Papa Francisco: “María es el primer ser humano que ha creído en Dios acogiendo la carne de Jesús”

En este domingo continúa la lectura del sexto capítulo del Evangelio de Juan, donde Jesús, después de haber cumplido el gran milagro de los panes, explicando a la gente el significado de la “signo” (Jn 6,41-51).

Como había hecho antes con la samaritana, partiendo de la experiencia de la sed y del signo del agua, aquí Jesús parte de la experiencia del hambre y del signo del pan, al revelarse a Sí mismo e invita a creer en Él.

La gente lo busca y lo escucha, porque estaba entusiasmada con el milagro; pero cuando Jesús afirma que el pan verdadero, dado por Dios, es Él mismo, muchos se sorprenden, y comienzan a murmurar entre ellos, “de él no conocemos su padre y a su madre? ¿Cómo, entonces, puede decir: “Yo he descendido del cielo”? » (Jn 6,42). Entonces Jesús dice: “Nadie puede venir a mí si no los trae el Padre que me ha enviado”, y añade: “El que cree tiene vida eterna” (vv 44.47.).

Nos sorprende, y nos hace pensar esta palabra del Señor. Esta introduce en la dinámica de la fe, que es una relación: la relación entre la persona humana y la persona de Jesús, donde juega un papel decisivo el Padre, y por supuesto, el Espíritu Santo – que está implícito aquí. No basta encontrar a Jesús para creer en él, no basta sólo leer la Biblia, el Evangelio; ni siquiera presenciar un milagro … Muchas personas han estado en contacto cercano con Jesús y no han creído, de hecho, lo han despreciado y condenado. Esto es debido a que sus corazones estaban cerrados a la acción del Espíritu de Dios. Pero la fe, que es como una semilla en lo profundo del corazón, florece cuando nos dejamos “atraer” del Padre a Jesús, y “vamos a Él” con una mente abierta, sin prejuicios; entonces reconocemos en su rostro el Rostro de Dios y en sus palabras la Palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la relación de amor y de la vida que hay entre Jesús y Dios Padre.

Entonces, con esta actitud de fe, podemos entender el sentido del “pan de vida” que Jesús nos da, y que Él lo expresa de esta manera: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo “(Jn 06:51). En Jesús, en su “carne” – es decir, en su concreta humanidad – está presente todo el amor de Dios, que es el Espíritu Santo. Quien se deja a atraer de este amor va a Jesús con fe, y recibe de Él la vida, la vida eterna.

Uno que ha vivido esta experiencia de una manera ejemplar es la Virgen de Nazaret, María. El primer ser humano que ha creído en Dios acogiendo la carne de Jesús. Aprendemos de ella, nuestra Madre, la alegría y la gratitud por el don de la fe. Un regalo que no es “privada”, sino es para compartir: es “para la vida del mundo”!