La Inteligencia Artificial conocido como IA es un término que en los últimos años se ha puesto en boga y la Iglesia Católica junto a otras ciencias se ha involucrado, pero para dar luz en cuanto a su utilidad.

El uso de la IA ha dejado de ser ciencia ficción y cada vez se penetra en los diferentes campos del ser humano para mejorar el rendimiento del trabajo y aminorar los tiempos, aunque también se ha presentado situaciones que han dejado mucho que desear y causado preocupación como la suplantación de identidades extremadamente realistas, tenemos el deepfakes (imágenes y videos falsos) o el vishing (llamadas y mensajes de voz). El Papa Francisco fue víctima de uno de ellos y lo menciona en su último mensaje por la Jornada Mundial de las Comunicaciones, que trató sobre “Inteligencia Artificial y sabiduría del corazón para una comunicación plenamente humana”.

Como nada es perfecto, solo Dios; entonces en la IA con precaución y atención lo falso se hace notorio. Unos ejemplos básicos son al observar las imágenes cristianas creadas con este software, donde sus protagonistas aparecen con seis dedos en las manos o en los pies, o en otro caso los elementos de un escenario imaginario no hay proporción o difieren del contexto histórico.

La Inteligencia Artificial es un área que pertenece a la informática y como tal diseñada por humanos para realizar tareas que requieran de inteligencia humana, sin embargo, hay un compromiso ético en su uso. El Santo Padre lo reflexiona en el mensaje para la 58 Jornada Mundial de la Comunicación:

“Según la orientación del corazón, todo lo que está en manos del hombre se convierte en una oportunidad o en un peligro. Su propio cuerpo, creado para ser un lugar de comunicación y comunión, puede convertirse en un medio de agresión. Del mismo modo, toda extensión técnica del hombre puede ser un instrumento de servicio amoroso o de dominación hostil. Los sistemas de inteligencia artificial pueden contribuir al proceso de liberación de la ignorancia y facilitar el intercambio de información entre pueblos y generaciones diferentes. Pueden, por ejemplo, hacer accesible y comprensible una enorme riqueza de conocimientos escritos en épocas pasadas o hacer que las personas se comuniquen en lenguas que no conocen. Pero al mismo tiempo pueden ser instrumentos de “contaminación cognitiva”, de alteración de la realidad a través de narrativas parcial o totalmente falsas que se creen —y se comparten— como si fueran verdaderas”.

¿Cómo actuar? ¿Optimista o fatalista?, estamos en medio de la expansión de la tecnología, el hombre es quien debe estar en el centro, y en comunidad avanzar cualitativamente en el uso ético de la IA, con respeto a la dignidad de la persona humana.