Homilía del primer Domingo de Cuaresma: Déjate conducir por el espíritu

Perú Católico, líder en noticias.- Según el prefacio del primer domingo estas son las enseñanzas de la cuaresma.

El protagonista es Jesús, Señor y Maestro:

+ Penitencia cuaresmal: ayuna cuarenta días.

+ Rechaza las tentaciones del enemigo para sofocar la fuerza del pecado.

+ Nos ha enseñado a caminar por la pasión y muerte a la Pascua, la de Él que ya pasó y la nuestra que será una gozada: encontrarnos en los brazos de nuestro Creador y Padre en una Pascua eterna.

  • Deuteronomio

Moisés pide al sacerdote que cuando reciba las ofrendas de los fieles, del Antiguo Testamento, les recuerde que esa oblación es el agradecimiento por la providencia de Dios, el cual se ha portado como un verdadero Padre con todos y cada uno de los fieles, sacándolos de la esclavitud de Egipto  y haciéndolos un pueblo que vive en libertad en “una tierra que mana leche y miel”.

Será bueno que aprovechemos la oportunidad para ofrecernos a Dios en agradecimiento por la salvación que nos ha dado en Cristo Jesús, que con su muerte y resurrección nos ha hecho pasar de la muerte que mereció nuestro pecado a la vida definitiva con la Pascua de Jesús.

Así la liberación del pueblo judío, que pasó de la esclavitud de Egipto a la libertad de la nueva tierra, será siempre el símbolo de la Pascua con que nos liberó Jesús.

  • Salmo 90

El salmo de hoy nos lo recuerda la liturgia para que pensemos que si lo empleó el diablo distorsionando su sentido, nosotros procuremos aprovecharlo para confiar en la misericordia de Dios que siempre nos protege:

Si nos ponemos en manos de Dios con la confianza de hijos con su Padre podremos estar seguros de que Él cumplirá su promesa:

“Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré”.

Esto quiere Dios para cada uno de nosotros: ¡glorificarnos!

  • Romanos

San Pablo nos recuerda que Dios no hace acepción de personas. Para Él todos somos queridos y aceptados:

“Todo el que invoca el nombre del Señor se salvará”.

Por eso Dios nos ha regalado su Palabra.

Con gratitud llevemos siempre la Palabra de Dios, que es Jesucristo, en los labios y en el corazón.

Teniendo siempre a Jesús en nuestra vida con fe auténtica, seremos justificados y santificados ante Dios.

Ninguno que tenga fe verdadera en Jesucristo, el enviado del Padre, quedará defraudado.

¡Qué importante es la fe en el Hijo que el Padre nos dio para salvarnos!

  • Evangelio

La primera lección para nosotros es que el verdadero cristiano debe dejarse conducir en todo por el Espíritu Santo.

Esto hizo Jesús que empezó su vida pública siguiendo el impulso del Espíritu Santo.

Tengamos presente que todo lo más importante de hizo Jesucristo comenzó con oración profunda.

Esto lo vemos especialmente ahora, al comenzar el apostolado y en el huerto al empezar la pasión.

¿Y qué pasó en el desierto?

Que Jesús ayunó y rezó.

¡Qué feliz debió estar en comunicación continua con su Padre!

Jesús ayunó y rezó.

Posiblemente nuestra oración se parece muy poco a la de Jesús, pero Él ha querido ser el mejor Maestro para nuestra oración.

A continuación el Evangelio nos presenta al diablo interpretando la Biblia:

¡Qué cosa más fea!

La verdad es que si él interpretara bien la Biblia, perdería su “clientela” y esa falsa interpretación es la que enseña a sus clientes.

Por su parte Jesús da la explicación correcta para que sus “hijos”, en el momento de la prueba, no nos dejemos llevar por la conveniencia.

La Palabra de Dios es suya y no nuestra y no podemos jugar con ella.

En fin de cuentas la Palabra es el Verbo, el Verbo encarnado que es Jesucristo (Dios con nosotros) y por Él que es camino y verdad, llegamos al Padre:

En la Palabra está nuestra salvación.

Cuando Jesús venció al diablo, éste agachó las orejas y se marchó con el rabo entre las patas “hasta otra ocasión”.

Debemos estar siempre alerta y no olvidar que el diablo “como león rugiente, anda buscando a quien devorar”.

Aprendamos de Jesús a vencerlo.

José Ignacio Alemany Grau