Era en la década del cuarenta cuando después de la Santa Misa en Ica el entonces padre Federico Kaiser MSC, escuchó los sollozos de una señora. Su corazón de pastor le llevó hasta aquella mujer y le preguntó por la causa de su llanto. La señora le dijo: – “Padre, yo soy de las alturas y he estado dos meses aquí en la costa. Aquí he tenido la oportunidad de confesarme cada semana, cada día escuché la Misa y comulgué. Mañana debo regresar a mi tierra. Allá arriba no hay sacerdote. Y cuando muera moriré como todos los demás, sin sacerdote, sin confesión, sin comunión, sin santos óleos. De nosotros nadie se acuerda, somos los olvidados del Perú y de la Iglesia”. Estas palabras se grabaron con punzón ardiente en la memoria del Padre Kaiser y desgarraron su corazón sacerdotal. No podía olvidar el llanto y las palabras de aquella señora. En medio de sus labores como párroco y profesor en Lima buscaba tiempo y oportunidad para evangelizar en las afueras de Lima, a los más pobres, pero su anhelo era llegar hasta los más abandonados de las alturas.

Cuando en 1957 el señor Nuncio, Mons. Francesco Lardone, le comunicó su elección como primer Prelado de la nueva Prelatura de Caravelí, aceptó el reto y el trabajo inmenso de lo que significa un inicio. Caravelí es una provincia de Arequipa, ubicada a 800 km al sur de Lima y gran parte de la nueva Prelatura comprendía la ya tan amada sierra del Perú.

Estando todavía en Lima recibía cartas de sus feligreses pidiendo un sacerdote. Cuántas veces ya en Caravelí recibía comisiones de los pueblos más alejados solicitando siempre lo mismo: “Monseñor, envíenos un sacerdote”. A este pedido frecuente e insistente le llamaba “el grito de las cumbres” y recordaba el sollozo de aquella mujer en Ica. Forzado por esta realidad de la escasez sacerdotal fundó el 22 de junio de 1961 la Congregación de las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima (MJVV). Estas misioneras trabajarían en aquellos lugares que carecen de sacerdote residente compartiendo con la gente el abandono y supliendo en lo que se puede la ausencia del sacerdote. El 25 de marzo de 1971 fue reconocida como Congregación de Derecho diocesano y el 14 de septiembre de 1982 el Santo Padre San Juan Pablo II le concedió el Derecho Pontificio. Así Mons. Kaiser quiso dar solución a la escasez sacerdotal en su Prelatura. Hoy debemos reconocer que la falta de sacerdotes ha ido aumentando, de modo que hacen faltan sacerdotes en todo el mundo. Se dice que la solución está en ordenar hombres casados. Monseñor Kaiser escribía en febrero de 1971 al entonces Nuncio del Perú, Mons. Luigi Poggi, que el paso de ordenar hombres casados nos llevaría a sacerdotes ordenados que se casan.

Por encima de todas las crisis está la promesa de Jesús sobre su Iglesia: ¡No perecerá! No hay Iglesia sin Eucaristía y no hay Eucaristía sin sacerdocio, de modo que Jesús sigue otorgando el don de la vocación sacerdotal también hoy en nuestro siglo XXI. A ti que sientes el llamado divino a la vida sacerdotal te digo: recuerda las palabras de nuestro Maestro: “Animo soy Yo” Y decía Mons. Kaiser, Él es Aquel que amainó la tempestad, Aquel que resucitó a Lázaro, Aquel que hizo andar a cojos, ver a ciegos, hablar a mudos, oír a sordos, Aquel que se levantó del sepulcro por su propio poder. ¿Dudas que podrá obrar maravillas en ti si tú le dejas? Ánimo, pues, hay tantos que claman por un sacerdote. Y Jesús está a la puerta de tu alma llamando.

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