Durante toda la historia, desde los grandes filósofos, Platón y Aristóteles, se ha declarado que el principio y el fundamento de la sociedad es la justicia. La política es más que una técnica para determinar el orden público. Su origen y meta está en la justicia y esta es de naturaleza ética. El estadista debe tener una clara visión de lo real y una conciencia de la responsabilidad moral.  

Previamente sobre la organización del Estado necesitamos definir cómo queremos vivir. La ciencia y la tecnología no buscan un fin o un sentido. Necesitamos saber qué significa el bien del hombre.  Los principios dependen del bien. La buena vida es el fin de la sociedad y las instituciones son los medios. La justicia es más que le elección libre o los derechos de cada uno. El fin es el bien común. “Una aspiración a algo mejor es un rasgo clave de la mayoría de las sociedades que tratan de ser decentes y justas, y esa aspiración precisa de una visualización más o menos clara de su objetivo “(Martha Nussbaum).

¿Quién garantiza una buena distribución? Los candidatos para los cargos públicos deben cumplir con los requisitos de capacidad y virtud. El primer requisito es la capacidad, pero también es necesario que el estadista tenga una conciencia de la responsabilidad moral. Las autoridades deben actuar sobre la base de sus propias virtudes para lograr instituciones donde las personas puedan encontrar la justicia. El Estado solo saldrá del caos y la anomia si lo sostienen individualidades evolucionadas, pero habitando en instituciones de eticidad. La eticidad depende de los que dirigen las instituciones. Con razón observa, Michael Sandel profesor de filosofía de la Universidad de Harvard, que no se puede definir la justicia con principios neutrales. La definición de nuestros derechos y deberes implica inevitablemente una referencia a valores.

Hoy se escucha voces que opinan que no se puede poner como requisito para un cargo a alto nivel la moral de la persona porque no se puede definir la moral. Esta opinión está en la corriente del pensamiento de Nietzsche o bien es para justificar su propia inmoralidad. El que nombra a los que no cumplen los requisitos entiende la política como poder y no como justicia. Para él más importante es asegurarse el poder que servir al pueblo. Hasta hay los que afirman que el bien es el origen del mal. Sin embargo, la vida es un bien. El hombre debe aceptar la verdad de la vida y ser leal a esta tarea. El mal es solo una posibilidad cuando el ser humano no sea leal a la verdad de su bien. “Los filósofos pueden discutir qué significan el bien y el mal, pero en la vida diaria tenemos una idea bastante clara de lo que está bien y lo que está mal. El ser humano que asesinó una mujer en la subestación suburbana cometió una mala acción, y la gente que se ocupa de los pacientes que agonizan de sida realizan una buena acción” (Ralf Dahrendorf, sociólogo).

San Pablo tiene un texto extraordinario sobre el amor en su carta a los Corintios. “El amor disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites. El amor no pasa nunca… Quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor”. No se trata de un elogio a un amor sentimental. Este texto se refiere al sentido del amor que recibimos de Cristo. Dios nos mostró el amor para nosotros decidiendo que la segunda persona de Trinidad se hace hombre y acepta la crucifixión. Cristo lo dijo en la última cena: “No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos”. La vida de un cristiano es sumamente exigente porque la exigencia del amor es difícil de cumplir y sin este cumplimiento no se logrará la justicia. Tomás de Aquino dijo que la justicia sin amor es crueldad. La justicia no es solo cumplir con uno mismo, mi familia, mis amigos y los de mi ideología. Solo el amor exige de buscar y hacer el bien a todos y la justicia es la primera vía de la caridad (Pablo VI). Tomás de Aquino dijo: el amor constituye a la justicia y a todas las virtudes. Solo el ser humano que ama se preocupa en cumplir con la justicia y los otros valores. Sin el amor la justicia se inclina a un utilitarismo.