Homilía del XXIV Domingo del Tiempo Ordinario: Perdona y te perdonarán
Perú Católico, líder en noticias.- Con las lecturas de hoy la liturgia nos da una enseñanza sencilla que nos cuesta practicar porque somos orgullosos. No soportamos la humillación porque somos creídos y nos duele que “un cualquiera” se atreva a herir nuestra fama, nuestros intereses, nuestros gustos y planes e incluso nuestros caprichos.
Por algo insistía Jesús en que le imitemos porque Él es “manso y humilde de corazón”.
Veamos las enseñanzas de hoy.
El Eclesiástico
Nos da una serie de consejos para conseguir el perdón de Dios. Todos ellos, en realidad, se reducen al tema central del día:
“Perdona la ofensa a tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas”.
Hace además una reflexión que parece de sentido común:
¿Cómo pedir perdón a Dios si no se perdona al prójimo?
“No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados?”
Y termina diciendo: “recuerda los mandamientos y no te enojes con tu prójimo, (recuerda) la alianza del Señor y perdona el error”.
El salmo 102
El salmo responsorial nos enseña que Dios es misericordioso y debemos aprender de Él teniendo misericordia con el prójimo:
“El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en misericordia”.
Meditemos que la actitud de Dios frente a los pecados de los hombres es perdonar, fruto de su bondad y compasión:
“Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; Él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura… No está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo”.
El salmo resalta, a continuación, que Dios no es como nosotros y “no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas”.
San Pablo a los Romanos
No somos señores unos de otros. Tampoco somos señores de nosotros mismos.
Solo hay un Señor, Dios que se hizo hombre para redimirnos del pecado y conseguir que todos los hombres seamos sus servidores para felicidad nuestra.
Nuestro Redentor es el dueño de todo. Él quiso redimirnos porque sabe mejor que nosotros que solo en Él encontramos la verdadera felicidad.
Por eso “en la vida y en la muerte somos del Señor”.
El único dueño del mundo es Dios. Él solo tiene la paz, la alegría y el gozo que buscamos.
¡Que Él sea también nuestro único Señor!
Versículo aleluyático
Este versículo nos lleva a la plenitud del amor para con el prójimo.
Antes de Jesús la ley mandaba “amar al prójimo como a ti mismo”.
Con Jesús el amor, que llama “mi mandamiento” es mucho más profundo: “que os améis unos a otros como yo os he amado”.
¿Por dónde andas amigo? ¿Por el Antiguo Testamento o por el Nuevo, el de Jesús?
El Evangelio
Pedro preguntó a Jesús:
“Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le he de perdonar? ¿Hasta siete veces?”
Jesús le responde:
“Setenta veces siete” que no es cuatrocientos noventa… sino “siempre”, por el simbolismo de los números ya que sabemos que el siete indica perfección y plenitud.
La caridad es esencial en el Reino de Jesús.
Gustemos la parábola de hoy.
Jesús exagera para que entendamos la diferencia entre el amor de Dios al hombre y el amor del hombre a otro hombre.
Te invito a fijarte en dos cosas concretas:
+ La frase “ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
+ La diferencia entre diez mil talentos (una millonada) y cien denarios (sueldo de cien días para un obrero).
El Señor tiene compasión de su primer servidor y le perdona todo. En cambio él frente a las mismas palabras que le dijo el consiervo, no fue capaz de perdonar unos centavos y lo mandó a la cárcel.
Jesús quiere que aprendamos de Dios cómo debemos tratar a los hombres.
La última frase de la parábola es muy importante:
“Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Todo esto nos invita a recordar la oración de Jesús:
“Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo
Medio de comunicación digital líder en informaciones. 12 años evangelizando con las buenas noticias.