Homilía del segundo Domingo de Cuaresma: Yo quiero ser transfigurado

Perú Católico, líder en noticias.– Yo quiero ser transfigurado. De hecho, lo digamos o no, todos queremos ser transfigurados en algo mejor.

Es Dios quien nos ha hecho creativos. Pero esa creatividad la ponemos a veces en cosas superficiales e incluso extravagantes.

Por eso nos encanta ver teatro y hacer teatro. Soñamos siempre en algo mejor y que dure siempre, sin aburrir.

Como es difícil conseguirlo en esta vida hacemos cosas raras o peligrosas.

En la fe y en la esperanza tenemos la respuesta definitiva que hoy meditaremos porque como nos dirá San Pablo, “aguardamos a Cristo que transformará nuestro cuerpo humilde en glorioso”, como el suyo.

  • Génesis

Abraham tenía una ilusión que le llevó a una auténtica obsesión: tener hijos que formaran en el futuro un pueblo.

Una noche Dios lo saca de su tienda para que contemple las estrellas y le dice:

“Así será tu descendencia”.

Entre esas estrellas estábamos tú y yo, ya que San Pablo dirá que Abraham es padre de todos nosotros (ver Rm 4,16).

En esa noche Abraham tiene una visión.

Dios se le presenta en la luz de una antorcha y celebra con él y su descendencia una alianza que será definitiva, continuando incluso, con la nueva y eterna alianza que inaugurará Jesús.

  • Salmo 26

Nos dice que “el Señor es mi luz y mi salvación”.

Si nos fijamos en la alianza de Dios con Abraham podemos pensar que es como la antorcha que ilumina mis pasos o si nos fijamos en la nueva y eterna alianza de Jesús pensamos que la luz es Él que dijo: “Yo soy la luz del mundo”, porque “en Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres”.

Este salmo nos invita a esperar en esa luz que nos transformará un día.

  • San Pablo

Nos dice que “muchos andan como enemigos de la cruz de Cristo”.

Y hace de ellos una descripción muy dolorosa que, lamentablemente, se repite con frecuencia:

“… Su paradero es la perdición, su dios el vientre.  Su gloria sus vergüenzas”.

Estas personas solo aspiran a las cosas terrenas. Ni esperan ni desean una transformación después de la muerte.

Por su parte San Pablo, refiriéndose a nosotros nos llama, “ciudadanos del cielo de donde aguardamos un salvador: Jesucristo que transformará nuestro cuerpo humilde según el modelo de su cuerpo glorioso”.

Termina el párrafo de hoy invitándonos a mantenernos fieles.

  • Verso aleluyático

Recoge las palabras que el Padre eterno pronunció en el Evangelio de la transfiguración que hoy meditaremos:

“Este es mi Hijo, el amado, escuchadlo”.

  • Evangelio

Les invito a reflexionar sobre estos puntos concretos.

+ Lugar de la oración: la montaña, aislarse de todas las cosas para entrar en comunicación con Dios en espíritu y en verdad.

+ El “rostro de Jesús cambió y sus vestidos brillaban de blancos”.

Hemos de pensar que la oración bien hecha se trasluce y si hemos visto algunas personas de oración, habremos observado cómo esa interioridad tiene alguna manifestación externa, aunque evidentemente no como la de Jesús.

+ Aparecen Moisés y Elías hablando con Jesús.

Ellos representan la ley y los profetas; es decir, el Antiguo Testamento, y conversaban con el Señor “hablando de su muerte que iba a consumar en Jerusalén”.

+ Pedro entusiasmado, sin saber lo que decía, se ofrece a construir una tienda para cada uno de los tres, impresionado porque había presenciado la oración de una de las persona de la Trinidad.

+ La nube que los cubre es el signo del Espíritu Santo que, con la voz del Padre, da a conocer la presencia del misterio trinitario: Jesús transfigurado con el Padre y el Espíritu.

Este es un buen día para meditar en el plan de Dios, que nos ha creado para una transfiguración auténtica y así evitemos dejarnos engañar por los espejismos que nacen de nosotros mismos o que nos ofrece esta sociedad.

José Ignacio Alemany Grau