Carnaval: ¿tradición o inmoralidad?, por P. Juan López Díaz

Padre Juan López Díaz, sacerdote de la Diócesis de Huánuco, autor de este artículo. Después de mucho tiempo sin escribir ni publicar en Facebook, hoy quiero compartir algo importante con ustedes, algo que siento profundamente como sacerdote. Espero que estas palabras les sean útiles y las reciban con cariño, respeto y la sinceridad con la que las escribo.
No voy a entrar en una explicación histórica detallada sobre el carnaval —aunque no estaría mal hacerlo—, sino que mas bien será una nota reflexiva.
Muchas personas, incluidos católicos, sostienen que el Carnaval, o “fiesta de la carne”, es inofensivo y, por tanto, los creyentes pueden participar sin problema. ¿Crees que eso es cierto?
Una diversión sana, respetuosa, moderada y expresiva del arte puede traer consigo felicidad, fraternidad y unidad entre las personas. También puede reflejar la transmisión de buenas tradiciones y costumbres. Imagina cuánto turismo y actividad económica podría generar para nuestros pueblos si todas las actividades se organizaran con orden. En caso contrario, sería necesario replantearse urgentemente la organización de los carnavales.
El carnaval no es reconocido como una fiesta religiosa por la Iglesia Católica. Tampoco tiene una fecha fija en el calendario; sin embargo, su inicio y duración dependen del calendario litúrgico cristiano. Generalmente comienza el 20 de enero y culmina un día antes del Miércoles de Ceniza, dando paso a la Cuaresma. Estas celebraciones surgieron como una forma de despedida de los excesos antes del período de ayuno y recogimiento. De ahí proviene la teoría de que “Carnaval” deriva del latín carnem levare, que significa “quitar la carne”, en referencia a la prohibición de consumirla durante la Cuaresma.
Es importante recordar también el Decreto Supremo 384, emitido en 1958 durante el segundo gobierno de Prado Ugarteche, que estableció que los días de carnaval ya no serían festivos, sino laborables, eliminando de facto su celebración oficial.
Algunos consideran que el carnaval rural o andino es una fiesta de la vida, la fertilidad y la reproductividad de cultivos y ganado. Como señaló José A. Lira en un artículo seminal: “El carnaval es un culto a la Pachamama, a la agricultura y a la fauna” (1953: 134).
Según el Diccionario de la Real Academia Española, “carnaval” proviene del italiano carnevale, haplología del antiguo carnelevare, compuesto por carne (“carne”) y levare (“quitar”), calco del griego ἀπόκρεως (apókreōs).
El carnaval no solo tiene raíces paganas, sino que también ha sido enriquecido por tradiciones de diversas culturas a lo largo de la historia. Es una actividad compleja y polémica que ha generado debates y controversias hasta nuestros días.
En este período, parece que todo está permitido. Por eso, muchos participantes, buscando resguardar su identidad, cubren sus rostros con máscaras y disfraces. El escritor romántico francés Víctor Hugo resumió este fenómeno con la frase: “Rostro enmascarado, corazón desnudo”.
En Tomayquichua, desde 2009 hasta la fecha, he manifestado por escrito a los cinco últimos alcaldes —David Herrera Yumpe, Sandro Garay Lara, Moisés Trujillo Herrera, Juan Aguirre Ávila y Marianela Acosta Berrospi— que NO ESTOY EN CONTRA DEL CARNAVAL. Lo que sí me preocupa profundamente son los múltiples desmanes que ocurren: robos, alcoholismo, drogas, vandalismo, etc., causando escándalo y dañando la reputación de nuestro pueblo y nuestras autoridades.
Tomayquichua, como muchos otros pueblos, es un lugar católico y costumbrista. Por ello, no es aceptable suspender el inicio de la Cuaresma debido a una mala organización de los carnavales. La Cuaresma comienza con la celebración del Miércoles de Ceniza, y no puede haber carnavales una vez iniciada esta etapa. Desde 2009, con anticipación, he entregado a algunos clubes el cronograma del inicio de la Cuaresma hasta 2025.
Pareciera que el carnaval se hubiera convertido en un circo distractor, diseñado para adormecer al pueblo y alejarlo de sus verdaderas necesidades, sirviendo así a intereses ideológicos. En el carnaval, toda ley parece abolida, y todo está permitido. ¡No podemos vivir pensando así!
“Todo me es lícito, pero no todo conviene” (1 Cor 10,23).
Debemos entender que siempre hay límites que respetar y verdades que cumplir. El antropólogo Julio Caro Baroja señaló: “El carnaval, quiérase o no, es un hijo (aunque sea un hijo pródigo) del cristianismo; mejor dicho, sin la idea de la Cuaresma, no existiría en la forma concreta en que ha existido desde fechas oscuras de la Edad Media europea”. Rosana Ribera de Gracia añadió: “La mayor dificultad pastoral que plantea el carnaval es haber perdido su referencia a la Cuaresma”. Esta referencia es clave para entender el carnaval.
Pareciera que ya estuviéramos viviendo en un eterno carnaval, dada la cantidad de desórdenes que vemos día tras día. Me dirás que es una fiesta emblemática o Patrimonio Inmaterial de la nación, y puede serlo. Pero un desorden moral no es algo emblemático ni puede ser patrimonio inmaterial de nadie.
No respetar la Cuaresma es una burla y una blasfemia contra Dios. UN CATÓLICO NO DEBE ACTUAR DE ESA MANERA BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA.
Por ejemplo, en la provincia de Ambo —como en muchos otros lugares—, el cierre del carnaval se realizó antes del inicio de la Cuaresma, un gesto maravilloso y ejemplar.
