Era ya una tarde mortecina del 15 de junio de 1591, meditaba después de leer atenta y devotamente, sentado en un apoyo de la casa cural de Julcamarca, el piadoso Párroco E. Sr. José Cárdenas Romaní, y uno de los puntos de su reflexión era representada en que Jesucristo conducía su cruz pesada, por la calle de la Amargura, de la ciudad de Jerusalén, sudoroso y fatigado, por el cansancio caía y se apoyaba, con su venerable mano en una piedra, que se hallaba en la puerta de un judío, quien le increpó satánicamente a aquel Dios humanado, y Jesús le tiene una mirada dulce de perdón y amor a esa criatura rebelde, a su Dios y Señor.

Este pasaje de la dolorosa pasión, quiso el santo párroco, hacerlo esculpir en yeso, con los pormenores vistos en su imaginación. Feliz coincidencia para el Párroco, que esa misma tarde de su meditación, se presentan dos jóvenes gallardos y preguntan al Sr. Cura en estos términos: “Señor Párroco podría indicarnos el camino que conduce a Acobamba”. “Claro que si, queridos hijos, replica el Párroco”, pero se anochecerá a media bajada de Huaranccayocc que es pilegrosa, y undesfiladero muy abrupto; porque no se quedan a descansar hasta mañana…? yo les daré alojamiento y mañana tempranito pueden seguir su camino.

Luego en la noche, en la mesa, a la hora de la cena, el sacerdote les expone, a los jóvenes su anhelado proyecto, de hacer esculpir en estuco y madera aquel pasaje, de una de las caídas de Jesús Nazareno en la calle de Amargura.
Cual fue la sorpresa del curita, cuando los jóvenes le manifestaron que ellos eran escultores, y podrían realizar aquel proyecto, y que ellos, por tratar de actualizarlo aquella idea piadosa, se quedarían un día en Julcamarca, pero que ellos exigían trabajar en un lugar apartado al pueblo, para que nadie les molestara.
Para el efecto, llevó a los jóvenes escultores, a una pequeña capilla, que se hallaba a un kilómetro fuera de Julcamarca.

Hizo llevar todo lo necesario: estuco, madera, una mesa, y cuatro cirios; que fue todo lo que exigieron los escultores.
Pasó el tiempo señalado por los jóvenes, y no se mostraron a dar cuenta de su trabajo. Entonces, al atardecer del día siguiente se presenta el Sr. Párroco a la capilla indicada, y la encuentra cerrada, y pensando que fuera un embuste de los jóvenes, tuvo que forzar la puerta, y cual fue su sorpresa, que encontró la imagen, de sus sueños, hermoso e imponente sobre la mesa, alumbrado por los cuatro cirios tal como lo conocemos y vemos en la iglesia de Santa Clara de Huamanga, con aquella expresión de dolor y misericordia de todo Dios-Hombre.
Más tarde en 1602, cuando era ascendido el Párroco de Julcamarca Rvdo. Sr. Cárdenas, a una Canonía de la ciudad de Huamanga, era trasladada aquella venerada imagen de Jesús Nazareno, a esta urbe procesional y solemnemente y depositada en el altar del lugar preferencial de Santa Clara, donde hasta el día de hoy, es venerada aquella hermosa imagen, y sale todos los años. Fue pues obra de ángeles esta imagen.

De estos dos jóvenes, nada se supo en Julcamarca, cuya desaparición fue francamente misteriosa.
Tan milagrosa es esta imagen de Jesús Nazareno, que cada año, que se presenta una sequía, con la ausencia de las lluvias, en que las sementeras comienzan a secarse, es sacada en procesión de rogativas y es un hecho conocido por todos los huamanguinos, que desde aquella misma tarde de la procesión, comienzan las lluvias suficientes para refocilar a todas las sementeras de esta región.