supuesta realidad sobrenatural. Sin embargo, al fin del siglo XX se abrió un debate sobre la Modernidad y la crisis de las dos ideologías. El cuestionamiento de la razón por la posmodernidad, relativizó también los pensamientos ideológicos que pretendía dar soluciones definitivas. Necesitamos líderes que reconocen los límites de sus ideologías y que busquen entenderse, sobre todo en este tiempo de la economía globalizada. Las ideologías se imaginan conocer toda la realidad y además ofrecen esquemas como soluciones a todos los problemas, desconociendo los límites de la razón. Ambas ideologías deben complementarse.
Francisco dice que “las ideologías piensan para el pueblo y no dejan pensar al pueblo. Las ideologías siempre terminan en dictaduras.” El último ejemplo es Venezuela y los países que le apoyan. No les importa lo que piensa el pueblo. Para ellos, el socialismo se ha convertido en un dogma. Para lograr este fin, todos los medios son permitidos. Hay represión con muertos y meten presos a los líderes de la oposición, porque se atrevieron a exigir justicia. Estos socialistas dictatoriales son los fascistas de izquierda como decía el filósofo Jürgen Habermas. Está históricamente comprobado que ambas ideologías, funcionando solas, fracasan. El siglo veinte lo ha demostrado. Los líderes de las ideologías no quieren entender los límites de su propia ideología. Solo existe la ética del tercero. No hay ni la mínina critica a sí misma. Las denuncias son siempre a la corrupción de la otra ideología y nunca a la corrupción de su propia gente. Hasta critican tambien todo el bien que hace la otra ideología. En ambas ideologías, la lucha es por el poder y el control del dinero y la corrupción es bienvenida. El contralor de la República mencionó una pérdida de 24 mil millones de soles por la corrupción. No es una novedad. ¿Cuánto bien se hubiera podido hacer con este dinero para los pobres?
La política es más que una simple técnica para gestionar intereses. Su origen y su meta no están en la ciencia y la tecnología sino en la justicia, y esta es de naturaleza ética. Se centra en los valores que dan cohesión a las sociedades, más que en la prosperidad. El Estado solo saldrá de la corrupción cuando lo sostienen líderes con ética. La ética en las instituciones depende de la ética de los que dirigen las instituciones.
Las dos ideologías separan la vida pública de la vida privada. Sin embargo, la educación de virtudes en la familia, es el único método para superar la corrupción, drogas, trata de personas, extorsión etc. Los grandes filósofos, ateos, Confucio, Aristóteles, los americanos, John Rawls y Martha Nussbaum, el alemán, Axel Honneth, el francés, Luc Ferry y los españoles, Javier Gomá y Fernando Savater, afirman que el significado político-moral de la esfera familiar, las condiciones psíquicas para casi todas las actividades del individuo, también la justicia en las instituciones del Estado, se crean dentro de familias intactas, confiables e igualitarias. Las grandes religiones afirman que la familia es el fundamento de la sociedad. Francisco escribió publicó un texto amplio sobre matrimonio y familia “El Amor en la Familia”.
San Pablo dice en la primera carta a los Corintios, 7, 32-34: “El esposo se preocupa de agradar a la esposa y la esposa se preocupa de agradar al esposo.” Hombre y mujer se casan para pasarlo bien. En la familia deben estar los valores de afecto, justicia, fortaleza, solidaridad, respeto, diálogo y disciplina. Tendemos a amar y preocuparnos por las personas que nos aman y se preocupan por nosotros. En primer lugar, se manifiesta este hecho en la familia. Posteriormente las personas desarrollan lazos de amistad y confianza con otros miembros de su ambiente que viven de acuerdo con sus ideales y terminan desarrollando el sentido de justicia en las instituciones del Estado. En la educación en familia se aprende a controlar emociones de egoísmo, odio, envidia, egoísmo, anomia, mentira, codicia, asco, narcisismo, resentimiento, racismo, deseo de humillar y crueldad. Muchos de estos vicios no tienen leyes que los pueden prohibir. El filósofo, peruano, Manuel Gonzales Prada, afirma que “Algunos pretenden redimir a la Humanidad sin haber logrado catequizar su familia, olvidando que antes de pronunciar discursos y de escribir libros, se necesita hablar la más elocuente de las lenguas, el ejemplo.”
