XIX Domingo del tiempo ordinario: ¿No eres tu el hijo de José y de María?

Queridos hermanos y hermanas:

A través de esta reflexión, pretendo solamente situar las tres lecturas de la liturgia del domingo 9 de agosto en un contexto determinado, que nos permitirá observar cómo la acción de Dios transforma las situaciones y las personas.

En primer lugar el contexto en el que se ubica Elías, de acuerdo con lo planteado en el primer libro de los Reyes, es un contexto de dolor, Elías se encontraba en el desierto pasando hambre y necesidad; y tal fue su desesperación que exhausto y fatigado por la situación tan adversa en la cual se encontraba, gritó a Dios diciendo: BASTA SEÑOR, QUITAME LA VIDA; este grito lastimero y trágico es la representación de nuestras propias desesperaciones, frustraciones, decepciones, derrotas y sueños no realizados que tenemos que enfrentar en el curso de nuestra vida.

Nuestro contexto actual es igualmente doloroso como el de Elías, y mucha gente grita en nuestro medio: SEÑOR QUITANOS LA VIDA; el desempleo creciente hace que muchos griten; Señor Quítanos la vida; la experiencia por parte de muchos de nuestros hermanos que tienen a sus familiares secuestrados, claman paradójicamente al Señor de la Vida: Señor quítanos la vida; Tantos desplazados gritan en las grandes urbes: Señor quítanos la vida; y en medio de estos contextos dolorosos, semejantes al de Elías, la presencia de Dios no es ausencia, es ante todo esperanza y fortaleza.

En lo que concierne a Elías, lo visita un ángel y le da a comer pan diciéndole: “EL CAMINO ES SUPERIOR A TUS FUERZAS”, ese pan fue para Elías fortaleza en medio del cansancio, fue vida para su corazón que clamaba muerte; se trata en últimas del pan que todos nosotros ahora tenemos la posibilidad de comer en cada Eucaristía. Elías con la fuerza del pan y venciendo su propio cansancio camina cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, manifestando así que el alimento dado por Dios cambió su contexto de dolor y de desesperación en un contexto de alegría y esperanza.

En segundo lugar el contexto de la carta a los Efesios, no dista mucho de lo planteado anteriormente; se trata de un contexto de dolor y preocupación; San Pablo un tanto decepcionado de los Efesios les dice: “No pongáis triste al Espíritu de Dios”; pues éstos se habían olvidado del mensaje predicado por Pablo, se habían olvidado del Señor, traduciéndose esta vivencia en disensiones, en cizaña, en divisiones, en egoísmos; y por esta razón Pablo les dice: “desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados, los insultos y toda maldad” y los alienta a cambiar este ambiente doloroso; les habla de Cristo como modelo de oblación y de entrega, les habla de Cristo como pan de vida, y los invita a convertirse en hombres y mujeres nuevos, compasivos, comprensivos, garantes de amor y de perdón. Pablo los exhorta a que se conviertan en víctimas de suave aroma en medio de un contexto de pecado; contexto de ira, amargura y división que será transformado únicamente por la aceptación de Jesucristo como pan de vida y como bebida de salvación.

En tercer lugar, el Santo Evangelio según San Juan, se desarrolla también en un contexto de crítica y por tanto de dolor para el Señor,  la gente le dice: “¿No eres tu el hijo de José y de María?; ¿Cómo es que ahora dices que eres el Hijo de Dios?”,  Jesús experimentó por parte de lo suyos poca aceptación; la gente lo rechazó, la gente se burló de Él, la gente lo despreció; este es el ambiente del evangelio de hoy; y no obstante respirar repudio y desaire; Jesús se levanta en medio de los contradictores y pronuncia el discurso acerca del pan de vida, diciendo con valentía de si mismo: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan no morirá para siempre” y les dice además, “quien coma de ese pan se convertirá en discípulo mío”.

Hermanos y hermanas, así como el discurso sobre el Pan de vida pronunciado por Jesús transformó a los oyentes, así como la invitación de Pablo a los Efesios a alimentarse con el pan de Cristo los transformó en una comunidad nueva, y así como el pan del cielo fortaleció a un Elías casi moribundo; la Sagrada Eucaristía ha de ser para nosotros alimento de vida, Jesucristo ha de ser para nosotros el pan vivo bajado del cielo, nuestra Eucaristía nos ha de convertir en discípulos del Señor y nos ha de dar la sabiduría y la fe que necesitamos para entender que el mayor milagro obrado por Dios en la historia de la humanidad, es haberse quedado en Jesucristo a través de su Cuerpo y de su Sangre en el banquete del amor: la Santa Misa.

Queridos hermanos y hermanas, que nuestra Madre del cielo nos conceda contemplar con los ojos de la fe la presencia real de su Hijo en la Eucaristía y que su ternura nos convierta en pan de vida para nuestros hermanos.

P. Ernesto León D. o.cc.ss