Sacerdote cuenta cómo fue salvado del infierno por la Virgen María
Descuidó su vida de oración y sacramental. Tuvo advertencias, pero ciego continuó sin nutrir su alma y ministerio sacerdotal. Como consecuencia dejó de ser sacerdote de Cristo… y hubo sentencia.
En la Audiencia General de este miércoles 16 de diciembre, el Papa Francisco ha reflexionado sobre el perdón, enseñando que “Dios perdona todo”. Agregó además que “… cuando reconocemos nuestros pecados, pedimos perdón, hay fiesta en el cielo, Jesús hace fiesta en el cielo y esta es su misericordia”.
El sacerdote Steven Scheier es un testigo predilecto de esta verdad que enseña Papa Francisco. En su caso, la experimentó de forma sensible y extrema, regresando de la muerte tras casi fallecer en un accidente automovilístico, escapando del infierno que era su condena, gracias al auxilio de la Santísima Virgen María…
Steven fue ordenado sacerdote diocesano el 26 de mayo de 1973 en la diócesis de Wichita (Kansas, U.S.A.) y su primer destino era servir a la comunidad de la parroquia del Sagrado Corazón, en Fredonia. Si bien cumplía con los deberes que le estaban asignados y los feligreses tenían un buen concepto del joven sacerdote, la verdad es que no cultivaba su fe, su vida espiritual; cuestión que era desconocida no solo para quienes le rodeaban. Incluso el propio Steven no alcanzaba a sopesar la fatal dimensión de su fragilidad…
No cuidaba su alma
Le preocupaba más lo que otros pensaran de él, que ser fiel a su ministerio sacerdotal. Cuidar el prestigio y creer que debía competir con sus compañeros sacerdotes de la diócesis para ser bien conceptuado, era una tentación constante. Tampoco acudía muy asiduo a la dirección espiritual con otros sacerdotes, ni obtenía provecho de ellas para su conversión. Lo mismo ocurría en su escaza vida de oración personal; y con el paso de los años, fue entibiándose además su certeza de que Dios mismo estaba presente en la Eucaristía.
La crisis del alma se evidenció luego en negligencias pastorales que era incapaz de reconocer. Siempre lleno de compromisos, poco tiempo dejaba para la reflexión sincera. Así, aunque se confesaba con regularidad, no lograba palpar el fondo del mal que lo atrapaba. En algunos momentos era consciente de su fragilidad, pero no buscaba los apoyos necesarios para convertirse.
El día inesperado que enfrenta la muerte
El 18 de Octubre de 1985 fue a Wichita, distante a unos 140 kilómetros, para visitar a un sacerdote. Salió temprano por la mañana avisando que regresaría al atardecer. El día transcurrió sin contratiempos y por la tarde tomó nuevamente la carretera 86, que le llevaría de Wichita a Fredonia. Sin embargo era otro su destino. La carretera, llena de curvas en una zona montañosa y sin cunetas laterales, estaba con muchos vehículos circulando… No calculó bien las distancias cuando decidió acelerar su auto para adelantar un camión y antes de poder evitarlo impactó de frente con una camioneta que traía a tres personas, que eran de Houston (Texas).
Con el impacto Steven fue arrojado del vehículo, sufriendo laceraciones en la cabeza, quedando despegado del cráneo el lado derecho de su cuero cabelludo y perdiendo masa encefálica. A pesar de las graves lesiones en una semi-consciencia vio a una mujer que le practicaba los primeros auxilios. Ella era enfermera, venía en un vehículo atrás de él e hizo lo que pudo, pues vio que además Steven tenía el cuello roto…
Los servicios de emergencia le llevaron a un hospital cercano donde lo estabilizaron suturando las heridas, fijando con tornillos a su cabeza una estructura que mantenía su cuello en una sola posición y fue llevado de urgencias en un helicóptero a un hospital de mayor complejidad en Wichita. Estaba con riesgo vital.
