Todo fue creado por Él y para Él (Colosenses, 1,16), por Johan Leuridan

En el Jesús terreno se encuentra el culmen de la creación y de la historia, pero en el Cristo resucitado se va más allá. Y precisamente por la resurrección entre los muertos, leemos en Colosenses, 1,18:  “Él obtuvo el primado sobre todas las cosas. Leemos en Mateo, 28,18: “Después de la resurrección apareciendo ante los apóstoles Jesús dice: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”. Leemos en Efesios, 1,4: “En Cristo Dios nos eligió antes de la fundación del mundo, para estar en su presencia santos y sin mancha”.

Esta conciencia de Cristo en nosotros, nos sostiene a pesar de estar en un mundo de guerras, extorsiones, asaltos, corrupción a los más altos niveles, trata de personas, odio, envidia, egoísmo, arrogancias, soberbias, destrucción de la familia, feminicidios, inundaciones, incendios forestales masivos, temperaturas elevadas, etc. Nadie ha decidido existir. Nos encontramos existiendo. No sabemos porqué existimos y adónde vamos. No somos tan autónomos como muchos creen hoy en día. Grandes civilizaciones e imperios aparecen y desaparecen. El siglo pasado cayó como un castillo de naipes la Unión Soviética. Surge un nuevo imperio, China. Todo es relativo, pero lo relativo existe porque Dios le da existencia.

La esperanza se mantiene por la fe en Cristo, aunque en hay problemas y fracasos en nuestra vida. Leemos en Efesios, 1,11: “En Cristo fuimos elegidos nosotros: Aquel que dispone de todas las cosas y las somete a su voluntad decidió que fuéramos pueblo suyo”. Leemos en Efesios1,10: “Pues Dios quiso reunir en Él, cuando llegara la plenitud de los tiempos, tanto a los eres celestiales como los terrenales”.

Leemos en Efesios, 2,1. 8-10: “Ustedes estaban muertos a causa de sus fallas y sus pecados. Seguían la corriente del mundo. Nos dejamos llevar por las codicias humanas, pero Dios es rico en misericordia; con un amor tan inmenso nos amó. Nos hizo revivir con Cristo. En Cristo Jesús Dios es todo generosidad para con nosotros, por lo que quiere manifestar en los siglos venideros la extraordinaria riqueza de su gracia. Nadie tiene que por qué sentirse orgulloso. Lo que somos es obra de Dios; hemos sido creados en Cristo Jesús con miras a las buenas obras que Dios dispuso de antemano para que nos ocupáramos en ellas”.

Leemos Juan, 6, 32-35: Jesús contestó: “En verdad les digo: No fue Moisés quien les dio el pan del cielo. Es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. El pan que Dios da es Aquel que baja del cielo y que da su vida al mundo. Ellos dijeron: “Señor, danos siempre de este pan”.

Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida. El que viene a mi nunca tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”.

Leemos en San Juan, 15,9: Lo primero que rezamos en el Padre Nuestro es: “santificado sea tu nombre.” Adoramos a Dios porque Él nos enseñó amarnos unos a otros como Él nos ama. “Como el Padre me amó, así también los he amado yo: permanezcan en mi amor.”

Leemos en I Corintios, 15, 27,28: Dios pondrá todas las cosas bajo sus pies. Todo le será sometido, pero es evidente que se excluye a Aquel que le somete el universo. Y cuando el universo le quede sometido, el Hijo se someterá a Aquel que le sometió todas las cosas, para que en adelante Dios sea todo en todo.

Leemos en Efesios, 1, 20-21: “Es la misma fuerza todopoderosa que actuó en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en la morada celestial, por encima de todo Poder, Autoridad, Dominio, Soberanía, por encima de todo poderío que se puede nombrar en este mundo y en el otro”.

Leemos en Filipenses, 2,6-11: “Se rebajó así mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de la cruz. Por eso Dios lo engrandeció y le dio el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y entre los muertos, y toda lengua proclame que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre”.