Octubre es un mes de recogimiento y mucho fervor en el pueblo peruano, que la palabra “devoción” se multiplica en las redacciones referidas al Señor de los Milagros, y se exterioriza al observar iglesias y viviendas vestidas con banderines o telas de color morado, característico al Cristo Moreno, ya que este año a raíz de la pandemia se canceló las tradicionales procesiones por las calles limeñas.

Y ¿Cómo surge esta devoción? ¿Es una herencia familiar? ¿Hay alguna experiencia milagrosa para consolidar esa cercanía con el Cristo de Pachacamilla?

Para José Luis Aguirre (58), militar en retiro de la Fuerza Aérea del Perú, quien es Mayordomo General de la Hermandad del Señor de los Milagros de la Urbanización San Roque (Surco), comenta que su amor al Cristo Moreno es desde la niñez “es de toda la vida, desde mi infancia recuerdo ir a Barrios Altos y junto a mi mamá, abuela y tías esperábamos ver pasar al Señor de los Milagros”, manifiesta que es una suma de encuentros con el Señor y ver su grandeza es sorprendente, explica una escena “mi hijo sufrió un accidente al chocar su moto con un carro, él salió disparado 3 a 4 metros hacia arriba y cayó ¡parado!, al ver el video que lo habían grabado era increíble. Recuerdo que ese día lloramos” debido al milagro que su hijo salió ileso.

De la misma manera, Roberto Galecio (55) que es secretario de culto de la Hermandad del Señor de los Milagros de Barranco comparte que nació con esa devoción gracias a su abuelita “mi abuela me entregó al Señor de los Milagros en Barranco, yo era pequeño, estaba para morir, tenía neumonía, me bautizaron y mi abuela repetía que sea lo que Dios quiera y Él te dio la vida, luego me decía”. También añade, que sintió una sensación especial cuando vistió el hábito y cargó por primera vez el anda del Señor de los Milagros de Barranco, en el mismo lugar donde su abuela lo había entregado cuando era pequeño. Le embargó un sentimiento especial que derramó lágrimas, ya que era como una segunda entrega de él hacia Dios, pero esta vez ya adulto.

Por otro lado, hay testimonios de la llamada del Señor en momentos menos pensado como sucedió con Rosa Nery Juárez (51), quien lleva tres años perteneciendo al grupo de sahumadoras de la hermandad de San Roque por invitación de una vecina, “por algo me invita el Señor, no se le puede negar, y así acepté”, comentó. Se convenció aún más de esa confiada decisión cuando su papá pasó por una penosa enfermedad que necesitaba el auxilio sacramental y mucha oración, y estaban sus hermanos en Cristo, como se expresa ella, para apoyarla en oración y con la asistencia espiritual del párroco de la hermandad. Así, su papá estuvo preparado para su encuentro con Dios. La devoción de Rosa no termina ahí en cada procesión que participaba como un miembro más de los fieles siempre pide por la protección de su familia y ahora dentro de la hermandad esa petición se incrementa y además resalta que su labor (como sahumadora) “no es solo echar humo a una imagen sino es preparar, purificar el camino del mismo Señor, es la Santísima Trinidad que está ahí, es limpiar y aromatizar el ambiente por donde va pasar nuestro Señor”.

En los testimonios recogidos se resalta el agradecimiento, la extraordinaria veneración y fidelidad de su amor al Señor de los Milagros. Las manifestaciones de alegría y esperanzas no terminan y refieren que los milagros son interminables.

Sabías que una hermandad está conformada por la Mayordomía General y su directorio general, la Cuadrilla de Cargadores, el Grupo de Cantoras y el Grupo de Sahumadoras.