Los psicoanalistas consideran que el afecto es el primer requisito en la familia. La familia es la escuela indispensable para madurar las relaciones humanas. El niño requiere pasar por los conflictos de intereses para que aprenda a hacer prevalecer el amor sobre el odio.
Sin embargo, no hay familia o vida privada sin la protección del Estado por razones de los negocios, de la seguridad, de la salud, de la educación, del bien común, de la ciudadanía política y del tiempo necesario para que los padres puedan interactuar con sus hijos. Según Martha Nussbaum, la filosofía de la neutralidad ha sido sumamente negativa para la familia y sobre todo para la educación de los hijos. ¿A qué desastre nos llevará la nueva idea de la familia democrática que quiere eliminar a la educación en familia y pasarla al centro educativo? El profesor enseña, pero no educa. La desorientación y la violencia en la juventud no serán por culpa de ellos. Estamos pasando de un extremo a otro. De un machismo de violencia del hombre a la mujer y a las hijas, pasamos a la anulación de la familia. El machista abandona con facilidad a su familia porque ha sido mal educado. No tiene sentimientos para los hijos. El Estado debe intervenir en la vida privada para defender ciertos principios y valores. La familia no es solo dinero, interés social y sexo sino también una decisión ética. El ser humano busca el bien. Las virtudes nos hacen felices porque nos hacen ser lo que debemos ser. La moralidad se refiere a la totalidad de la vida. Muchos filósofos afirman que no se puede definir lo que es el bien. Sin embargo, nadie niega que el asesinato, la violación, la extorsión, etc. son un mal y nadie niega que el amor, la justicia, los derechos humanos, la educación, la salud etc. son un bien. No se necesita la metafísica para distinguir entre bien y mal.
Estamos reducidos al odio entre las clases, a la crueldad del mercado, a los grandes almacenas de compras, a los contactos de distracción permanente en la televisión y a las redes virtuales. Encontramos en la sociedad, un ser superficial, angustiado, desconfiado y resentido. Se ha perdido la confianza. Se ha definido la persona como un producto del entorno, olvidándose de la decisión libre que sale de la intimidad de la persona. La decisión libre es la fuente de la ética que define la dignidad humana.
Javier Gomá señala que el hombre ha ampliado la esfera de la libertad individual. La libertad tiene ahora el fin en sí misma. Sin embargo, el hombre se ha olvidado de su finitud o su mortalidad.
En este mundo de seres auto-suficientes o individualistas, se hace una brecha radical entre individuo y socialización. Este hombre es libre, pero le falta la conciencia del deber, de cumplimiento con los derechos de los otros y el gozo de la dimensión social con los demás. Nos imponen la igualdad por todas partes, pero nos falta el aprendizaje moral y cívico de su ejercicio. El fundamento de la democracia es la dignidad del hombre, pero la democracia y la dignidad humana no tienen una legitimación extraña a su esencia mortal. Está por ver, en una época que prescinde de la religión, si la declaración de los derechos humanos será suficiente para sostener la dignidad humana para controlar el fracaso de las ideologías, la extorsión criminal organizada, la creciente corrupción, el barbarismo instintivo contra esposa e hijas, la violación de menores de edad en los centros educativos y la trata de personas.
La fe en Dios enseña nuestros límites y nos ayuda con preguntas por nuestra relación ética con los demás. Nos obliga a la reflexión sobre nosotros mismos y a la autocrítica. Cada actividad ética empieza con el reconocimiento de sus propios errores y pecados. El pecado nos permite reconocer que la lucha por el bien moral y la lucha por la justicia nunca termina.
Benedicto XVI explica que el amor no es solo el principio de relaciones personales sino también de las macro-relaciones políticas, sociales y económicas. Es la fuerza capaz para renovar las estructuras y ordenamientos jurídicos. Las autoridades y los funcionarios deben actuar sobre la base de sus propias virtudes para que las personas pueden encontrar justicia en las instituciones. Para todo esto suceda, es necesario un cambio en nuestra conciencia hacia el bien.
Teólogo, filósofo y escritor. Padre Prior de la Basílica y Convento del Santísimo Rosario de Lima.