Busco señalar algunas incongruencias que he encontrado en las apologías del ateísmo. Asistimos actualmente al surgimiento del llamado “nuevo ateísmo”, que aunque filosóficamente parece un tanto trasnochado, mediáticamente se presenta como la última novedad, y tiene el atractivo de lo snob, de ser contra corriente o contra cultural. Las insuficiencias de este “nuevo” ateísmo, supuestamente de raigambre científica, son prácticamente  las mismas que las del positivismo del siglo XIX, o el neopositivismo de la primera mitad del XX; es decir, sus autores se han dado a la tarea de resucitar un muerto, filosóficamente hablando, pero como sus principales promotores provienen del ámbito científico o periodístico, quizá, en el mejor de los casos, no se han dado cuenta de su ignorancia.

En el marco de las redes sociales ese nuevo ateísmo busca abrirse camino utilizando “memes” y argumentos bastante sencillos, capaces de confundir a un chico de 15 años, pero que no resisten una seria crítica intelectual. Quizá el error más evidente y frecuente, provenga de lo que podríamos llamar “relativismo religioso”. Simplificando su argumento podríamos decir: “cómo hay muchas religiones y todas pretenden ser la verdadera, en realidad todas son falsas”. Se trata de un argumento cultural: “cada quien tiene la religión propia de su cultura”, “así como hablamos un idioma y pertenecemos al país en que nacimos, usualmente practicamos la religión del entorno en que vivimos”. Así formulado parece convincente y lógico, ¿cuáles serían los puntos flacos de esta argumentación?

El primero sería metodológico. Mezcla, no se sabe si por ignorancia o alevosamente, dos preguntas diferentes: ¿existe Dios? Y ¿cuál es la verdadera religión? Al entremezclar los argumentos que responden a las dos preguntas, confunden y empantanan la cuestión. En rigor, primero debo sentar las razones por las que juzgo que Dios no existe, y únicamente cuando haya resuelto esta cuestión, puedo dar paso a la segunda, o sencillamente, decir que no tiene lugar. En efecto, si Dios no existe, no viene a cuento ninguna argumentación sobre cual religión es la verdadera, pues resultaría evidente que todas son falsas. Como no pueden responder en forma definitiva a la primera cuestión, prefieren confundir involucrando argumentaciones propias de la segunda. Se debe responder primero a la pregunta sobre Dios, que es previa a la forma concreta que toma la fe, es decir, a la religión. Afirman la existencia de Dios, por ejemplo, personas que prefieren no adscribirse a ninguna religión concreta (Einstein por ejemplo), mostrando este sólo hecho que Dios y la religión son realidades distintas. Dios puede ser terreno común de multitud de religiones, o de personas que carezcan de alguna.

El relativismo religioso como fundamento del ateísmo se muestra falaz también por otros motivos. Un equívoco frecuente es poner al mismo nivel a las religiones sólidamente establecidas con las formas primitivas de la religión. Es notorio, por ejemplo, cuando se compara al Dios cristiano con los dioses de pueblos antiguos a los que ya nadie da culto, o con divinidades de pueblos muy primitivos de la actualidad. Claramente nos estamos refiriendo a dos fenómenos netamente distintos, estamos mezclando “la gimnasia con la magnesia”, pero el apologista ateo o no se da cuenta, o provoca intencionalmente la confusión al caer en esta burda simplificación. Emparentada con la anterior está el hecho de meter en “el mismo costal” a todas las religiones. Hacerlo es, por lo menos, poco serio y riguroso. Las religiones actuales son muy diferentes entre sí: no todas tienen el concepto de Dios, no todas tienen la idea de salvación, y las que la poseen la entienden de modos muy distintos. Además, el hecho de que existan multitud de religiones puede leerse de muchas formas, no sólo en clave atea (todas son falsas), sino, por ejemplo, en clave teísta: no se sabe cuál será la verdadera, pero lo que está claro es que debe haber un Dios.

La apologética católica es más rigurosa en este sentido, siguiendo tres pasos lógicos: primero demostrar que hay un Dios, después ofrecer razones que muestran cómo la religión cristiana parece ser la verdadera, y por último mostrar cómo la religión católica puede considerarse la versión original, auténtica del cristianismo.

P. Mario Arroyo

Doctor en Filosofía

Ver post anterior del mismo autor: https://perucatolico.com/carta-de-un-sacerdote-a-mis-amigos-ateos/