¿Eres un alma reparadora?, por Cathy Calderón Ventocilla
El acto de reparación en la vida espiritual es sumamente importante, sin embargo, no es muy practicada. Si bien es cierto, en las Horas Santas, en las Vigilias, las oraciones de adoración y petición acompañan al creyente; las palabras de desagravio, el propósito de restaurar los Corazones Sagrados de Cristo y María por los daños causados por nuestros pecados y de la humanidad están pendientes.
Jesucristo, el Gran Reparador es nuestra máxima referencia, es la fuente de amor y misericordia. Por eso, es el momento de consolar su Divino Corazón. Jesús en la cuarta revelación a Santa Margarita María Alacoque (junio 1675) le manifiesta:
“He aquí este Corazón que ha amado tanto a los hombres que no escatimó en nada, llegando incluso a agotarse y consumirse, para demostrar su amor, y a cambio, no recibo de la mayor parte de los hombres sino ingratitud, por el desprecio, la irreverencia, los sacrilegios y la frialdad con que me tratan en ese Sacramento de Amor”.

Cuántas ofensas al Señor: profanaciones de altares, robos de Hostias consagradas, quemas de templos, burlas y destrucción a imágenes católicas, asesinatos, corrupción, persecuciones religiosas, mentiras, tibiezas, indiferencias, etc. cuántas espinas recibe su Corazón, por ti y por mí, por la humanidad.
El Papa Pio XI en su encíclica Miserentisimus Redemptor (1928 – numeral 5) expresa que hay un deber en el hombre y es “…el de compensar las injurias de algún modo inferidas al Amor increado, si fue desdeñado con el olvido o ultrajado con la ofensa. A este deber llamamos reparación”.
La reparación será nuestra respuesta de amor a su Corazón dolido, que como Padre espera nuestros abrazos traducidos en palabras y en acciones. Así es, expiar, mortificar, ayunar, todo con amor, no un amor sentimental o resignado, sino actos de amor que curará las llagas del Padre.
En Colosenses 1, 24 San Pablo señala: “Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia”.

“Señor quiero reparar tu Corazón por los pecados ajenos, pero también por mis pecados”, que no se entienda como una transacción de pago, por el contrario, involucra actos que buscan la conversión y la clemencia de Dios para la salvación de las almas. Pio XII en la encíclica Mystici Corporis Christi (1943 – numeral 19) indica: “…se meditará bastante el que la salvación de muchos dependa de las oraciones y voluntarias mortificaciones de los miembros del Cuerpo místico de Jesucristo, dirigidas a este objeto…”
En adelante, que los padecimientos o sufrimientos tengan un sentido purificador, no será sencillo, pero pidamos que la gracia de Dios nos acompañe. Ataquemos el vicio con una virtud, que el ayuno y el mortificar la carne tengan propósitos de salvación y reparación al Sagrado Corazón de Jesús.
Nos acercamos al 31 de octubre fecha que se cometen sacrilegios contra Dios, debido que en varios lugares celebran el Halloween y las prácticas de ocultismo, brujerías no se hacen esperar, pero el mal se contrarresta con el bien, y a ejemplo del apóstol San Juan y la Santísima Virgen María aferrados a los pies de la Cruz lo acompañan mientras otros lo abandonan. Nosotros en las vigilias, en las Horas Santas, en todo encuentro con el Santísimo Sacramento se predisponga una actitud de contemplación, reparación y devoción, acompañado con esta oración:
“Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo; y te pido perdón,por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman”.

Licenciada en Ciencias de la comunicación. Dispuesta a mejorar en el campo profesional para entregar buenos trabajos que agraden a Dios. La Virgen María, San José y San Miguel Arcángel son las luces constantes en su camino.


