Homilía del XI Domingo del Tiempo Ordinario: la semilla crece si la siembras

Las lecturas de hoy nos hablan del reino de Dios a través de una alegoría del Antiguo Testamento y unas parábolas de Jesús en el Nuevo.

Hablemos, pues, del reino de Dios, primero profetizado y después aclarado por el mismo Jesús.

  • Ezequiel

El profeta nos presenta una bella alegoría (metáfora continuada) de un ciprés, en dos tiempos:

La primera parte, se refiere al Antiguo Testamento; y la segunda, que recoge la lectura de hoy, se refiere al Reino de Dios que nos presentará Jesús en el Evangelio del día.

Nos fijamos en la segunda parte del párrafo de Ezequiel:

«Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré… en la montaña más alta de Israel… Anidarán en él aves de toda pluma, anidarán al abrigo de sus ramas».

A continuación, el profeta hace esta aplicación práctica:

«Todos los árboles silvestres sabrán que yo soy el Señor, que humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes».

Hermosa aplicación similar a la enseñanza de Jesús: «el que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado».

  • Salmo 91

Nos invita a agradecer a Dios por su manera de actuar en la comparación de los árboles que aplica al justo:

«Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh, Altísimo…

El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios».

Es más, aclara que la vida del justo no pierde la fecundidad con el tiempo: «En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso para proclamar la misericordia del Señor».

  • San Pablo

Nos recuerda el apóstol que nosotros vivimos un tiempo en la tierra sabiendo que nuestra patria está en el cielo. Nos conviene estar siempre preparados y vivir guiados por la fe, teniendo en cuenta que «todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir premio o castigo por lo que hayamos hecho mientras teníamos este cuerpo».

Mantengamos la fe pensando que la vida, en este tiempo, pasa como un destierro y confiamos llegar a vivir junto al Señor. Así llegaremos a la plenitud del gozo.

  • Verso aleluyático

Aclara, una vez más, la idea central que debemos tener presente en todas las parábolas en las que Jesús nos habla del Reino y para ello toma las comparaciones de la vida del campo:

«La semilla es la Palabra de Dios, el sembrador es Cristo. Quien lo encuentra vive para siempre».

Que nadie nos aparte nunca de Jesús ni de sus enseñanzas.

  • Evangelio

El párrafo del Evangelio de hoy cuenta dos parábolas distintas para hablarnos del Reino de Dios.

La primera es muy importante: se siembra y, duerma o vigile el sembrador, la semilla sigue creciendo, si tiene buena tierra, hasta que llegue el momento de la cosecha.

Para dormir con tranquilidad el sembrador debe tener la seguridad de haber sembrado semilla buena en un buen terreno.

Entonces, duerme feliz y la semilla (el Reino) sigue cumpliendo su proceso de crecimiento.

La segunda parábola nos habla del grano de mostaza: «Al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas».

Ambas parábolas suponen un aspecto muy importante: el Reino de Dios, que es como semilla, debemos sembrarlo con generosidad y, si la semilla es buena y cae en buena tierra, crecerá el Reino de Dios, crecerá la Iglesia…

En nuestro tiempo, tengamos siempre presente lo fundamental: Si queremos cumplir la obligación que tenemos de evangelizar, sembremos la buena semilla, el Evangelio auténtico enseñado por Jesús que nos llega por la tradición de la Iglesia, y pidamos al Espíritu Santo que haga fecunda la tierra sobre la que cae esta fecunda semilla.

José Ignacio Alemany Grau