Sólo en la Verdad resplandece el Amor (Benedicto XVI), por P. Johan Leuridan Huys

Benedicto XVI afirma que el amor es una fuerza extraordinaria que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y la paz. Pero el Papa indica que el amor y la justicia también exigen la verdad.

  1. El Universo es sordo e indiferente.

En el mundo actual existe la tendencia de relativizar la verdad a todos los niveles de la vida, familiar, social, económico y político. Nadie puede confiar en el otro. El amor y actos desinteresados son imposibles. La revolución estudiantil de Paris, 1968, fue la expresión del siglo XX. Querrían deshacerse de deberes y obligaciones. Nadie está dispuesto para hacer sacrificios o esforzarse y luchar para ideales. Prohibido lo prohibido. Ya no se puede hablar de la moral. Todo era político. Sin embargo, no logaron cambiar la sociedad. Solo lograron ridiculizar las normas éticas y burlarse de las autoridades a todo nivel, en la familia, en los centros educativos, en el trabajo y a nivel nacional. Entramos en la sociedad de del individualismo puro. La desaparición de la ética ha creado el nuevo ser humano estético-instintivo, como dice Javier Gomá. Todos son iguales en la vulgaridad. La corrupción en finanzas, obras públicas, estafas, falsificación de medicamentos, el aumento de delincuentes profesionales, contrato de sicarios, menosprecio del matrimonio y la familia etc. forman parte de la cultura de la vulgaridad.

Hans Kung lo expresa de una manera más profunda: “O bien digo no a una meta principal de la vida humana, del proceso del mundo, y entonces las consecuencias son incalculables. En efecto, como dice Jacques Monod, ateo, premio nobel de biología, evocando con razón, el “Sísifo” de Camus: Cuando el hombre acoge este mensaje negativo con todo su significado, tiene que despertar por fin del sueño milenario, y reconocer su total amparo, su exilio radical. En este momento sabe que, como un gitano, tiene su puesto en la periferia del universo, del cual es sordo para su música e indiferente ante sus esperanzas, sufrimientos y delitos” (Küng, ¿Vida Eterna?, 2011, 368, Ed. Trotta).

2. ¿El Amor es solo Placer o Utilidad? 

Todas las filosofías modernas tienen la dificultad de defender la dignidad intrínseca de la persona. El ser humano ya no creado por Dios con un destino, y por lo tanto con dignidad, es una casualidad en la indiferencia del inmenso universo. En el universo nadie manda, nadie obedece y nadie es culpable. El ser humana se distingue de los animales solo por sus productos culturales. Empezó la animalización.

En una sociedad donde predomina la satisfacción material, sin ideal o moral, se entiende la vida solo como gozar. El individualismo y el escepticismo no permiten creer en un fin que me invita transcenderme o luchar para algo que no sea materia. La persona humana es un objeto material. Se busca solo el placer inmediato.

Sin embargo, el fracaso del individualismo radica en una satisfacción insuficiente porque rompe la unidad del amor con la verdad.

En primer lugar, porque se ha pervertido la belleza del amor por romper su unidad con la verdad. Ya no existe una relación personal. Se elimina el tú. No hay nada detrás del cuerpo. No interesa saber quien es el otro. No hay diálogo. Se trata de un cuerpo sin un tú al servicio del eros. El sexo sin verdad, rompe toda relación humana, destruye al otro y reclama violencia tras violencia.

En un mundo sin valores, el único valor que permanece es el del más fuerte: el poder.  

En segundo lugar, la ciencia y la tecnología son las realidades dominantes que están al servicio de la economía del mercado. Su lenguaje es matemático y estadístico y el dinero es un factor cuantitativo. Los seres humanos son individuos, átomos cuya utilidad, costo-beneficio, es calculada para la economía. En los encuentros entre las personas se evalúa la otra persona con la pregunta: ¿Me será útil o no? para poder decidir si va o no cultivar la relación. La filosofía del utilitarismo nos enseñó que debemos promover el placer y evitar el dolor.

3. La Belleza del Amor.

Hananh Arendt escribía: “Lo que es enojoso en las teorías nuevas no es que sean falsas, sino que pueden llegar a ser verdaderas. Si es verdad que el hombre no es un egoísta por naturaleza, no es menos verdad que el adiestramiento jurídico y del mercado crean el contexto ideal, que permite que el egoísmo sea la forma habitual del comportamiento humano”. La problemática es tan grave porque se considera que la posverdad, es decir, la verdad aparente es más importante que la verdad.

El profesor Michel Serres comenta: Hace treinta años, cuando querría lograr el interés de mis estudiantes les hablaba de la política; cuando querría hacerlos reír les hablaba de la religión Hoy en día es lo contrario; cuando quiero lograr su interés les hablo de la religión, cuando quiero hacerles reír les hablo de la política (Citado en ¿“Le Capitalisme est il moral? de Comte Sponville).  Juan Pablo II logró, en la década de ochenta, convocar a un millón de jóvenes en París porque la juventud busca un sentido en la vida. Una comunidad de valores es necesario para las oportunidades de la vida.

“Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente (Benedicto,XVI, encíclica Caritas in Veritate).  La fuerza del amor y de la verdad no recibimos del Universo sino tienen su origen en Dios. Se necesita unir la caridad con la verdad y a la verdad con la caridad.  Le permite establecer relaciones auténticas y valiosas con las otras personas. En el ambiente cultural actual que relativiza la verdad, vivir la caridad en la verdad hace descubrir y experimentar la importancia de los valores cristianos.

“Entonces no seremos ya niños zarandeados y llevados por cualquier viento de doctrina o invento de personas astutas, expertas en el arte de engañar. Por el contario, estaremos en la verdad y el amor, iremos creciendo cada vez más para alcanzar a aquel quien es la cabeza, Cristo. El hace que el cuerpo crezca, con una red de articulaciones que le dan armonía y firmeza, tomando en cuenta y valorizando las capacidades de cada uno. Y así el cuerpo se va construyendo en el amor (San Pablo, Efesios, 4, 15-16).  Él está aquí entre nosotros. Su presencia nos transforma. Nos transformamos en personas que aman. Decidimos quedarnos en el amor verdadero.

Por P. Johan Leuridan