“Separar a Figari y pedir perdón es una buena noticia”

Sandro Moroni lo hizo. Primera vez en mi humilde opinión que se pronuncia con verdad, sin cinismos o discursos débiles. Hizo lo que hacía ya tiempo debía haber hecho, pero lo hizo: separar a Figari. Es una buena noticia. He hablado con algunos sobrevivientes de Figari y se han sentido aliviados, reivindicados y contentos.
Y sí. La declaración pública es muy importante. El perdón público también. Le creo y la acepto. Es el reconocimiento social y una confirmación que todo lo que denunciamos era verdad. Creo que es un paso fundamental para la sanación y recuperación de los sobrevivientes.

Si bien creo que la condena moral es muy importante ahora las víctimas necesitan la reparación civil y obviamente la separación de los otros abusadores y encubridores.
La reparación civil es fundamental. Conozco a muchas de las víctimas, unos ni siquiera han podido rehacer sus vidas por los traumas sufridos: depresión, internamientos, estigmatización, imposibilidad para trabajar, etc. La reparación civil es ese acto que trata de restaurar en algo el desastre que cometieron muchos sodálites en nombre de Dios. Tienen los medios para poder hacerlo y sobre todo el deber moral de hacerlo.
Además de esta reparación civil quisiera hablar de un concepto que quizás pueda ayudar a la comunidad sodálite y a todas las víctimas. Se trata de la justicia restauradora y aquí hablo en mi condición de mujer de fe.

Hoy una de las víctimas me dijo: “yo quisiera que me llamen a mi personalmente, que mirándome a los ojos me pidan perdón por el daño que me hicieron tantos años”. No digo que esté mal lo que hizo Sandro. Está bien y gracias por pedirnos perdón. Sólo añado algo más: el daño cometido afectó sobre todo las relaciones humanas y la confianza depositada. Por ello me parece muy importante que se pida perdón a nivel personal a las víctimas y sobrevivientes. Creo que los sodálites y las fraternas lo pueden hacer representando a su institución. No saben cómo me ayudó cuando recibí la llamada de dos sodálites jóvenes pidiéndome disculpas y tuvimos un diálogo cordial y profundo. Me llenó de consuelo.

Sandro Moroni envió una carta a todas las fraternas pidiéndoles disculpas por lo que me hicieron, por los abusos que sufrí de Doig y la maldad de Figari, por la difamación, por las calumnias y estigmatización. Sin embargo, Sandro nunca me pidió a mí la disculpa. Tampoco me llamó ninguna fraterna salvo Cecilia Collazos, y una joven fraterna que me mandó un mail bellísimo lleno de ternura y consuelo. Y como diría la autora Jane Anderson (2015) en el caso de daños institucionales en la Iglesia, lo que se ha destrozado es la confianza depositada, son las relaciones quebradas y es ahí donde debe apuntar el corazón de la justicia restauradora. Según la autora, la justicia restauradora parte del principio que el comportamiento del abuso sexual no sólo viola la ley sino afecta profundamente a las víctimas, la comunidad y sobre todo las relaciones humanas. El objetivo es pues restaurar estas relaciones perdidas, las conexiones sociales, tratar que ambas partes progresen en las consecuencias que ambas partes han sufrido por tamaños crímenes.[1] Se necesita el diálogo personal y el perdón. La autora cuenta de algunos intentos que se han realizado en algunas congregaciones y comunidades católicas de reunirse representantes de la institución y sobrevivientes.

Obviamente que sólo se puede dar si las víctimas y sobrevivientes están dispuestos al diálogo y si los miembros de la familia sodálite asumen también ellos la responsabilidad de restaurar en algo el daño realizado. Yo quisiera conversar personalmente con ellos, (siempre estuve dispuesta y les dije que me llamaran) poder decirles a los sodálites y a las fraternas lo que sufrí, lo que viví, lo que pienso… pues yo quiero perdonarlos como institución, pero yo no puedo perdonar a través de un video, sino también mirándolos a los ojos y conversando sin diplomacias, sin dobles discursos o estrategias. Hablando de tú a tú. Sólo así se puede vivir el perdón. Lo que ha hecho Sandro es un primer paso, pues no se puede vivir el perdón sin la verdad. Desde la verdad si podemos construir el perdón. También los sodálites tendrán que comprender a quienes no pueden perdonarlos, a quienes no quieren perdonarlos. Es algo que no se puede exigir a nadie. Las heridas han sido muy fuertes y dolorosas. Separar a Figari y pedir perdón es una buena noticia.

Creo además que para esta renovación y reforma radical es muy importante dialogar con las personas que hemos pasado por el SCV, por aquellos que fuimos víctimas y nos convertimos en victimarios de un sistema totalitario que enajenaba la libertad y la conciencia. Cuando uno está dentro es incapaz de ver, hay puntos ciegos y se necesita la humildad y la apertura para el diálogo restaurador. ¿Están dispuestos a ello? Espero que sí. Sólo quiero decirles que yo sí. Y que creo que en este año de la Misericordia, al querer escribir esa nueva historia con estos gestos concretos de perdón y de diálogo personal estaríamos caminando tras las huellas de Cristo.

[1] J. Anderson, Comprehending and Rehabilitating roman Catholic Clergy Offenders of Child sexual abuse, Journal of Child sexual abuse, 24:7, 772-795.

DRA. ROCÍO FIGUEROA ALVEAR

DATO: Rocio Figueroa fue superiora de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación (rama femenina del Sodalicio)  y fue una de las primeras personas en denunciar los casos de abusos sexuales de algunos miembros del Sodalicio. Actualmente no forma parte de dicha institución.