Papa: “No será Navidad si nos llenamos de regalos sin ayudar a los pobres”

Perú Católico, líder en noticias.– «No será Navidad si buscamos los resplandores brillantes del mundo, si nos llenamos de regalos, almuerzos y cenas pero no ayudamos por lo menos a un pobre, que se asemeja a Dios, porque en Navidad Dios vino pobre». En la Audiencia general antes de la Navidad, el Papa recordó que «desgraciadamente» podemos equivocarnos de fiesta, «preferir a las novedades del Cielo las acostumbradas cosas de la tierra», correr «como nunca durante el año», haciendo lo opuesto de lo que quería Jesús: la Navidad, por el contrario, es «preferir la voz silenciosa de Dios a los ruidos del consumismo», dijo Francisco, que invitó a los fieles a tomarse un poco de tiempo para contemplar en silencio la escena del pesebre, para «abrir el corazón y estar dispuestos a las sorpresas, es decir a un cambio de vida inesperado».

«Dentro de seis días será Navidad, los árboles, los adornos y las luces por todas partes recuerdan que también este año será una fiesta. La máquina publicitaria invita a intercambiar regalos siempre nuevos para sorprenderse. Pero, me pregunto: ¿es esta la fiesta que agrada a Dios? ¿Cuál Navidad querría Él, cuáles regalos y cuáles sorpresas?», dijo Jorge Mario Bergoglio al comenzar la Audiencia en el Aula Pablo VI. La primera Navidad estuvo «llena de sorpresas», subrayó el Pontífice, recordando a María que, virgen como era, descubrió que habría sido madre; a José, «llamado a ser padre de un hijo sin generarlo» y, «sorpresa más grande», Dios es un niño pequeño, «la Palabra Divina es un infante, que literalmente significa “incapaz de hablar”». Es decir, la «Navidad trae cambios de vida inesperados. Y, si nosotros queremos vivir la Navidad, debemos abrir el corazón a estar dispuestos a las sorpresas, es decir a un cambio de vida inesperado», dijo el Papa.

«Navidad es celebrar lo inédito de Dios o, mejor, a un Dios inédito, que invierte nuestras lógicas y nuestras expectaciones», prosiguió Francisco. «Hacer Navidad, entonces, es acoger en la tierra las sorpresas del Cielo. No se puede vivir “tierra tierra”, cuando el Cielo ha traído sus novedades al mundo. Navidad inaugura una nueva época, en la que la vida no se programa, sino se da: en la que no se vive solo para sí, con base en los propios gustos, sino para Dios, porque de la Navidad Dios es el Dios-con-nosotros, que vive con nosotros, que camina con nosotros. Vivir la Navidad es dejarse sacudir por su sorprendente novedad. La Navidad de Jesús no ofrece tranquilizantes tibiezas de chimenea, sino el escalofrío divino que sacude la historia. Navidad es la revancha de la humildad sobre la arrogancia, de la simplicidad sobre la abundancia, del silencio sobre el escándalo, de la oración sobre “mi tiempo”, de Dios sobre mi “yo”». Hacer Navidad significa actuar como Jesús, «que vino por nosotros, necesitados, y para descender hacia los que nos necesitan», hacer como María, «confiar, dóciles a Dios, incluso sin entender»; actuar como José, «levantarse para realizar lo que Dios quiere», aunque no se acomode a nuestros planes.

Navidad es «preferir la voz silenciosa de Dios a los ruidos del consumismo», dijo el Papa, subrayando que «si sabemos estar en silencio ante el pesebre, Navidad también será una sorpresa para nosotros, no algo ya visto. Estar en silencio frente al pesebre. Esta es la invitación para la Navidad: tómate un poco de tiempo, ve delante del pesebre y quédate en silencio y sentirás, verás la sorpresa».

Pero, reconoció el Papa, desgraciadamente podemos equivocarnos de fiesta, prosiguió el Pontífice argentino, «y preferir a las novedades del Cielo las acostumbradas cosas de la tierra. Si Navidad solo es una bella fiesta tradicional, en la que en el centro estamos nosotros y no Él, será una ocasión perdida. ¡Por favor, no mundanicemos la Navidad! No dejemos a un lado al festejado, como entonces, cuando “vino entre los suyos y no lo acogieron”».

En estos días, pues, se corre «acaso como nunca durante el año. Pero, así se hace lo opuesto de lo que Jesús quiere». Por lo que solamente será Navidad «si encontramos la luz en la pobre gruta de Belén. No será Navidad si buscamos los resplandores brillantes del mundo, si nos llenamos de regalos, almuerzos y cenas pero no ayudamos por lo menos a un pobre, que se asemeja a Dios», dijo Francisco, que concluyó la catequesis de la Audiencia deseando a todos los presentes «una Navidad rica de sorpresas, ¡pero de las sorpresas de Jesús! Podrán parecer sorpresas incómodas, pero son los gustos de Dios». Si los hacemos nuestros, «nos haremos a nosotros mismos una espléndida sorpresa».