Homilía del Domingo III de Adviento: Flores en Adviento
En este tercer domingo de Adviento la liturgia se llena de alegría y lo manifestamos externamente encendiendo la tercera vela de la Corona, que tiene color rosa, y no morado.
Comenzado por Isaías, el gran profeta, y leyendo el Evangelio que alaba tanto a Juan Bautista, nos encontramos con este domingo del gozo que comienza con estas palabras:
«Estad siempre alegres en el Señor. Os lo repito: estad alegres».
Y el gran motivo que ofrece el mismo versículo: «El Señor está cerca».
¡Nos acercamos a la Navidad!
- Isaías
El párrafo bíblico tomado del capítulo 35, nos invita a ver en el desierto cómo las flores se multiplican y «se alegran el páramo y la estepa. Florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría».
En realidad, admiramos al gran profeta Isaías que ha podido recalcar en sus escritos, tanto el gozo como el sufrimiento.
Por otra parte, este profeta nos anima diciendo:
«Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes. Decid a los cobardes de corazón:
“Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite. Viene en persona, resarcirá y os salvará”».
Visión maravillosa del profeta, sin duda privilegiado del Señor.
- Salmo 145
Nos habla del gozo que trae la presencia del Señor que viene para traer la salvación que tanto necesitamos:
«El Señor liberta a los cautivos, da pan a los hambrientos y hace justicia a los oprimidos».
Todos estos hermosos pensamientos los combina la liturgia con esta antífona: «Ven, Señor, a salvarnos», con la seguridad de la Navidad que se acerca.
- Santiago
Nos da unos consejos muy importantes antes de la Navidad:
«Tened paciencia hasta la venida del Señor».
Él va comparando la vida de cada uno de los trabajadores del campo que tienen que esperar con paciencia hasta que la semilla produzca fruto.
Y nos recuerda así «al labrador que aguarda paciente el fruto valioso de la tierra mientras recibe la lluvia temprana y tardía».
De esta manera, Santiago nos advierte:
«Tened paciencia también vosotros y manteneos firmes porque la venida del Señor está cerca», para nosotros la Navidad.
- Verso aleluyático
Es San Lucas el que nos invita a confiar en el Espíritu Santo, el mismo que recibimos en el bautismo y nos fuerza a evangelizar: «El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha enviado a anunciar el Evangelio a los pobres».
Nuestra obligación desde el día que fuimos bautizados es Evangelizar.
- Evangelio
El profeta San Juan Bautista está en la cárcel. Y para llenar de confianza a los discípulos suyos, que no por desconfianza de él, les pide que vayan a preguntarle al mismo Jesús, que está evangelizando:
«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
La respuesta de Jesús nos abre a todos las puertas de la auténtica Navidad:
«Id y anunciad a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen…».
Después de esta lista que Jesús completó, les dijo a los enviados:
«Dichoso el que no se escandalice de mí».
Cuando los enviados volvieron con la respuesta, Jesús alabó grandemente a este precursor, Juan Bautista, del que dijo entre otras cosas, aplicándole las palabras del profeta Jeremías:
«Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti».
Finalmente, el Evangelio concluye con esta gran alabanza para Juan Bautista, que cada uno de nosotros nos la debemos aplicar, porque como bautizados somos por esencia evangelizadores:
«Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan Bautista».
José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

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