Era tan grave su estado que hacía imposible operarlo. Lo pusieron con tracción pues tenía fracturada la segunda vértebra cervical. No había muerto asfixiado en el lugar del accidente gracias al bien hacer de aquella anónima enfermera que le había asistido, impidiendo que moviesen su cuello. Los médicos no daban casi posibilidades de sobrevida al sacerdote que permanecía sedado con morfina. Sin embargo, cuando se supo del accidente, los miembros de su parroquia y de otras comunidades cercanas se pusieron en oración por él. Steven se recuperó así de manera sorprendente y rápida.
Una revelación que le abre el entendimiento
El 2 de Diciembre lo dieron de alta, pero los médicos le advirtieron que lo más probable era que estaría para siempre paralizado del cuello hacia abajo, usando un respirador, mirando hacia el techo por el resto de su vida y sin volver a hablar.
No era eso lo que Dios permitiría para el sacerdote. En el mes de abril de 1986 le retiraron los aparatos que lo tenían inmovilizado. De regreso en su parroquia, algunos días después celebró misa. Correspondía ese día el Evangelio de Lucas, capítulo 13, versículo 6 y siguientes, cuando Jesús cuenta la parábola en que el Dueño de un viñedo ordena al viñador cortar una higuera que no daba fruto desde hacía tres años. El viñador intercede ante el Dueño de la viña y le propone abonarla y cuidarla durante un año más para ver si da fruto, o si no, puede cortarla… Inesperadamente, dice el sacerdote, mientras leía este evangelio, la página se volvió luminosa, creció en tamaño y se acercó hacia él. Sintió –agrega-, un gran sobresalto y terminó la misa como pudo; después tuvo que sentarse incluso, hasta calmarse.
El día de su Juicio
Aún estaba intentando serenarse cuando comenzó a recordar por primera vez un hecho ocurrido instantes después del accidente y que había olvidado. En aquél trance no veía a nadie pero sí escuchaba las voces, que ahora venían a su mente, poniendo también imágenes. En esa conversación, el padre Steven dice que se encontraba en la presencia de Dios. Ante el amor puro de Jesús, el sacerdote recuerda que podía sentir con claridad su ser pecador cuando el Señor le dijo: «Te amo, acércate». Supo así que se enfrentaba a su juicio particular.
Allí fueron puestos en evidencia muchos pecados mortales que no había confesado, por dejar siempre todo eso para más tarde. Dice el sacerdote que sintió luego el Amor Justo de Dios cuando su Señor Jesús le dijo: «Tu sentencia es el infierno por toda la eternidad». Y sólo contestó: «Sí Señor, lo sé». No había excusas, pretextos ni justificaciones posibles. El juicio era justo y lo sabía.
En ese instante el sacerdote cuenta que escuchó una voz femenina intervenir: «Hijo, por favor, ¿puedes perdonar su vida y su alma inmortal?» Y el Señor Jesús contestó: «Él ha sido sacerdote por doce años para sí mismo y no para Mí. Dejemos que coseche el castigo que merece». Acto seguido, aquella dulce voz femenina replicó: «Pero Hijo, si le damos gracias especiales, entonces veamos si da frutos; si no, Hágase Tu Voluntad». Aún recuerda el sacerdote cuánto sintió el amor Misericordioso de Dios mientras escuchaba al Señor contestar: «Madre, es tuyo».
En su frágil vida espiritual, este sacerdote tampoco tenía devoción especial por la Santísima Virgen María. Sobra decir que desde ese instante Ella comenzó a estar presente en todo, en su mente y corazón. La conversión del sacerdote inició aquél día. Tras los acontecimientos el padre Steven ingresó a una comunidad contemplativa para orar e interceder por los sacerdotes.
Este sacerdote había sufrido con anterioridad otros dos accidentes de tránsito, el segundo un poco más serio que el primero. Él dice que sabía eran advertencias para un cambio de vida, pero no las escuchó. Dios le dio una nueva oportunidad, para ser testigo de su Amor y Misericordia.
Su testimonio ha sido recogido gracias a entrevistas de la hermana Angélica en EWTN y reproducido en diversos portales de la web. El 11 de junio de 2013 Steven Scheier pasó a retiro por razones de salud. Hoy reside en la casa de acogida para sacerdotes en Bel Aire, Kansas, Estados Unidos. Puedes escribirle (inglés) a:
Rev. Steven Scheier
Priests’ Retirement Center
6900 E 45th St N
Bel Aire, KS 67226
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