116. Nuestros pueblos… no conocieron más nodriza que el cura y el preceptor católico (Manuel González Prada)

Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

Fue tal el ahínco y compromiso de las órdenes religiosas en la segunda mitad del siglo XIX que llegaron a provocar las críticas más acérrimas y despiadadas de ateos, agnósticos, anticlericales. Fue el caso del brillante intelectual Manuel González Prada (1844-1918), quien paradójicamente estudió dos cursos en el Seminario Santo Toribio (1857-1858). Aunque no ahorra calificativos para denostar la misión educativa de la Iglesia del Perú, los contundentes datos que aportan evidencian su fecundo apostolado:

Cojamos un plano de Lima, señalemos con líneas rojas los edificios ocupados por congregaciones religiosas, como los médicos marcan en el mapamundi los lugares invadidos por una epidemia, i veremos que nos amenaza la irresistible inundación clerical. Padres de los Sagrados Corazones, Redentoristas, Salesianos, Jesuitas y Descalzos, todos fundan o se preparan a fundar escuelas. Hasta nuestros viejos y moribundos conventos pugnan por rejuvenecerse y revivir para constituirse en corporaciones docentes.

De la Capital, las congregaciones irradian a toda la República: reinan en Arequipa, dominan en Cajamarca, invaden Huánuco, amenazan Puno, y terminarán por adueñarse de las últimas rancherías o pagos. Todo con tolerancia de Congresos, anuencia de Gobiernos y beneplácito de Municipalidades y Beneficencias.

Todos los sacerdotes extranjeros van al mismo fin y se valen de iguales medios, desde el Visitador dominico hasta el Delegado apostólico, desde el azucarado padre francés que representa la metamorfosis masculina de la Pompadour, hasta el grotesco fraile catalán que personifica la evolución mística del torero.

Trabajan como las hormigas blancas en el maderaje de una casa o las madréporas en las aguas del mar; notamos la magnitud de la obra cuando las vigas se desploman sobre nuestra cabeza o, el arrecife despedaza la quilla de nuestro buque.

[…] Y todos los males de la educación católica los palpamos ya. Por más de setenta años ¡qué! por más de tres siglos nuestros pueblos se alimentaron con leche esterilizada de todo microbio impío, no conocieron más nodriza que el cura y el preceptor católico; y ¿qué aprendieron? Algunas ceremonias religiosas, unos cuantos ritos católicos, es decir, se convirtieron exteriormente sin que una sola chispa del espíritu cristiano haya penetrado en sus almas. Si del pueblo ascendemos a las clases superiores, veremos que la religión no sirvió de correctivo a la inmoralidad privada ni al sensualismo público. Los que se distinguieron por la depravación de costumbres o el gitanismo político, recibieron educación esencialmente católica, vivieron y murieron en el seno de la Iglesia.

Ya que imitamos a los revolucionarios del 89, debemos coronar la obra imitando también a los hombres de la tercera República francesa, a los que van haciendo práctico el ideal de Cordorcet y profesan el aforismo: “La Ciencia en la escuela, la instrucción religiosa en el templo[1].

Contamos con un célebre polemista religioso, educador, que se enfrentó a Prada, el P. Elías Passarell [1839-1921), destacado franciscano por su ciencia y fervor, que llegó a publicar más de 140 obras de divulgación entre textos apologéticos y devocionales entre 1870 y 1910 De los 143 títulos, destacaLa Regeneración Peruana (Arequipa, 1895), que es una respuesta a Páginas Libres de Gonzáles Prada. Refuta en ella el escepticismo del anarquista peruano, quien hizo una amarga crítica sobre la realidad peruana y calificó al país de organismo enfermo. Rechaza la propuesta de Prada sobre la instrucción laica para regenerar al Perú, que decía llevará al caos, a la degradación y deformación de los caracteres y a la negación de las virtudes; tras un concienzudo estudio, concluye que la instrucción religiosa era el eficaz remedio:

“La instrucción religiosa es el grande y eficaz remedio contra la influencia de tantas ideas destructora y de tantos sentimientos depravados La instrucción religiosa pone los corazones en estado de resistir al veneno corrosivo del mal ejemplo. La instrucción religiosa es sumamente importante en la enseñanza de todos los ramos científicos, literarios, artísticos o industriales necesarios para formar jóvenes útiles a la sociedad en las diferentes carreras o estados que hay en ella.  Sea otra vez el templo, la escuela de los pueblos, su maestro, el sacerdote, su alimento la verdad católica, su sostén los sacramentos y entonces veremos cómo vuelven los tiempos antiguos, cómo reflorece la piedad, cómo se corrigen las costumbres, cómo se apaga ese ruido sordo, presagio de tempestad que tiene alarmados a los hombres pensadores, a los hombres de bien, a los verdaderos patriotas y de nuevo brillará la paz, se solidarizarán los gobiernos, se observarán las leyes, se respetarán las autoridades, se cultivarán las virtudes, progresarán las ciencias y las artes, se civilizarán los pueblos y podremos prometernos el más bello, el más halagüeño, el más grandioso porvenir”. (c. 40)


[1] Páginas libres, III, año 1894 https://es.wikisource.org/wiki/Instrucci%C3%B3n_cat%C3%B3lica.

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Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito Rodríguez.

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