Homilía del Domingo XXVII del Tiempo Ordinario: Belleza de la creación del primer matrimonio

Nuestra sociedad va buscando la solución a todos los problemas de la naturaleza física.

Vemos cómo protege la creación, mientras tanto se actúa contra la naturaleza misma del ser humano con leyes que obligan a desproteger lo que es fruto de la naturaleza misma del hombre.

Hoy la liturgia nos recuerda la belleza de la primera creación, bajo imágenes importantes.

  • Libro del Génesis

Nos habla de cómo Dios modeló de la tierra todas las bestias del campo y los pájaros del cielo. Se los presentó a Adán para que les pusiera nombre con lo cual tomaba posesión de ellos.

Pero Adán no encontró ninguno como él que le ayudase.

Entonces Dios lo durmió y de su costilla formó a una mujer.

Esta sí agradó al primer hombre que se alegró diciendo: “Ésta sí es carne de mi carne y hueso de mis huesos”.

En aquel momento Adán consagró el primer matrimonio con estas palabras:

“Por eso abandonará el varón a su padre y a su  madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”.

Así nació el primer matrimonio que, como ha repetido hace unos días el Papa Francisco,  solo se da en la unión de un hombre con una mujer.

  • Salmo 127

Describe la belleza de la familia creada por Dios con estas palabras:

“Tu mujer, como parra fecunda en medio de tu casa, tus hijos como renuevos de olivo alrededor de tu mesa”.

Y el marido descrito como el hombre que teme al Señor y sigue sus caminos.

  • Carta a los hebreos

La carta fundamentalmente nos habla del sacerdocio de Jesús y hoy nos recuerda cómo Él ha dado la vida en la cruz por nosotros y con su sangre nos ha hermanado a los hombres, entre nosotros y con Dios.

De esta manera “el Santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso (Jesucristo) no se avergüenza de llamarlos hermanos”.

  • Verso aleluyático

Si nos amamos entre nosotros, Dios y su amor permanecen en nosotros.

  • Evangelio

Jesús, refiriéndose a su Evangelio, defiende con claridad que el divorcio es pecado tanto cuando el hombre se casa con otra mujer o la mujer se casa con otro hombre.

Los judíos le dicen a Jesús: “Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio”.

Jesús aclara que “por vuestra terquedad dejó Moisés escrito este precepto. Pero al principio no fue así”.

Y citando el Génesis que ha sido la primera lectura de hoy, dice que “Dios los creó hombre y mujer. Por eso, abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”.

Refiriéndose al sacramento del matrimonio que trae el Evangelio, concluye:

“Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”.

La segunda parte de este párrafo evangélico nos cuenta cómo se acercaban los niños a Jesús para que los tocara. Al ver que los discípulos los regañaban Jesús se enfadó y les dijo:

“Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, de los que son como ellos es el Reino de Dios”.

Como una prueba de cariño especial que tenía a los pequeños, “los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos”.

Será bueno meditar cómo necesita nuestra sociedad reconocer a los niños como los preferidos de Jesús y precisamente en ellos está el futuro de la humanidad y su estabilidad en la tierra.

José Ignacio Alemany Grau, obispo