Homilía del XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario: Llegará el banquete para todos

Perú Católico, líder en noticias. – La liturgia de hoy nos invita a considerar el Reino de los cielos como un banquete.
Esto tiene mucha importancia para nosotros porque, cuando nos conocemos con alguien muy especial, con un amigo muy querido, celebramos el encuentro comiendo. Nos parece que al comer lo mismo nos identificamos unos con otros. Asimilar lo mismo nos hace felices.
En el fondo esta es la reflexión de hoy.
El cielo será un banquete sin comida ni bebida, pero con él nos alimentaremos todos del Amor infinito de Dios. Pero nunca nos saciaremos, nunca diremos basta.
Que las lecturas de la liturgia de hoy nos ayuden a vivir siempre con hambre de Dios.

Isaías

Isaías es el primero que nos está hablando de la comida como un gran regalo de Dios.
La liturgia quiere que nos traslademos de esta primera lectura al Evangelio y así entenderemos mejor qué es el Reino de Dios.
El profeta dice:
“Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera. Manjares enjundiosos, vinos generosos…” Pero no se fija solamente en el comer físico sino que además promete la felicidad interior:
“Aniquilará la muerte para siempre. El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros”.
Siempre es, ha sido y será ésta la necesidad del hombre y hasta pelea y mata a los otros por conseguir la paz, la felicidad.

Salmo 22

El salmo del Buen Pastor es muy conocido por todos nosotros, muy repetido por la Iglesia y muy bien colocado entre las lecturas de hoy.
Durante su reflexión nosotros repetiremos:
“Habitaré en la casa del Señor por años sin término”.
Viene a ser como la respuesta a la lectura anterior y a todo el ambiente de este domingo.
Sabemos que teniendo semejante Pastor, nunca habrá quien nos pueda arrebatar la felicidad.
Meditemos el salmo y no nos apartemos nunca del Buen Pastor.
Recuerda: habita siempre en la casa de Dios.
Suspira por el cielo.
No te pegues demasiado a la tierra, porque no te será fácil despegar cuando Dios te llame al banquete del cielo.
Tú siempre con tu Pastor.

Filipenses

Como el tiempo en este mundo es un paso hacia el banquete del cielo, Pablo nos enseña a vivir siempre felices como él:
“Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo; la hartura y el hambre, la abundancia y la privación”.
Esta vida tiene a Pablo feliz porque siente como una realidad en su vida la presencia, la seguridad de Dios:
“Todo lo puedo en Aquel que me conforta”.
La fuerza de Pable está en el Señor porque sabe que Dios le recompensará y proveerá de todo.

Verso aleluyático

“Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama”.
¿Qué entiende Pablo por los “ojos del corazón”?
Posiblemente lo podemos entender en el sentido de que la luz de Dios penetre en nuestro entendimiento y haga actuar al corazón.

Evangelio

Ahora es Jesús quien nos va a decir que el Reino de los cielos es un banquete muy grande. Una fiesta para todos.
La parábola nos refiere cómo un hombre quiere celebrar la boda de su hijo (podemos entender que el Padre Dios celebra el triunfo de Jesús resucitado), hace una gran fiesta, va invitando a todos los conocidos y todos se excusan (podemos leer que el pueblo de Israel no acepta al Señor).
Entonces, el rey manda llamar a toda clase de personas, no importa la limitación que tengan (son todos los pueblos).
Todos entran al banquete y al ingresar se les regala el traje de fiesta.
Cuando el rey va saludando a todos los invitados, se encuentra uno “sin vestido de fiesta”.
Podríamos pensar que si era muy pobre no tenía dinero para comprar el vestido pero todos los invitados eran muy pobres.
Pero Dios no actúa así: El primero nos da y luego nos pide.
Por eso el Evangelio dice que ese individuo “no abrió la boca” porque no tenía ninguna excusa y fue echado del banquete.
Recordemos siempre que Dios llama a todos sin distinción de razas, naciones, colores… ni poder.
Todos somos llamados al banquete del Reino.
Para que podamos entrar, el día del bautismo, Dios nos regaló el vestido de la gracia.
Anímate, amigo. Prepárate para el banquete del Reino donde eternamente seremos felices comiendo el Amor.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

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