Hoy de una manera especial tenemos dos versículos que nos invitan a meditar en la Divina Maternidad de la Virgen María: María es la Madre de Dios porque su Hijo es Dios:

+ «Dios envió a su Hijo nacido de una mujer». Está clara la maternidad verdadera de María que llevó en su seno al Hijo del eterno Padre.

+ «María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón». Es el corazón maternal de María.

Tenemos, pues, claro que María es Madre de Jesús, el hombre Dios, por su cuerpo virginal y por su corazón maternal.

Todos los textos del día tienen un fondo de familia con un corazón: María.

  • Libro de los Números

Nos refiere cómo se bendecían en Israel unos a otros:

«El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz».

Sin duda que en la casita de Nazaret también resonaba esta bendición.

En las familias cristianas también se oye con frecuencia esta bendición que propagó san Francisco de Asís.

Amigos, bendigámonos unos a otros en el nombre del Señor.

  • Salmo 66

«El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros…».

Este salmo es el eco de la bendición del libro de los Números y nos invita a glorificar a Dios:

«Que canten de alegría las naciones… Que te alaben todos los pueblos».

  • San Pablo

Nos dice que «cuando se cumplió el tiempo», es decir, cuando le pareció oportuno a Dios, entró en la historia de los hombres el Verbo de Dios nacido de una mujer.

Jesús viene por medio de María para que recibamos el ser hermanos suyos e hijos adoptivos de Dios.

El Espíritu Santo es enviado por el Padre para que clame entre los seres humanos, entre todos nosotros, la Palabra más maravillosa que puede repetir la criatura, refiriéndose a Dios: «Abbá, Padre».

Esta filiación trae consigo la alegría de que «ya no eres esclavo sino hijo y si eres hijo también heredero por voluntad de Dios».

En el cielo está tu Padre y te espera en tu casa, como decía Jesús: «En la casa de mi Padre hay sitio para todos».

  • Verso aleluyático

Dios habló siempre, pero en el momento que juzgó oportuno quiso hablarnos por medio de su mismo Hijo, a quien debemos escuchar y seguir su ejemplo de vida:

«En distintas ocasiones habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo».

  • Evangelio

Les invito a meditar estos puntos que con sencillez nos presenta San Lucas en este día de la Maternidad Divina en que nos encontramos con María, José y el niñito acostado en el pesebre. Son la familia maravillosa a la que visitan sobre todo los pastores:

+ Llegan los pastores y encuentran «a María y a José y al Niño acostado en el pesebre…». Descubren el gran tesoro que es la Sagrada Familia que acuna al Salvador.

+ Los pastores comienzan a «evangelizar» contando todas las maravillas que les han dicho de ese Niño.

+ Cuantos están presentes se admiran de lo que decían los pastores.

El Evangelio, proclamado con sencillez, causa admiración siempre.

+ San Lucas hace hincapié en la atención especial que María daba a todo y dice de ella: «María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón».

¡Guardar y meditar!

Hermoso modelo de cómo debemos también nosotros meditar en la vida y enseñanzas de Jesús.

+ Los pastores regresaron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído: «Todo como les habían dicho» los ángeles.

En la segunda parte del Evangelio, nos refiere San Lucas que a los ocho días llevaron a circuncidar al Niño Jesús que era la forma de ingresar los varones «oficialmente» en el pueblo de Dios.

En ese momento, como era costumbre, «le pusieron por nombre Jesús».

Su nombre es nuestra fortaleza, como se nos refiere de manera especial en los Hechos de los apóstoles que evangelizaban y hacían milagros en el nombre de Jesús.

Hoy dos vivencias para nuestra fe: el corazón de María y el nombre de Jesús que la liturgia celebrará el 3 de enero.

¡Que la Santísima Trinidad bendiga nuestro Año 2023!

José Ignacio Alemany Grau, obispo