XVII domingo de tiempo ordinario: De los panes de Eliseo a los panes de Jesús
No sé hasta qué punto conoces la cantidad de milagros que hizo Eliseo.
Antes de recordar el milagro hizo este gran taumaturgo (hombre que hace milagros) y que nos cuenta hoy la liturgia, te recuerdo un par de ellos.
La comunidad de los profetas tenía que comer y Eliseo dijo a su criado:
Coloca la olla grande y cuece un potaje para la comunidad de los profetas. Uno fue a recoger hierbas al campo y metió calabazas silvestres hasta llenar sus vestidos. Las metió en la olla, sirvieron y los comensales gritaron: ¡muerte en la olla hombre de Dios, muerte! y no pudieron comer. Eliseo mandó: Tráiganme harina, la echó en la olla y estaba riquísima.
Otra vez le dijeron a Eliseo: el agua de la ciudad está mala y la tierra lo aborta todo.
Eliseo mandó: tráiganme una olla nueva y pongan sal en ella.
Roció el manantial con la sal y dijo: he sanado esta agua y ya no surgirá de aquí muerte y esterilidad. Y el agua estaba riquísima.
Bueno, pues, de este hombre nos dice hoy la liturgia:
Un hombre trajo a Eliseo del pan de la primicia, veinte panes de cebada. El profeta dijo:
“Dáselos a la gente, que coman. El criado replicó: ¿qué hago yo con esto para cien personas? Eliseo insistió: dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: comerán y sobrará. Lo sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor”.
Seguro que este relato te recuerda otro de la vida de Jesús.
Y así es, ciertamente.
Hoy, dentro del ciclo B, Marcos nos deja unos días para dar paso al Evangelio de Juan que poco a poco la liturgia nos va leyendo a lo largo del año (ten en cuenta que son tres ciclos y cuatro evangelistas).
Pues bien, Juan en el capítulo 6, que hoy empezamos y seguiremos leyendo las próximas semanas, nos cuenta cómo Jesús subió a la montaña y se sentó con sus discípulos.
El Señor, levantando los ojos, vio que venía toda una multitud y dijo a Felipe:
“¿Con qué compraremos panes para que coman estos?”.
Advierte San Juan que se trataba de una prueba que le ponía Jesús, porque ya tenía pensado lo que iba a hacer.
Andrés, el hermano de Pedro, aporta una posibilidad que él mismo ve que es insuficiente:
“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero ¿qué es esto para tantos?”.
Me imagino que los panes de cebada te recordaron a los panes de Eliseo y la respuesta de los apóstoles, la que dio el hombre que traía los panes de la primicia.
Juan nos cuenta esto de la multiplicación de los panes para prepararnos así al “sermón del pan de vida” que nos contará en el mismo capítulo.
De esta manera la gente que le oirá después en la sinagoga de Cafarnaúm, tendrá una oportunidad para pasar de la multiplicación de los panes de cebada a la multiplicación del pan eucarístico.
Jesús mandó que la gente se sentara en el suelo y precisamente las palabras que emplea el evangelista, recuerda lo que oímos en la Santa Misa antes de la consagración.
“Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados y lo mismo todo lo que quisieron del pescado”.
Cuando estaban todos bien satisfechos Jesús mandó recoger los pedazos que habían sobrado, pero con más abundancia que en el caso de Eliseo.
La liturgia nos invita a dar gracias con el salmo 144 que meditamos hoy:
“Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles… Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano y sacias de favores a todo viviente”.
La lectura de la carta a los Efesios es una invitación de Pablo para que vivamos según pide la vocación que nos regaló el Señor.
Para ello nos ayuda con estos consejos importantes que debemos practicar:
“Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor…”
Y a continuación nos recuerda que todos debemos vivir esta unidad dentro del Cuerpo de Cristo porque todos tenemos “un Señor, una fe un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo y lo penetra todo y lo invade todo”.
El verso aleluyático nos recuerda unas palabras que según San Lucas dijo el pueblo cuando Jesucristo resucitó al hijo de la viuda de Naín:
“Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”.
A lo largo de la historia de salvación, Dios ha suscitado muchos profetas. Hoy hemos recordado a Eliseo, pero entre todos ellos el mayor es Jesús.
No olvides, amigo, que según nos enseña la fe, tú has sido configurado con Cristo profeta. Su vida es tu ejemplo.
José Ignacio Alemany Grau, obispo
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