Sacerdotes españoles de la OCSHA en América Latina se reúnen en Perú del 23 al 27 de enero del 2023

La Comisión Episcopal para las Misiones y cooperación con las Iglesias de la CEE (Conferencia Episcopal Española) está coordinando esta magno encuentro de los sacerdotes diocesanos que trabajan en la actualidad como misioneros en América Latina y que fueron enviados desde la OCSHA Desde España vendrán el obispo de CórdobaMons. Demetrio Fernández, y José María Calderón, secretario de la Comisión; participarán por parte del episcopado peruano, Monseñor Rafael Escudero, Obispo Prelado de Moyobamba y  David Martínez de Aguirre, Obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado. El presbítero de Toledo, misionero en la diocesis de Lurín, P. Gustavo Molina viene llevando a cabo las coordinaciones del evento.

Estas reuniones continentales, que se celebran cada dos o tres años, forman parte de las actividades que organiza la Comisión para estar cerca de estos sacerdotes españoles que están vinculados a sus diócesis de origen pero que realizan distintos encargos pastorales en América Latina y Estados Unidos. Chile fue, en 2019, la sede del último de estos encuentros, que tras un paréntesis obligado por la pandemia, vuelven a reanudarse en Perú.

En la presente edición serán cinco días para compartir experiencias y rezar juntos. Además, una de las jornadas se dedicará a la situación socio-política y religiosa de Perú. Se ha programado una mesa redonda con el tema, «Nuestro ministerio y vida durante el Covid: ¿Cómo nos encontramos?». También se hablará sobre la situación actual de la Iglesia Españolala OCSHA y la ONG Misión América. El programa se completa con un encuentro con misioneros españoles -religiosos, laicos y sacerdotes – de otras instituciones que están en Perú. Como el propio coordinador escribe: “Es tan sólo una semana, pero intensa semana de oración, descanso, compartir… conocernos. Y siempre dedicamos un día a estar con los misioneros españoles de aquel país que se quieran acercar. Suelen venir religiosas, laicos, religiosos y otros sacerdotes misioneros que no pertenecen a la OCSHA. Es un día bonito de convivencia y de fraternidad. Estaremos juntos compartiendo, tomando un café y luego celebrando la Eucaristía. El lugar será la casa de espiritualidad de San José de Cluny, Magdalena del Mar”.

En la actualidad hay cerca de 200 sacerdotes de la OCSHA repartidos por todos los países de América Latina y Estados Unidos. El país con más sacerdotes españoles es Perú, con cerca de 50. Y la diócesis con más sacerdotes misioneros vinculados a la OCSHA es Toledo, que tiene 24. Estos sacerdotes tienen encargos pastorales en parroquias, colegios, seminarios u hospitales. También forman parte de la OCSHA algunos obispos, que marcharon como sacerdotes a alguno de estos países y la Iglesia les pidió asumir la responsabilidad pastoral de algún vicariato o diócesis.

Génesis de la OCSHA. Fue el 4 de junio de 1949cuando la Junta de los Metropolitanos de España, antecedente de la Conferencia Episcopal, creaba la OCSHA. Tenía como propósito paliar la escasez de sacerdotes que sufrían una gran parte de las diócesis de América Latina. Los sacerdotes de la OCSHA mantendrían su vinculación a su diócesis de origen, la Iglesia que los había enviado, mientras desarrollaban su labor misionera en la Iglesia de acogida. Como sacerdotes Fidei Donum, según la expresión consagrada por Pío XII en la encíclica Fidei Donum de 1957, hacían que la iniciativa misional partiese también de las diócesis y no en exclusiva de las órdenes y congregaciones religiosas, haciendo de la tarea misional un esfuerzo universal de la Iglesia.

