El Estado moderno y la familia, por Fray Johan Leuridan
El debate sobre la educación en familia o en el Estado ya data desde Platón y Aristóteles, pero siempre se ha mantenido la familia. Hoy se desconfía de nuevo de la familia por declararla democrática.
El relativismo de la posmodernidad promovido por Nietzsche trajo las filosofías del escepticismo. Hablar de verdades o de valores es quedarse ridículos. Las virtudes pertenecen a la hipocresía del clero y de las monjas. Las virtudes son hipocresía. En el mundo intelectual existe un temor de hablar sobre valores o virtudes. Las ideologías han logrado llevar las mentes de los seres humanos hacia sus intereses materiales de más dinero, más distracción y mas seguridad del empleo.
La Modernidad separó la vida privada de la pública. El hombre debe deshacerse de las tareas domésticas y del trabajo para dedicarse a la gloria y la excelencia de la elevada política. Sin embargo, la virtud no exige el menosprecio de casa y oficio sino, al contrario, abrazar ambas instituciones. En la familia se aprende el ejemplo de la virtud de la justicia, dar a cada uno lo suyo y, así se puede asumir la ejemplaridad pública.
Citamos dos filósofos actuales , ateos, y el Concilio Vaticano II. En primer lugar, Axel Honneth, alemán, define el sentido de la familia para la política, de la siguiente manera: “El liberalismo político, cuyos principios marcan hoy la normativa de nuestras sociedades, dejó siempre al margen toda la esfera material y de la crianza de los hijos. Sin embargo, si se tiene en claro cuánto es lo que depende, en una comunidad democrática, de que sus miembros sean capacitados para un individualismo cooperativo, no se podrá poner en duda el significado político-moral de la esfera familiar, puesto que las condiciones psíquicas para casi todas las actitudes que el individuo debe tener, en virtud de sus competencias y sus habilidades, para interceder por los asuntos de la comunidad mayor, amén de todos sus vínculos con comunidades particulares, se crean dentro de familias intactas, confiables e igualitarias. Sin embargo, él señala que los gobiernos deberían prestar mayor atención a las condiciones socio-económicas que permiten arraigar y florecer a las familias como son la estabilidad de trabajo, el tiempo abundante para poder interactuar con los hijos y los suficientes márgenes de acción para distribuir las obligaciones durante la vida familiar. También enfermedad, jubilación, desempleo surgen a partir del trabajo renumerado y el tiempo que se ha pasado con los hijos propios no se contabiliza. Esta discriminación, que perjudica el tiempo de dedicación a los hijos, requiere una reforma fundamental del sistema de seguridad social.
En segundo lugar, el importante filósofo, francés, Luc Ferry opina que la política no es solamente dirigir intereses sino una pasión. Las pasiones son más fuertes que los intereses. El amor es la nueva pasión democrática. El amor llegó a ser la pasión más fuerte y más común en nuestra vida. “Digo solamente que, si la revolución del amor se inicia en el matrimonio, primeramente, ella se prolonga por una refracción en el plano colectivo, público y político”. El amor se manifiesta en la vida privada, pero significa también un cambio en la vida política y debe llevarnos a entender la política de una manera diferente. Ya no se trata de dar la vida por la nación o la revolución sino para los que amamos, nuestros hijos, en general, para todos los que vienen.
Ambos filósofos indican que la capacitación político -moral se realiza en las familias y que esta educación es fundamental para el buen funcionamiento del Estado. El Estado tiene a su vez una responsabilidad de apoyo a la familia.
Los jóvenes que no conocen familia, que no pertenecen a una iglesia o a un club, que pasen su tiempo en la calle y consumen licor o drogas, son los posibles delincuentes y en caso extremo son los sicarios de la criminalidad. El asalto y el robo es permanente. Ya hay barrios sin presencia de la ley. Cuando los vecinos presentan una denuncia en la comisaría, la policía contesta: vives en un barrio de robo. En Río de Janeiro los delincuentes matan 133 policías al año. No hay pertenencia porque nadie se siente obligado con nadie. Es evidente que necesitamos un Ministerio de la Familia.
“La familia constituye el fundamento de la sociedad… El poder civil, ha de considerar obligación suya sagrada, reconocer, la verdadera naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y ayudarla, asegurar la moralidad publica y favorecer la prosperidad doméstica.” (Concilio Vaticano II: Gaudium et Spes, 52). Un joven con buena educación es un buen ciudadano que cumple las leyes.
Por Fray Johan Leuridan Huys
Teólogo, filósofo y escritor. Padre Prior de la Basílica y Convento del Santísimo Rosario de Lima.