Homilía del Domingo XIII del Tiempo Ordinario: Jesús, Dios de la vida

Hoy veremos que Dios no solo es “la vida” sino que nos ha creado para que vivamos y este poder lo mostró Jesucristo devolviendo la vida a varios difuntos.

  • Sabiduría

Dios es siempre positivo: “Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera”.

Salta a la vista una pregunta:

¿Y por qué tenemos que  morir?

Nos advierte el escritor sagrado que a escondidas el diablo metió la muerte entre los hombres para que termináramos muriendo. No podía consentir que el ser humano inferior a su naturaleza pudiera gozar y él no:

“Por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo”.

Si nosotros tenemos la suerte de seguir viviendo eternamente es puro regalo de Jesucristo que nos dio vida eterna muriendo y resucitando por nosotros.

  • Salmo 29

Nos invita así:

“Te ensalzaré, Señor, porque me has librado”.

Evidentemente que sobre todo tenemos que agradecer hoy la gracia de que nos ha librado de la muerte eterna como estamos considerando ahora.

“Escucha, Señor y ten piedad de mí. Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas, Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre”.

  • San Pablo

Nos presenta un plan social de vida interesante:

“No se trata de aliviar a otros pasando vosotros estrecheces. Se trata de igualar. En el momento actual vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen y un día, la abundancia de ellos remedirá vuestra falta. Hasta ahí habrá igualdad”.

Así enseña también la Biblia respecto al maná:

“Al que recogía mucho no le sobraba y al que recogía poco no le faltaba”.

  • Verso aleluyático

Con San Pablo nos invita este versículo a glorificar al Redentor porque ha sido quien ha destruido la muerte y nos ha sacado a la luz de la vida por medio del Evangelio.

  • Evangelio de San Marcos

Entrelaza dos milagros importantes en la vida de Jesús:

Se acerca a Jesús Jairo, jefe de la sinagoga, y le pide casi con desesperación:

“Mi niña está en las últimas, ven, pon las manos sobre ella para que se cure y viva”.

Jesús lo acompañó enseguida pero un poco más adelante se armó un remolino en torno a Jesucristo.

Una mujer lo tocó disimuladamente y el Señor preguntó: “¿quién me ha tocado?”.

Con todo aquel gentío, ¿quién era capaz de saberlo?

Pero la mujercita apenas tocó el vestido de Jesús se sanó y poniéndose delante de Él aclaró que había sido ella.

Jesús, que quería hacer ver la importancia de la fe le dijo en voz alta:

“Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”.

En ese preciso momento llegan de su casa para decirle a Jairo:

“Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar al Maestro?”

Jesús le advierte a él y a todos nosotros:

“No temas, basta que tengas fe”.

En la entrada de la casa se armó un revuelo porque Jesús dijo:

“La niña no está muerta sino dormida”.

Se burlaban de Él.

Pero al poco tiempo apareció la niña resucitada y se quedaron asustados. Jesús siempre cariñoso y que no pierde detalles, le advirtió a la familia:

Denle de comer a la niña.

La gran lección que nos va a repetir de una manera muy especial San Marcos, después de cada milagro de Jesús, va a ser:

“¡Basta que tengas fe!”

José Ignacio Alemany  Grau, obispo