Hasta la aparición de la OCSHA los sacerdotes seculares que deseaban ejercitar su ministerio en ultramar debían hacerlo a través de un Instituto Religioso misionero o a través de Propaganda Fide con un permiso especial para atravesar el atlántico. En España, existía el Instituto Español de Misiones Extranjeras San Francisco Javier (1947) dependiente de la Conferencia Episcopal y de Propaganda Fide que era continuidad del Seminario Nacional de Misiones, surgido en 1920 a raíz de la publicación de la encíclica de Benedicto XV Maximum Illud. Este espíritu misionero propugnado por dicha encíclica había arraigado en las diócesis de Vitoria (que englobaba todo el País Vasco) de tal manera que se le había confiado la atención de un Vicariato Apostólico en Ecuador (Los Ríos). Cabe destacar que tanto esta primera misión diocesana como el IEME son casi contemporáneos al surgimiento de la OCSHA.

Sus primeros impulsores fueron su ideólogo Maximino Romero de Lema, capellán del colegio mayor hispanoamericano nuestra Sra. de Guadalupe de la Universidad de Madrid, más tarde Obispo auxiliar de Madrid, titular de Ávila y finalmente Secretario de la Congregación para el Clero, quien presentó el proyecto ante el Vaticano, donde consiguió el apoyo del Papa Pío XII, para luego trasladarse a su país y ponerlo en práctica. Con él estuvo,  Antonio Garrigós, Secretario general de la OCSHA de 1951 a 1973 y principal testigo de su evolución; quien fue, además, Secretario de la Unión para los Organismos Europeos de Latino América (1963-1980); Secretario del COCEGAL (1964-1975); Secretario de la Comisión sobre sacerdocio en Medellín y Puebla; por último, Casimiro Morcillo, presidente de la Comisión Episcopal de la OCSHA durante sus primeros quince años y uno de los subsecretarios del Vaticano II.

La OSCHA desde sus inicios dependió de la Conferencia de Metropolitanos (precedente de la Conferencia Episcopal Española) que creó una Comisión episcopal ad hoc para regirla. En 1957 Pío XII escribió la encíclica Fidei donum, que si bien tenía como objetivo fundamental apoyar la actividad diocesana de la Iglesia en África, consolidaba el modelo de la OCSHA, porque favorecía la acción misional desde las diócesis, acción que hasta entonces era casi exclusivamente tarea de las instituciones religiosas. El mismo consistía en que sacerdotes diocesanos se trasladaran temporalmente a una diócesis americana, sin dejar de pertenecer a la propia, en España, para colaborar con el clero latinoamericano. Los sacerdotes emprendían viaje para trabajar en Latinoamérica por un período de tiempo limitado, de cinco años, que luego se redujeron a tres, que era renovable. El instrumento jurídico era un contrato que suscribían el Obispo de la diócesis en la que estaban incardinados, el receptor, la OCSHA y el interesado. Durante el Concilio Vaticano II, el Papa Juan XXIII hizo llegar al Cardenal Primado de España, Enrique Pla y Deniel, una carta pidiéndole a la Iglesia de España que hiciera un esfuerzo misionero enviando miles de sacerdotes a América Latina. En concreto, el Arzobispo Antonio Samoré pidió el envío de mil quinientos sacerdotes a lo largo de tres años.

Fisonomía. Fin y misión.  Como nos comparte el teólogo e historiador Santiago Casas la iniciativa, luego de algunas transformaciones y vicisitudes, mantiene su objetivo primario. Los sacerdotes de la OCSHA se esparcieron en casi todos los países de América. Unos pocos, sobre todo en Colombia, se unieron a los grupos revolucionarios, son conocidos los casos de Manuel Pérez, Domingo Laín y José Jiménez.

Los servicios y ministerios fueron tan múltiples como lo son los de todo sacerdote diocesano o párroco. De este modo, algunos actúan como simples párrocos, otros como formadores de seminarios, o incluso vicarios episcopales. El P. Casas brinda diferentes  tipologías de las 745 peticiones, procedentes de 158 diócesis, recibidas en 1963: parroquias urbanas y rurales, apostolado obrero, JOC, Acción católica y apostolado seglar, colegios diocesano, universidades, obras sociales, preseminarios, apostolado familiar, tribunales eclesiásticos, apostolado del mar, trabajo en la minoría japonesa, periodismo, dirección espiritual de sordomudos, enseñanza de música sagrada…

