Homilía del VI Domingo del Tiempo Ordinario: Imítenme como yo imito a Cristo

Hoy es el domingo VI del tiempo ordinario y coincide con el llamado “carnaval”.

Antes de continuar recordemos brevemente cuál es el origen de esta palabra.

En principio este domingo y los dos días siguientes eran la preparación del tiempo penitencial con el miércoles de ceniza y el pueblo, que vivía una fe bastante profunda, se preparaba con unos días de celebraciones para dar inicio al tiempo de penitencia.

Sin embargo, con el tiempo, al irse descristianizando la sociedad, estos días de preparación se han ido convirtiendo en grandes diversiones, desenfreno e incluso pecado, actividades que se han multiplicado en los últimos años.

La palabra carnaval viene del latín y significa “decir adiós a la carne”.

Con este domingo interrumpimos el tiempo ordinario y a partir del miércoles de ceniza, comenzamos la cuaresma, es decir, el tiempo hacia la Pascua, cosa que debemos de tener presente durante todos estos días para no quedarnos en nada negativo sino en reavivar la fe en el valor del sacrificio de Cristo y en su resurrección.

Veamos ahora qué nos dicen las lecturas de este domingo.

  • Levítico

Nos habla de la lepra.

Una enfermedad muy dolorosa que aislaba obligatoriamente a los que la padecían y tenían que ocultarse y andar, o solos o en pequeños grupos, repitiendo estas palabras: “impuro, impuro” para que también la gente huyera de ellos.

Los Santos Padres han visto en esta enfermedad un símbolo del pecado y el hecho de que el leproso, si se curaba, debiera presentarse al sacerdote para que les diera el certificado de curación, lo consideraban como un símbolo del sacramento de la penitencia que, librándonos del pecado, nos devuelve la gracia.

Este puede ser un consejo importante también para nosotros: confesarnos en este tiempo y poder recibir la Eucaristía.

  • Salmo responsorial 31

Nos habla precisamente de ese arrepentimiento que debemos tener en estos días cuaresmales:

“Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado. Dichoso el hombre a quien el Señor  no le apunta el delito”.

Y a continuación nos explicita un poco más esta misma idea que nos traerá la alegría y el gozo en el Señor:

“Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse, confesaré al Señor mi culpa y tú perdonaste mi culpa y mi pecado”.

  • San Pablo

En su carta nos pide que hagamos todo con el fin de glorificar al Señor evitando lo que pueda ser escándalo.

San Pablo se presenta como modelo cuando dice:

“Procuro contentar en todo a todos no buscando mi propio bien sino el de la mayoría para que se salve”.

Y termina con esta frase tan conocida, diciendo que todos los santos deben ser modelos nuestros en cuanto que ellos han imitado a Jesucristo. De ahí su frase:

“Imítenme como yo imito a Jesucristo”.

  • Verso aleluyático

Todavía en estos primeros domingos del tiempo ordinario nos encontramos con esta presentación que hace San Lucas de Jesucristo:

“Dios ha visitado a su pueblo… porque un gran profeta ha surgido entre nosotros”.

  • Evangelio

Vuelve al tema de la primera lectura:

Un leproso se postra ante Jesús y de rodillas, contra todas las normas, le dice: “Si quieres, puedes limpiarme”.

Precioso acto de fe que debemos profundizar y meditar y ojalá repetir.

Jesucristo también, contra las normas, extiende su mano y lo toca, diciendo:

“Quiero, queda limpio”.

El milagro fue instantáneo.

Jesús le dijo:

“No se lo digas a nadie pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que  mandó Moisés”.

Aquel hombre feliz, aunque Jesucristo se lo prohibió, se marchó por todas partes proclamando el milagro que le había hecho el Señor.

José Ignacio Alemany Grau, obispo