Homilía del Domingo XXX del Tiempo ordinario: La curiosidad salvó a Zaqueo
Las lecturas del ciclo C de este domingo XXXI del tiempo ordinario hay que leerlas muy despacio porque tienen respuestas importantísimas para el momento en que estamos viviendo.
- Libro de la Sabiduría
Nos explica que el mundo entero es para Dios como un granito de arena en la balanza. Todo lo que existe ha recibido de Dios la “vida”.
Dios lo ha creado todo y ama todo hasta el punto de que este libro de la Biblia llama a Dios «Amigo de la vida».
En el mundo hay pecadores, pero a todos los quiere el Señor y por eso les ha dado la vida y, de una manera muy pedagógica «corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes para que se conviertan y crean en ti, Señor».
No olvidemos que todo pecador en el plan de Dios es querido por su capacidad de salvación.
- Salmo 144
Este salmo nos invita a glorificar al Señor como nuestro Dios y Rey verdadero. Es bueno que repitamos con el salmista:
«Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey, bendeciré tu nombre por siempre jamás».
El salmista se apoya en estas características del Señor:
«Es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas».
- San Pablo
Dos cosas destaca el apóstol en este parrafito de su carta a los tesalonicenses. La primera es una oración por sus lectores pidiendo que «Dios os considere dignos de vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe».
La segunda, es un consejo importantísimo que quiere ayudarnos en este momento que para algunos es como el fin del mundo. Ya en aquel tiempo empezó a correrse la realidad de «distintas revelaciones, dichos o cartas nuestras (de Pablo) como si afirmásemos que el día del Señor está cerca».
Meditemos estas palabras de San Pablo cuando nos digan también que con tantas torrenciales lluvias, huracanes y terremotos se acerca el fin del mundo.
- Verso aleluyático
Para algunos padres de familia de hoy puede sonar muy raro, pero tratándose del mejor padre de familia, el Padre Dios, entregar a su Hijo inocente para salvar a unos pecadores es inimaginable, pero ha sido una realidad:
«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único».
- Evangelio
Es muy simpático y bajo ese atractivo tiene unas enseñanzas muy profundas:
Zaqueo, hombre rico y recaudador de impuestos, tenía tan mala fama como todos los que estaban al servicio de Roma, con lo que se enriquecían.
Zaqueo era pequeño de estatura. Se empeñó en ver a Jesús y se fue corriendo a un lugar por donde iba a pasar el Señor. Sin dejarse condicionar por la vergüenza se trepó en una higuera (sicomoro). Cuando Jesús llegó a donde estaba él, alzó los ojos y sin más, lo llamó por su nombre: «Zaqueo, baja enseguida porque hoy tengo que alojarme en tu casa».
Pronto aparecieron los comentarios y críticas de los fariseos:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Lo que aconteció fue totalmente distinto porque mientras ofrecía su banquete, Zaqueo dijo delante de todos:
«Mira, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más».
La conclusión la saca Jesús y no los fariseos que siempre están en contra del Maestro:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa. También este es hijo de Abraham».
Cuántas enseñanzas podemos sacar de la liturgia de este día, lecturas que les invito a volver a leer y meditar en familia.
José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

Redentorista. Obispo Emérito de Chachapoyas y escritor. Cada semana comparte a ‘Perú Católico’ su Homilía dominical.

