El conocimiento práctico: La recta aplicación de la virtud, por Fray Johan Leuridan

Tenemos tres niveles en el conocimiento práctico: las virtudes éticas, las normas y la aplicación de ellas en la vida.

El filósofo Paul Ricoeur lo explica de la siguiente manera: “Una lectura vertical sigue la progresión ascendente que, partiendo de una aproximación teleológica guiada por la idea del vivir bien, pasa por una aproximación deontológica, donde dominan la norma, la obligación, la prohibición, el formalismo, el procedimiento, y acaba su camino en el plano de la sabiduría práctica, que es el de la prudencia como arte de decisión equitativa en situaciones de incertidumbre y de conflicto”.

Para definir el bien o el mal en las situaciones de la vida no existe un código o una ciencia de la vida. El cardenal John Henry Newman escribió que “una ciencia de la vida, aplicable a la vida individual nunca se ha escrito y nunca se escribirá”. Cada uno debe evaluar las circunstancias complejas de su vida a la luz de los virtudes morales que tiene en su conciencia para tomar la decisión adecuada. Esta evaluación se hace por medio de una virtud intelectual que Aristóteles llama la prudencia, hoy llamado praxis o conocimiento práctico. Se trata de la recta aplicación de las virtudes éticas. Se difiere del concepto de praxis del marxismo que lo entiende como transformación de la materia por el hombre. También se difiere del concepto del pragmatismo que toma las decisiones sin referencia a los virtudes.

Las dos primeros niveles pueden ser marginadas por los malos hábitos o la cultura materialista de las ideologías.

Aristóteles considera a la justicia como la virtud por excelencia, pero a la prudencia como la virtud principal porque sin prudencia no hay virtudes como justicia, fortaleza, ni templanza. Una ética sin conocimiento práctico es peligrosa. Por ejemplo, es imprescindible amar a los hijos, pero no es suficiente. Uno debe también saber como educarlos. Por ejemplo, unos necesitan más apoyo e otros más disciplina, de acuerdo a sus personalidades. El amor no te exonera del deber de saber. El conocimiento práctico no es un cálculo pragmático porque tiene un fin moral señalado por las virtudes y puede ir en contra de algunos deseos, pero esto será a su vez una terapia que motivará a conseguir mejor el deseo fundamental del bien. Solo el conocimiento práctico determina lo que se ha de hacer en cada caso concreto para vivir moralmente bien, pero no puede existir si la persona no quiere antes ser virtuosa.

El deseo del fin virtuoso es el principio, pero falta la realización por medio de las acciones. La recta intención no es suficiente. El acto de la virtud es también actuar por la elección recta.