En las comunidades y países cristianos las propuestas sociales y socioeconómicas del comunismo podrían interesar en la medida en que el cristianismo haya dejado de ser auténtico, porque los objetivos sociales y socioeconómicos que propone el comunismo son muy inferiores a los del cristianismo íntegro. El comunismo nada de valor tiene para ofrecer que el cristianismo coherente no tenga. Además sucede que el comunismo con su
ateísmo y con sus principios y métodos es opuesto y enemigo del cristianismo.
No nos dejemos engañar.

La enemistad contra el cristianismo y en general contra la religión ha
estimulado la extrema violencia de los comunistas hasta provocar miles y miles de asesinatos en diversos países del mundo.

Por la brevedad de este artículo y por tratarse de una información
perfectamente documentada solo cito las víctimas y mártires del comunismo en la Guerra Civil de 1936-1939 en España. Fueron asesinados alrededor de 10.000 católicos, de los cuales 1.891 fueron declarados por la Iglesia Católica oficialmente mártires y están en los altares. Al comunismo le irritan la fe y las propuestas de los cristianos.

La propuesta social del cristianismo auténtico y efectivo es incluyente, no
excluye a nadie, integra a todos como hijos de Dios, sean de la raza, cultura,
clase social que fueren. Construye la comunidad no con la violencia, la
exclusión y la “lucha de clases”, sino por el vínculo eficaz del amor, exigido
como mandamiento: que todos amemos al prójimo como a nosotros mismos.

La comunidad cristiana no se crea por coincidencia en ideología e intereses,
sino por la dinámica del amor, que aspira a realizar el proyecto de Cristo, quien nos propone a todos llegar a ser comunidad en sentido estricto, “común unidad”, tan sólida y trascendente que se integra nada menos que con Él y Dios Padre. Lo dijo Jesucristo al despedirse en su última Cena: “Te pido, Padre, que todos sean uno. Que sean uno como Tú, Padre y yo somos uno, que sean uno en nosotros” (Jn 17,22).

Lo que parece pura utopía mística tuvo su andadura en las primeras
comunidades cristianas, como cuenta Lucas en los Hechos de los Apóstoles,
diciendo que “todo lo tenían en común” y “nadie pasaba necesidad”. Las
comunidades de religiosas y religiosos caminan por esa ruta. Y es que la
energía del amor es capaz de superar todas las fronteras que construyen el
egoísmo y el individualismo, incluso los instalados en la poderosa ideología
neoliberal.

Que el amor tiene el poder de transformar a las personas y las comunidades lo creemos los cristianos y lo sabemos todos por la experiencia universal de los verdaderos matrimonios y sus familias, donde sin ideologías ni luchas
excluyentes todo se comparte en unión estrecha.

Si son graves los errores sociológicos del comunismo son igualmente graves los errores antropológicos, los errores sobre su modo de entender qué es el ser humano.

Enmanuel Mounier, Nedoncelle y Lacroix denunciaron la degradación del ser humano por parte del colectivismo comunista, al mismo tiempo que la
degradación del ser humano por parte del individualismo radical del
capitalismo salvaje, Mounier ofrece como salida alternativa ante ambos
modelos inhumanos la creación del “personalismo”, que justifica y defiende la dignidad y derechos de toda persona.

El cristianismo sintoniza con el personalismo en la denuncia del
individualismo feroz y del colectivismo alienante y tiene argumentos propios y profundos para reconocer y respetar la dignidad de toda persona.
Creemos lo que Cristo nos reveló y por eso sabemos que Dios es nuestro Padre y consecuentemente todos somos hermanos en la gran familia de la humanidad.

Nuestra corresponsabilidad y compromiso es superar la inequidad y cubrir la ancha brecha entre ricos y pobres de manera que “nadie pase necesidad” en la gran familia de la humanidad. La carta de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos (1948) reconoce la dignidad y la equidad para todo ser humano por ser persona.

Los intentos de aproximación al comunismo desde el cristianismo demuestran buena voluntad, pero sus radicales diferencias en fe versus ateísmo, en principios, criterios, y métodos y la violencia criminal del comunismo, hasta ahora no dan fundamento a la esperanza de éxito.

Por Jesús Montero Tirado / Publicado originalmente en el ABC de Paraguay.