Homilía del Domingo de la Solemnidad de la Santísima Trinidad

En este domingo la Liturgia nos conduce a la meditación del misterio más grande del Cristianismo: Un solo Dios que ha creado todo, que posee todas las virtudes y lo puede todo y, al mismo tiempo, ese único Dios es tres Personas distintas.
- Proverbios
La Sabiduría infinita de Dios, personificación del Verbo Divino, hablando de sí misma, nos dice:
«El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui engendrada…».
Pensamos que esta sabiduría pertenece a las tres Divinas Personas porque las tres han creado cuanto existe.
Pensemos un poco más en este párrafo tan bello del libro de los Proverbios:
«… Cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a Él como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia; jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres».
Cuánto amor compartido por las tres Divinas Personas, antes de la creación del mundo; amor que por el Verbo encarnado llegará a toda la humanidad.
- Salmo 8
Este salmo glorifica al Señor por sus obras magnífica. Comienza diciendo:
«Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra».
Luego, dejándose llevar de la imaginación ante la obra maravillosa del Creador añade:
«Cuando contemplo el cielo obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder?».
Luego el salmista admira cómo, a pesar de la pequeñez del hombre, Dios le manifiesta su amor: «lo coronaste de gloria y dignidad».
A este hombre, su creatura, Dios le ofrece todo: «Todo lo sometiste bajo sus pies».
- San Pablo
Nos enseña que por medio de Jesucristo hemos recibido la justificación y estamos en paz con Dios. Nos dice el apóstol:
«Nos gloriamos en las tribulaciones sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia virtud probada, la virtud, esperanza y la esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado».
- Verso aleluyático
Este versículo nos invita a repetir, como lo hacemos frecuentemente en nuestra oración:
«Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene».
De esta manera toda nuestra vida estará en las manos de Dios y dispuestos a hacer su voluntad.
- Evangelio
Es un párrafo de San Juan en el que Jesús nos habla de las tres Divinas Personas para que glorifiquemos a nuestro Dios:
«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora. Cuando venga el Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena, pues lo que hable no será suyo. Hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir».
Jesucristo, siempre preocupado por la humanidad, nos ofrece el Espíritu Santo para que podamos entender lo que Él dijo y vivió.
Finalmente, el párrafo concluye: «El Espíritu Santo me glorificará porque recibirá de mí lo que os irá comunicando».
Todavía hay otra afirmación más que nos ayuda a descubrir algo del misterio trinitario:
«Todo lo que tiene el Padre es mío».
Si esto mismo que tiene el Padre es lo que por la voluntad del Verbo nos acerca a nosotros el Espíritu Santo, tenemos una pequeña explicación del misterio de la Trinidad Santa. En ella, como solemos decir:
«Todo es común en las tres Divinas Personas, excepto la relación de Personas».
Para expresarlo de una manera muy sencilla: hay un solo Dios y tres Personas distintas a las que amamos y adoramos por igual.
+ José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

Redentorista. Obispo Emérito de Chachapoyas y escritor. Cada semana comparte a ‘Perú Católico’ su Homilía dominical.