Muchos de ellos murieron aquí en América, otros regresaron a España para no volver, otros volvieron, algunos abandonaron el sacerdocio y hasta llegaron a participar en la guerrilla y movimientos de liberación; su trayectoria se confunde y entrelaza con la de las naciones que les acogieron, cada una de ellas con una historia particular, pacífica o conflictiva según las épocas. En el Perú, por ejemplo, participaron de lleno en la Misión de Lima convocada por el Cardenal Landázuri para aplicar el Concilio Vaticano II. En otros países, algunos sacerdotes fueron expulsados y tuvieron que reubicarse (casos de Cuba y Puerto Rico) otros murieron violentamente (Chile) y otros pasaron su ministerio sin mayores conflictos con las autoridades religiosas o civiles. Lo que es cierto es que a nadie dejó indiferente la experiencia americana desde el punto de vista pastoral debido al contraste con España donde la situación americana era totalmente desconocida tanto por sus dimensiones: parroquias y territorios de miles de fieles y cientos de quilómetros; como por sus características peculiares: analfabetismo, predominio abrumador del clero religioso, presencia de las sectas, desigualdades sociales etc…

La OCSHA estaba concebida como una ayuda a la cooperación entre las diócesis españolas y las americanas. Su finalidad era formar sacerdotes diocesanos que quisieran ejercer su ministerio en América (también en Norteamérica, Florida concretamente, entre hispanos) por un tiempo determinado con posibilidad de prórroga y facilitar a los obispos los trámites y seguimiento de esos sacerdotes. Su surgimiento se produce a la par que la explosión vocacional de la España de postguerra que llenó los seminarios peninsulares de jóvenes idealistas prontos al compromiso misionero.

La novedad de la OCSHA no solo radicaba en la posibilidad de que un sacerdote diocesano ejerciera su ministerio en ultramar sino en qué siguiera dependiendo de su obispo y de alguna manera representase la misión ad extra de la diócesis. En este sentido, la OCSHA no sólo se adelanta en diez años a la encíclica Donum fidei sino que también es precursora de algunos debates eclesiológicos del Concilio: tales como la corresponsabilidad de los obispos en la misión universal, las características y deberes de la iglesia particular, la dimensión católica del sacerdocio…

Así, en los primeros años de la OCSHA la iniciativa partía de los sacerdotes diocesanos, que proponían su marcha a América por ideal misionero, afán de aventura, lazos afectivos con América, o conflicto con el obispo hasta 1953, año en que se produce lo que se ha llamado el “despertar misionero de las diócesis españolas” plasmado en la creación de una Comisión episcopal para la OCSHA que propició una toma de conciencia en las diócesis sobre los beneficios de una misión exterior que hacía inevitable el papel mediador y facilitador de la OCSHA.

La OCSHA se encargaba de negociar entre el obispo a quo y ad quem a través de un contrato que regulaba los años de permanencia, la edad máxima de partida (48 años), el sostenimiento económico y la información anual que se debía transmitir al obispo originario. Pero la OCSHA no era un ente meramente burocrático, sino que desde sus inicios su principal tarea fue la de la formación para ir a América. Esta formación se realizó a través de los cursos obligatorios en el Colegio Vasco de Quiroga sobre: Conocimiento de la realidad iberoamericana (historia de América, literatura hispanoamericana, historia de la Iglesia en América) y Materias sacerdotales (cuestiones actuales de Moral, cuestiones teológicas de mayor interés, cuestiones políticas y sociales). Cursos que fueron evolucionando, enriqueciéndose y especializándose.

Con la misma finalidad se creó en Roma el Colegio Mayor San Pío X, a la sombra de la casa española de Montserrat. Monseñor Pizzardo lo erigió para que sacerdotes que se iban a América pudieran formarse en Roma. Al no dar resultado, pues casi nadie partió para América, se acometieron otras iniciativas como la del Colegio Mayor Hispanoamericano de Salamanca, que acogió alumnos iberoamericanos de ciclo teológico y españoles destinados a las diócesis americanas. De mayor trascendencia fue el Seminario Teológico Hispanoamericano (1953-1966) de Madrid, en el que, además de darse cursos, funcionaba como un seminario especializado en formación teológica (no filosófica) para América, similar al ya existente Colegio para América de Lovaina o al futuro seminario para Hispano América de Verona. Al seminario acudían seminaristas deseos de misionar en América. También se abrieron (a partir de 1955) secciones hispanoamericanas en los seminarios diocesanos españoles.

