Al parecer, la pandemia del COVID-19 va cediendo, y con esto, a lograr tener en nuestras familias la paz y tranquilidad para con nuestros hogares, y de esta manera, renovar nuestra Esperanza y Confianza en ese Ser Todopoderoso que nunca nos desamparada y que siempre camina a nuestro lado protegiéndonos de todo mal y que es el mismo Dios, Uno y Trino (Padre, Hijo y Espíritu Santo).

Esta pandemia del Covid nos ha debido cuestionar en cómo estamos viviendo la FE en nuestras familias; si todos nuestros actos y manera de ser se ajustan a la manera de vivir de acuerdo al Evangelio (“Conviértete,… y cree en el Evangelio” – cf. Mc 1, 14); todo esto nos ha llevado a reflexionar y tomar conciencia de que hemos estado demasiado alejados de Dios.

Podríamos hacer una similitud o paralelismo entre lo vivido en la pandemia del Covid, y este nuevo Tiempo de Cuaresma que empezamos a vivir con el Miércoles de Ceniza : un tiempo de sufrimiento ofrecido a Dios; un tiempo de tribulaciones, buscando la respuesta del querer de Dios para nosotros; un tiempo de cambio hacia nuestra conversión por la vida pasada alejada de Dios; nos ha hecho recordar y tener presente que nuestras vidas no las tememos compradas, y que en cualquier momento podemos retornar a la Casa del Padre : “Polvo eres,… y en polvo te convertirás”.

Como Padres de Familia tenemos la misión y el deber desde nuestro Bautismo, de encarnar la Palabra de Dios para con nosotros, y transmitirla y llevarla a nuestra familia y familiares y a todas las personas que nos rodean, ya sea en nuestros barrios o lugares de trabajo, llevándoles el Mensaje de Esperanza del querer de Dios de que todas las personas alcancemos nuestra Salvación, para que así podamos disfrutar de la Vida Eterna luego de terminada nuestra vida temporal.

Así pues, como buenos Cristianos apegados a la Palabra de Dios, debemos de “renovarnos”, de ser ese hombre nuevo del que nos habla San Pablo en las Sagradas Escrituras, para caminar hacia el ideal de vida que Dios nos ha puesto mediante sus “10 Mandamientos”, y todo lo expresado en el Sermón de la Montaña, “Las Bienaventuranzas”.

Recordemos que en este Tiempo de Cuaresma la Iglesia nos sugiere vivir :

El Ayuno y Abstinencia : Ayuno, de ingerir una sola comida para los días de Miércoles de Ceniza y Viernes Santo. Ayuno, de hablar mal de las personas; ayuno de dejar esas cosas y actitudes que nos esclavizan y que nos llevan a cometer pecado. Abstinencia de comer carne o dejar de hacer algo que verdaderamente nos gusta, esto con el fin de ofrecérselos a Dios todos los Viernes de Cuaresma.

La Oración : Es ese Encuentro con Dios que no debemos dejar de lado nunca, tomándonos ese tiempo para hablar y conversar con ÉL, que acogerá con cariño todos nuestros ruegos y peticiones como un Padre  con sus hijos, y nuestros agradecimientos por todo lo que recibimos de ÉL día a día.

La Limosna o Penitencia, que nos ayudarán a ser más solidarios con los que más sufren, y a arrepentirnos de nuestra vida pasada alejada de Dios.

Asimismo, recordar ofrecer con devoción nuestro Rezo del Vía Crucis todos los días Viernes de Cuaresma para nuestra Salvación, que nos ayudará a vivir a plenitud este Tiempo tan importante de reflexión y conversión.

“Familia que reza u ora unida,… permanece unida”.

Por Edith y Hugo García