Sin embargo, todo tiene su tiempo y momento, como nos enseña la Sagrada Escritura: “Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol” (Eclesiastés 3,1).
Ve y pide perdón a Dios. No solo pides perdón, sino que promete no volver a burlarte de Él de esa manera. Cuídate de los excesos, especialmente en el aspecto de la bebida, la moral y, sobre todo, el espiritual.
Los siguientes tres puntos no solo aplican para los carnavales, sino también para las fiestas patronales, grupos o movimientos dentro de la Iglesia Católica, especialmente aquellos de carácter cultural o tradicional:
1. No puede ir contra el orden público. No se puede destruir espacios públicos ni privados. Una sociedad sin principios morales vive en caos, donde cada uno impone sus propias reglas, generando anarquía. El carnaval, al desafiar el orden social y político, aumenta los índices de criminalidad: robos, violaciones, peleas, asaltos, subversión, apología de la violencia y vandalismo total. ¿Cómo es posible que ni siquiera se respete a los serenos o policías? ¿Dónde quedó el principio de autoridad?
2. No puede ir contra la moral. Varones vestidos de mujeres y mujeres vestidas de varones. Solo vemos nudismo y toda clase de erotismo vulgar. Se bebe licor indiscriminadamente, se consume drogas y se degenera la imagen femenina, familiar y social. La formación del hogar es fundamental. ¿Cómo es posible que el carnaval hipersexualice tanto, especialmente en la vestimenta? Recuerda: “No cometerás adulterio” y “No desearás la mujer de tu prójimo” (cf. Ex 20, 2-17; Dt 5, 6-21).
3. No puede ir contra la religión. ¿Cómo es posible que, bajo la excusa de tradición, costumbre o libertad personal, se presenten imágenes o expresiones irreverentes e injuriosas contra Dios, Jesucristo, la Virgen María, los santos y las cosas consagradas? Puede que no seas católico, lo entiendo y lo respeto, pero ¿por qué no respetas mi religión? Déjanos vivir nuestro catolicismo sin burlas. Nunca olvides que de Dios nadie se burla. La blasfemia es un pecado nefasto. No podemos callarnos cuando esto sucede; hay que rezar y denunciar que algo está mal.
Recuerda lo sucedido en Francia, en París, durante la inauguración de los Juegos Olímpicos (26 de julio de 2024): actos horrorosos, indignantes y blasfemos. O lo ocurrido en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), con la obra teatral programada para el 30 y 31 de enero de 2025: eso no es libertad teatral, es una ofensa al catolicismo. Estos y otros eventos son un “ataque frontal” a la religión católica, y no podemos permitirlo.
No volvamos al carnaval como si fuera una idolatría. Ten cuidado con la creencia de que, como Dios es bueno y misericordioso, te perdonará todo lo que hagas. Algunas autoridades fomentan ese libertinaje sexual proporcionando preservativos para que los fiesteros “disfruten”, ignorando los riesgos de enfermedades de transmisión sexual.
En una ocasión, le dije a alguien: “Aprovecha que esta semana vienen dos padres para confesarte”. Él respondió: “No, padre. Primero me lo pecaré bien y después me confesaré”. A lo que repliqué: “¿Quién te asegura que llegarás al fin de semana para poder confesarte?”.
El carnaval debería ser un desfile de carros alegóricos y comparsas donde el arte y la creatividad puedan impulsar el turismo y, por ende, la economía local. Se podrían organizar concursos de disfraces, reuniones familiares y encuentros entre amigos que llevan años separados. Las coreografías deberían ser elegantes y llamativas, diferentes a las de años anteriores. La creatividad cómica del carnaval incluye, muchas veces, literatura oral o escrita, géneros musicales y representaciones a través del disfraz, la pantomima y la danza. El carnaval es una expresión de la identidad de cada pueblo o región.
Muchos dirán: “Son nuestras tradiciones y costumbres, y nadie nos las puede quitar”. Yo creo que no se trata de eliminar nada, sino de entender su significado para purificarlo. Es necesario trabajar en equipo, escucharnos y buscar soluciones que promuevan diversiones sanas: agua, talco, serpentinas, confeti, batallas de flores, etc.
Sobre la tala de árboles para los carnavales, es un tema que debe replantearse urgentemente. El cuidado del medio ambiente comienza evitando prácticas como esta.
¿Un católico puede participar en los carnavales? Creo que la respuesta ya está dada.
“Conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1,15).
“Acuérdate de que eres polvo y en polvo te convertirás” (Gén 3,19).
Mucho antes de los carnavales, en muchos lugares se realizan reuniones preparatorias con la participación de todas las autoridades. En esos lugares no hay vandalismo ni desorden moral o cristiano; hay unión del pueblo, beneficio para los habitantes y los visitantes. En algunos lugares, el licor se comparte moderadamente como un acto de comunión llamado chaccha. Se entonan canciones y se bailan danzas acompañadas de instrumentos. A veces, los festejos comienzan con platos típicos o panes tradicionales. La vestimenta también es peculiar en cada zona. En otros lugares, los animales y las cosechas tienen un papel importante en el carnaval. Los concursos han motivado que, año tras año, la organización mejore. Desde juegos hasta competencias de agilidad y fuerza forman parte de esta celebración. Cada localidad y región tiene su propia versión del carnaval.
Al finalizar el carnaval, se realiza una limpieza general organizada por las autoridades, en la que participan clubes, grupos, barrios, movimientos y asociaciones. No es aceptable que quienes organicen el evento dejen todo sucio y desordenado.
Nuestras tradiciones y costumbres no deben desaparecer si nos edifican y hacen más felices. En cada tradición o costumbre que realices, pregúntate: ¿Esto me edifica y me hace feliz?

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