Homilía del Domingo XXII del Tiempo Ordinario: Los Mandamientos, regalos de Dios

El hombre desde el principio ha querido ser autónomo y huye de todo mandamiento o imposición.

Pero no únicamente de los mandamientos de Dios. Difícilmente acepta los mandamientos o leyes sociales y procura rehuirlas.

Por eso ningún gobierno humano puede satisfacer. La humanidad necesita algo que venga de más arriba para reconocer su autoridad.

  • Deuteronomio

Moisés comunicaba los preceptos que Dios dio a su pueblo, pidiendo que si escuchamos los mandatos y decretos del Señor viviremos y entraremos a tomar posesión de la tierra prometida, la tierra de Canaán, que será el símbolo de la tierra celestial.

También pide fidelidad:

“No añadáis nada a lo que os mando ni suprimáis nada”.

Al mismo tiempo el gran legislador advierte que los mandamientos del Señor son un signo de la sabiduría e inteligencia de Israel ante los demás pueblos que los alabarán.

Termina Moisés diciendo que no hay ninguna nación comparable con Israel que tiene cerca al Señor y la sabiduría de sus preceptos.

  • Salmo 14

El salmista se pregunta quién puede habitar en la casa de Dios y la respuesta es: el que cumple los preceptos del Señor.

”El que procede honradamente y practica la justicia… el que no hace mal al prójimo y honra a los que temen al Señor…”

  • Santiago

Sabemos que Santiago es un apóstol muy concreto en sus escritos y toda su carta debe ser motivo de nuestra meditación.

Hoy nos pide que aceptemos las exigencias que Dios tiene para con nosotros:

“Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvarnos”.

Y añade: “llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla engañándonos a vosotros mismos”.

Termina el párrafo advirtiéndonos muy concretamente:

“La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo”.

  • Verso aleluyático

Este versículo que pertenece a Santiago nos invita a recordar algo que fácilmente olvidamos:

Que Dios es nuestro verdadero Padre porque con la Palabra de la verdad nos engendró para que seamos como la primicia de sus criaturas.

  • Evangelio

Después de haber meditado el capítulo 6 de San Juan volvemos a la narración de nuestro compañero del ciclo B, San Marcos, y nos fijamos en dos puntos concretos que nos recuerda Jesús:

El primero pertenece a Isaías:

“Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí”.

Esto es algo que lamentablemente se repite entre nosotros porque más bien enseñamos preceptos humanos, que incluso muchas veces no cumplimos.

Y el segundo es importante para que tengamos claridad de conciencia.

Jesús nos advierte que la responsabilidad y el pecado no vienen nunca de fuera, aunque pueda ser la peor tentación o quieran forzarnos a pecar.

Mientras la llave de la voluntad no abre, nunca hay pecado.

Lo que sale de nuestra voluntad, eso sí nos da responsabilidad para el bien o para el mal. Para ganar méritos o cometer pecados.

Por eso cuidemos siempre la voluntad para hacer lo que Dios espera de nosotros.

José Ignacio Alemany Grau, obispo