El futuro Pontífice ya tiene sotana

Una de cada cinco tiendas en Roma es una sastrería para eclesiásticos. Las hay sencillas, pero también con solera, como Gammarelli. Estos días en su escaparate ya se pueden ver las tres sotanas blancas que el Vaticano les ha pedido que confeccionen para vestir al próximo Papa. «Nos han encargado tres tallas, una grande, una mediana y otra pequeña. Cuando sea el momento, veremos», comenta Lorenzo Gammarelli, la sexta generación de una familia de sastres, cuya especialidad desde 1798 ha sido vestir a Papas y cardenales.

En el interior de la tienda, ubicada detrás del Panteón y junto a la Iglesia de Santa María sopra Minerva, cuelgan las fotografías de sus clientes más ilustres, los Papas Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Cada sotana lleva una media de tres días y medio para ser confeccionada. «Lo más difícil es acertar en la altura», comenta el propietario de esta tienda de alta costura.

Una vez elegido el nuevo Papa, los sastres no tienen permitido entrar en la Sala de las Lágrimas, donde se viste el Pontífice antes de salir a saludar a los fieles que le esperan en la Plaza de San Pedro. «Debe presentarse directamente en el balcón vestido de Papa. Nosotros no podemos hacer ajustes, por lo que las vestimentas tienen que estar preparadas con mucha antelación», señala.

Sotana y muceta

Gammarelli solo ha preparado la sotana blanca -color reservado para los papas, incluso si es emérito- y una muceta roja. El resto de la vestimenta se saca de la sacristía de la Basílica de San Pedro. Las estolas, por ejemplo, suelen ser antiquísimas y el Papa recién elegido escoge entre las más vistosas.

Todo lo que sucede en la famosa Sala de las Lágrimas, llamada así porque más de un Pontífice recién elegido rompió a llorar, es muy fugaz.

Más cerca del Vaticano, en el barrio Borgo Pío, otro negocio familiar, el de Raniero Mancinelli, también se dedica a la sastrería eclesiástica. «Ahora que los cardenales vienen a Roma aprovechan para renovar todos sus hábitos porque aquí es más económico que en sus lugares de origen», explica.