La caridad, una de las virtudes teologales de la Iglesia que nos invita a amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor a Él, nos enseña la importancia y el alto valor de nuestro hermano.

San Pablo nos dio una explicación sin igual acerca de la caridad: “La caridad es paciente, es servicial, no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia, se alegra de la verdad. Todo lo excusa, lo cree lo espera, lo soporta”.

El Papa Francisco en su tercera encíclica: “Fratelli tutti” que traducido al español significa “Hermanos todos” nos relata acerca de la fraternidad y amistad social, tocando el tema del valor único del amor traducido en caridad.

En el capítulo tres (93) describe: “…la experiencia de amar que Dios hace posible con su gracia, Santo Tomás de Aquino la explicaba como un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo. La atención afectiva que se presta al otro, provoca una orientación a buscar su bien gratuitamente. Todo esto parte de un aprecio, de una valoración, que en definitiva es lo que está detrás de la palabra “caridad”: El ser amado es “caro” para mí, es decir es estimado como de alto valor”. La caridad va más allá de ser generoso con nuestro prójimo, significa también mirar al pobre de espíritu con amor y entendimiento; nos invita a ver la necedad, la soberbia o el egoísmo con misericordia. La caridad nos ayuda a la búsqueda de la verdad y nos conduce a permanecer en el amor de Dios. “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Juan 15,9-10; Mateo 22,40).

Por María Teresa Paz

Fuente: Fratelli tutti – Catecismo Católico