La labor de formación se realizaba a través de los cursos obligatorios del Vasco de Quiroga pero a medida que crecían el número de candidatos, también extranjeros, se fueron creando otros organismos: por ejemplo, el Centro Bíblico hispanoamericano (CEHIBA) concebido para luchar con las mismas armas que las sectas evangélicas. El CEHIBA hizo una edición ultra económica del Nuevo Testamento y de los Santos Evangelios y publicó una colección de “secciones bíblicas” cuyos primeros títulos eran: Y el sexto día el hombre; Dios y los pobres. Además, se creó un Centro de Información y Sociología que empezó a editar monografías sobre América.

A partir de 1966, y para ofrecer esta formación a laicos, hombres y mujeres, así como a religiosos y religiosas, se pone en marcha el IAPLA: Instituto de Adaptación Pastoral Latinoamericana. Se creó una biblioteca y una hemeroteca excelente sobre temas americanos y posteriormente se creó el departamento de África. En el IAPLA figuraban como profesores tanto españoles como franceses, belgas y latinoamericanos, y su alumnado se fue internacionalizándose.

Aparte de la labor de formación, la OCSHA se encarga de la atención de los sacerdotes enviados a América. Esta atención se realiza a través de los viajes anuales de los miembros de la OCSHA a América (de 1954 a 1967 ininterrumpidos), la correspondencia personal (miles de cartas anuales que, contestadas y estudiadas en Madrid, sirven para extraer información útil para los cursos de formación), los informes anuales enviados por el obispo ad quem, y la revista Mensaje, que recoge y transmite información sobre América y para América. En 1960 aparecen los delegados nacionales que representan a la OCSHA en cada país y que resuelven los conflictos sobre el terreno.

Después de algunas experiencias negativas en los primeros años, a partir de 1951, los sacerdotes de la OCSHA viajaban a las diócesis americanas formando equipos, que vivían y trabajaban juntos, o en solitario (sin depender de un párroco nativo pues había sido motivo de conflicto). Esta peculiaridad suponía, por una parte, un mayor respaldo para el sacerdote que se veía arropado por compañeros de su diócesis pero por otra parte podría ser motivo de conflicto por tratarse de un grupo cerrado o por el peligro de convertirse en un grupo de presión. Además a cada diócesis española se le asignó un país y una diócesis concreta como su lugar de misión. El contrato bilateral entre los dos obispos y la formación de equipos de sacerdotes de la misma diócesis son dos herramientas características de la OCSHA y que en parte explican su éxito.

Misión de la OCSHA. Los sacerdotes de la OCSHA atendían por lo general parroquias rurales o urbanas, pero en algunos países fueron reclamados para llevar adelante los seminarios diocesanos, e incluso la OCSHA sirvió como intermediaria como hemos dicho para la Gran Misión de Lima o la de Buenos Aires (1960), tramitando el envío 537 sacerdotes seculares y 323 religiosos para una misión que duró quince días.

La OCSHA se dio a conocer en América a raíz de los viajes anuales de sus dirigentes en que no solo visitaban a los sacerdotes sino también a los obispos; también con motivo de los viajes de obispos americanos a España, a Roma y, principalmente, en los cuatro años de duración del Concilio Vaticano II. Del mismo modo, la participación de los dirigentes de la OCSHA, Morcillo y Garrigós, en las Conferencias Generales del episcopado americano (Río, Medellín) y su presencia en la COCEGAL fueron otro motivo de visibilidad. Por ejemplo: el CELAM se preocupaba por la atención de los estudiantes latinoamericanos que estudiaban en Europa (muchos de ellos de la Acción católica) y que luego se desvinculan de la fe. Para paliarlo se creó la Obra católica de asistencia a los Estudiantes iberoamericanos (OCASEI) que atendía, solo en Madrid, a 6000 estudiantes latinoamericanos. La OCASEI funcionó en las principales capitales españolas con universidad. En España se dio a conocer plenamente a partir de 1959 con la Instauración del “Día Nacional de las Vocaciones Hispanoamericanas”, que fue acompañado de una gran campaña de prensa, radio, instauración de un premio, colecta etc… Esta jornada anual sirvió para publicitar la OCSHA y sobre todo para conseguir ingresos hasta ese momento procedentes de donaciones o de los fondos de la Conferencia Episcopal (en 1963 empezará a ayudar Adveniat). En ese mismo año, la OCSHA propuso a los obispos una serie de delegados suyos en las diócesis españolas que sirvieran de nexo de unión entre las diócesis y la OCSHA.

