¡Celebramos la conversión de San Pablo al cristianismo!

Pablo es un nombre masculino de origen latino. Paulus ya se usaba en la antigua Roma. Su origen más probable está en la ilustre Gens Emilia, una de las primeras grandes familias de Roma, que la habitaron por lo menos desde el siglo IV antes de Cristo.

San Pablo fue uno de los 12 apóstoles de Jesús. Pablo de Tarso era su nombre romano; en hebreo era Saulo de Tarso. El llamado en “apóstol de los gentiles” es célebre pos sus cartas. Las epístolas de San Pablo (a los corintios, a los gálatas, a los tesalonicenses, etc.) son una lectura habitual en la liturgia católica, aunque su figura también es exaltada en el cristianismo ortodoxo.

Las autoridades judías le habían ordenado a Pablo de Tarso perseguir a los cristianos de Damasco. Mientras se dirigía a ese destino, un resplandor del cielo le hizo caer del caballo dejándolo ciego, mientras él y los que cabalgaban con él oían una voz que decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Saulo era su nombre hebreo y Pablo su nombre romano). Tras esta fuerte vivencia, Pablo se encuentra en Damasco con Ananías, que le impone las manos en nombre de Jesús, lo que le devuelve la vista. Inmediatamente, Pablo es bautizado y catequizado.

Tradicionalmente se ha considerado este episodio como el que mejor representa el tema espiritual de la conversión, de modo que la expresión camino de Damasco ha pasado a ser sinónimo de “conversión”.

Imagen: La conversión de San Pablo pintada por Luca Giordano.