La tolerancia, por Johan Leuridan Huys

La tendencia al individualismo iba acompañada con la exigencia de la tolerancia. El concepto tradicional de tolerancia indica el respeto por las ideas diferentes. La persona no puede conocer la verdad y tomar decisiones, más que por su juicio y libertad sin una coacción exterior. Sin embargo, el ser humano está expuesto a los limites de su educación, ambiente, capacidades, familia, entorno social-económico, etc.
La persona tiene el derecho de no ser coaccionada por las autoridades de la sociedad, incluso cuando se equivoca. El único motivo para intervenir sería el orden público. Se trata, en primer lugar, del Poder Judicial, para proteger los derechos humanos y hacer cumplir los deberes que están expresados en la Constitución. El Estado debe sancionar a todas las expresiones que van contra del orden público. La negligencia y la misma corrupción de las autoridades, darán las posibilidades de explotación y malversación a los grupos corruptos de poder económico y a la extorsión a los delincuentes. Sin embargo, los valores nacen en las conciencias de las personas y ellas los otorgan a los gobiernos. Por lo tanto, existe el derecho de criticar a los gobiernos que no respetan los derechos humanos como por ejemplo la corrupción, las injusticias, el derecho a las elecciones, la crítica a ciertas medidas de gobiernos, como llamar a elecciones después de meter presos a los líderes de oposición etc. De por medio está el bien común que promueve que todos los seres humanos tengan el derecho a una vida digna.
Sin embargo, actualmente la libertad es aparente porque el dinero monopoliza el derecho de manejar los medios y las redes con supuesta diversión, telenovelas, noticias falsas, vulgaridad, ejemplos de la vida escandalosa de la farándula nacional e internacional etc. Estos mensajes superficiales, siembran indiferencia, egoísmo, envidia y hedonismo. Las personas pierden el sentido crítico porque las lavaron el cerebro. Contra esta corriente existe el peligro del fundamentalismo. La persona no tiene la capacidad de vivir con un entorno que lo cuestiona y se refugia en su propio pensamiento y grupo, evitando todo contacto con otros. Evidentemente, la persona necesita una autonomía que le permite analizar y dialogar. La secularización es también fundamentalista, pero el entorno actual trae también el avance de las ciencias que merecen ser escuchadas. Una sociedad que entiende el pluralismo como una exigencia radical se enfrenta con el problema de definir la dignidad humana. Los intereses de unos van a veces en contra de los intereses de otros. El filósofo, Zizek, comenta que un movimiento en India obligó a Mcdonald que no podía preparar las papas fritas con grasa de vacas, pero en ciertas zonas de India existe el ritual de quemar a la esposa después de la muerte de su marido.
Los autores de la Ilustración, como Kant, no se limitaban a la conquista de la tolerancia y la autenticidad. Ellos defendían los valores éticos. Sin valores e ideales la tolerancia llevaría a la destrucción de la propia cultura. De tolerancia y escepticismo puede nacer la decepción. Son valores que no promueven la realización de los grandes valores que necesita la dignidad humana de la sociedad. Cada uno tiene el derecho de reivindicar su propia identidad, pero no de poner ese derecho en la Constitución.
Mónica Canto-Sperber, filósofo, francesa, observa que se puede sin duda constatar estadísticamente la pluralidad, pero esto no significa que sea una doctrina moral. Hay mucha diferencia entre una observación sociológica y una doctrina moral. Aristóteles no piensa en dos formas de vida con igual valor, como algunos modernos quieren interpretar. Existe un fin excelente en la vida que vale para todos: la virtud moral no puede florecer en diferentes áreas de la vida social.
El filósofo, peruano, Fidel Tubino, afirma que todas las culturas, incluso la ilustrada, es decir, la que enarbola el respeto a la autonomía como valor supremo, albergan costumbres u hábitos que atentan contra la dignidad humana.
El respeto por la variedad de culturas, opiniones y el respeto de las normas universales será una tarea permanente. La cultura y la política no pueden ser la única y última norma porque pueden irse contra la dignidad humana. A partir de la filosofía puede darse una reflexión critica de la religión, pero el nivel de discusión será el filosófico. La verdad de Cristo se manifiesta sobre todo en el amor entre los fieles. Leemos en I Juan, 2,9: “Si alguien piensa que está en la luz mientras odia a su hermano, está aún en las tinieblas”.
Sin embargo, nuestra inteligencia, inserta en los límites de nosotros mismos y de nuestro mundo, no puede expresar la totalidad del misterio. La Iglesia está en peregrinación hace la revelación total al fin del mundo. Hay inevitablemente un pluralismo en el pensamiento de la Iglesia porque la Iglesia debe pensar y expresarse en culturas diferentes. Este conflicto ya se presentó en la primera comunidad cristiana, sobre la circuncisión de los no judíos. También dentro de la Iglesia debe promoverse la tolerancia.
En una sociedad abierta solo se superará sus conflictos si todos se obligan a respetar la dignidad humana. Es importante determinar la relación entre autonomía y dignidad humana, sobre todo en una sociedad donde la secularización busca marginar la religión en el espacio público.

Dominico. Doctor en teología. Miembro honorario de la Sociedad peruana de Filosofía. Ex decano de la USMP.