La OCSHA mantuvo muy buenas relaciones con los organismos internacionales afines. En primer lugar con los propios de América Latina, CELAM y CAL, participando, incluso como ponentes, en las Conferencias Generales del Episcopado americano, como ya se ha dicho, y en los organismos internacionales tanto europeos como vaticanos (Garrigós fue Secretario de la Unión para los Organismos Europeos de Latino América [1963-1980] y del COCEGAL). Además, el Centro de Información y Sociología de la OCSHA colaboró con la FERES (Fédération des Recherches Socio-Religieuses) coeditando libros, con la asociación Pro mundi vita (para una mejor distribución científica del clero) y creó un sistema de intercambio semanal de información con COPAL (Lovaina) y CEFAL (París). También se celebró la Semana Europea de Ayuda Apostólica a América Latina en los locales del colegio sacerdotal Vasco de Quiroga donde se reunieron 35 belgas, 30 franceses, tres italianos y un buen grupo de latinoamericanos. Esta actividad se repitió al año siguiente en Francia, en 1967, pero se suspendió por su elevado coste.

El impulso del Concilio Vaticano II. Un hito fundamental para la OCSHA fue el Concilio Vaticano II, oportunidad mundial para darse a conocer y establecer contactos. De hecho, al empezar el Concilio, estaban presentes 672 sacerdotes de la OCSHA en América, en 124 diócesis y 17 países, además de 5 diócesis norteamericanas y habían sido visitados 124 obispos in situ. Durante los años del Concilio la OCSHA dispuso de una oficina permanente por la que pasaron la práctica totalidad del episcopado latino americano. El mismo Juan XXIII envió varias cartas a los episcopados europeos y norteamericanos para que se hicieran cargo de la situación americana. La carta dirigida a España (17 de noviembre de 1962) fue leída a todos los obispos españoles presentes en el Concilio por monseñor Samoré (secretario de la CAL) para darle una mayor relevancia. En esa misiva se pedían 1500 sacerdotes para los próximos tres años. Esta iniciativa pontificia fue conocida como el “Plan Juan XXIII” que favoreció desde 1963 la salida para América de 259 sacerdotes. En 1964 salen para América 110 sacerdotes y en 1965, 115.. A pesar del entusiasmo, hasta 1967,  de los 1500 sacerdotes previstos se enviaron 738.

Coincidiendo con la celebración del Concilio Vaticano II y el Plan Juan XXIII se aprecian indicios de crisis en la OCSHA, debida al descenso de vocaciones, la difusión de una imagen pesimista en América del Norte y Europa sobre la religiosidad popular en Hispanoamérica y  la sensación de que la ayuda externa es un obstáculo para que la Iglesia se desarrolle autóctonamente en ultramar. Además, se cerró el Seminario Teológico hispanoamericano para transformarlo en el IAPLA. Según el Centro de Información y Sociología de la OCSHA se percibe un desinterés por América, coincidente con  el crecimiento urbano en España, la aparición de nuevas formas de apostolado seglar y las mejoras económicas y sociales que frenaban el atractivo al destino americano. Además, la OCSHA, a través del IAPLA estaba ampliando su radio de acción a laicos y religiosos, a una formación especializada, a lo que se añade el interés por África y Filipinas. Debe sumarse el nombramiento del nuevo arzobispo de Madrid Casimiro Morcillo y la absorción de la OCSHA por parte de la Comisión Episcopal para la Cooperación Apostólica del Exterior, así como la creación de la Comisión de Misiones que duplicaba funciones y creaba conflictos.