Nacimiento de San Juan Bautista, considerado predecesor de Jesucristo

El nombre de Juan proviene del hebreo, derivado de la palabra Yehohanan, cuyo significado es ‘El que es fiel a Dios’. Hoy, 353.879 personas celebran su santo gracias a San Juan Bautista.

Este nombre no entiende de propiedades y, durante esta madrugada, miles de personas han celebrado entre hogueras y saltos la Noche de San Juan, que celebra precisamente la víspera del nacimiento del santo. También, según algunas interpretaciones, celebra la llegada del solsticio de verano, justo medio año antes de la llegada al mundo del Mesías. Hasta en quince comunidades autónomas se celebra de una forma u otra esta señalada fecha, de ámbito internacional. Portugal, Noruega, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Estonia o Reino Unido también acogen esta fecha entre sus festividades, e incluso traspasa el continente al celebrarse en 11 países de América.

Su santo es uno de los tres únicos que la Iglesia conmemora el día de su nacimiento en lugar del día de su muerte, siendo las otras festividades el nacimiento de Jesús y el de la Virgen María. Desde antes de que naciese, Juan ya estaba destinado a tener un peso importante en el transcurso de la vida de Cristo y en el desarrollo del cristianismo en general.

Según el Evangelio de San Lucas, Isabel (la madre de Juan), estéril y anciana, cumplió sus deseos de descendencia después de que el ángel Gabriel anunciase a Zacarías, su esposo, que Isabel le daría un hijo y que le pondrían por nombre Juan. Meses más tarde, ya en cinta, Isabel recibió la visita de María, su prima. «El niño saltó de gozo en el seno de Isabel», relata este mismo evangelio. Por ambos hechos, considerados de una maravilla excepcional, la Iglesia considera a San Juan Bautista como anunciador de la venida de Dios, y como su precursor. Nació un 24 de junio, justo seis meses antes del nacimiento de Jesucristo. Por ello, es reconocido por la doctrina cristiana. Otras confesiones, como el Islam, también le veneran.

Ya en su etapa adulta, Juan vivió como asceta en el desierto de Judá. Lideraba una secta que, como muchas otras de la época, vaticinaban la llegada de un Mesías. En esta comunidad, el bautismo tenía una gran importancia; no por una formalidad, sino porque el gesto implicaba un auténtico cambio en la forma de vivir y pensar. De ahí que se llamasen bautistas y a él se le apodase como Bautista. Un día, Juan recibió en río Jordán a Jesús, quien le solicitó que le bautizase. «Soy yo quien debería ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» (Evangelio de San Mateo, 3:14).

A partir de ese momento, Juan admiró a Cristo y predicó sus hazañas, pero por poco tiempo. Su mensaje inquietó a las autoridades romanas y Herodes ordenó su detención. Al poco tiempo, murió decapitado.