A varias personas les he oído comentar después de su participación en la Asamblea Sinodal: «Ya no mandan los obispos sino el pueblo (otros dicen “los laicos”)».

Nada más falso.

La Iglesia católica es apostólica, jerárquica y lo seguirá siendo como confesamos en el Credo:

«Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica».

Esto es lo que nos enseñan hoy los Hechos de los apóstoles.

  • Hechos de los apóstoles

Es importante leer, les invito a que lo hagan, Hechos de los apóstoles capítulo 15.

Surgió un problema. ¿Cómo no? Y bien grave, por cierto:

Algunos que eran judíos se convirtieron al cristianismo y querían que todos siguieran las leyes de Moisés, empezando por la circuncisión. Y añadían que, de lo contrario, los convertidos «no podrían salvarse».

Esta discusión fue muy fuerte en Antioquía y los mismo en Jerusalén.

En el caso de Antioquía enviaron a Pablo y Bernabé, con algunos representantes más, para preguntarles a los apóstoles qué tenían que hacer.

(Me permito advertirles que la liturgia de este domingo pasa por alto muchos versículos y, sin tener esto en cuenta al leer, se puede prestar a equívocos).

Según esto, Pablo y Bernabé, con otros, fueron enviados con todo lo necesario para el camino a fin de presentarse en Jerusalén y exponer su problema.

La escena es preciosa.

Primero, habló Pedro recordando la autoridad que Dios le había concedido. Luego, habló Santiago y, finalmente, les entregaron una preciosa carta aclarando la situación y cómo resolver el problema.

Les invito a leer esa carta, pero quiero recalcar estas palabras llenas de fe y seguridad:

«Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros…».

Qué hermoso acto de fe y cuánta paz produjo en los de Antioquía y también en los de Jerusalén que tuvieron el mismo problema.

  • Salmo 66

Es una invitación a bendecir al Señor:

«Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones… Que Dios nos bendiga y que le teman hasta los confines del orbe».

  1. Apocalipsis

Presenta a la nueva Jerusalén embellecida por Dios con piedras preciosas, símbolo de las gracias del Señor y renovada según el misterio de la redención.

Las puertas, que son doce, las cuidan los ángeles del Señor.

Y mantienen los nombres bíblicos de las doce tribus de Israel.

En las bases de cada puerta está el nombre de «cada uno de los doce apóstoles del Cordero».

La ciudad no necesita luz del sol o de la luna porque la gloria de Dios (que es el Espíritu Santo) la ilumina y su lámpara es el Cordero (el Verbo encarnado).

  • Verso aleluyático

Recoge uno de los versículos más importantes de toda la Biblia, que forma parte del evangelio que leemos hoy:

«El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a Él».

  • Evangelio

Podemos meditar tres puntos, especialmente:

+ «El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a Él y haremos morada en Él». En contraposición a esto, Jesús dice que quien no le ama no guarda la Palabra, pero que tenga en cuenta que esta Palabra no es de Jesús solo sino también del Padre que lo ha enviado.

+ A continuación Jesús promete el Espíritu Santo «que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que yo os he dicho».

Es importante que desde ahora también nosotros nos preparemos para la fiesta de Pentecostés que se va acercando.

+ En otro momento Jesús promete la paz y advierte que no es como la paz de este mundo (que muchas veces se hace a base de comprar armas para asustar al enemigo o haciendo negocios a costa de los demás). La paz de Jesús nos une con Dios y con los hermanos.

Que la caridad, que ha sido desde el principio de la Iglesia su distintivo, continúe uniéndonos también hoy en la misma Iglesia de Jesús.

José Ignacio Alemany Grau, obispo