“Porque si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, también el Padre celestial les perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco el padre les perdonará a ustedes” (Mateo, 6, 14-15).

“Y tanto se enojó el señor, que lo puso en manos de los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Y Jesús añadió: Lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdona de corazón a su hermano” (Mateo, 18, 34-35). (Se trata del rey que perdona la deuda a un empleado, pero este mismo empleado no perdona la deuda a alguien que le debe).

“Entonces Pedro se acercó con esta pregunta: “¿cuantas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? ¿hasta siete veces? Jesús le contestó: “No te digo siete veces, sino setenta veces siete” (Mateo, 18, 21-22).

“Y cuando se pongan de pie para orar, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que Padre del Cielo les perdone a ustedes sus faltas” (Marcos, 11, 25-26).

“Pero si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad” (I Juan, 1,9).

“Mas bien sean buenos y comprensivos unos con otros, perdonándose mutuamente como Dios lo perdonó en Cristo” (Efesios, 4,32).

Perdonar no significa dar la razón al culpable y tampoco eliminar la justicia si el caso lo requiera.

El Papa Francisco dice: “Si aceptamos que el amor de Dios es incondicional, que el cariño del Padre no se debe pagar ni comprar, entonces podemos amar más allá de todo, perdonar a los demás aun cuando hayan sido injustos con nosotros. De otro modo nuestra vida será un espacio de permanente tensión o de mutuo castigo”.

“Por eso, yo les digo: se perdonará a los hombres cualquier pecado y cualquier insulto contra Dios. Pero el que calumnie al Espíritu Santo no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro (San Mateo, 12, 31-32).

Con estas palabras Jesús se refería los fariseos y escribas que veían el milagro y no querrían aceptar la verdad del milagro. Ellos mentían. Dios siempre perdona, pero ellos ya no quieren el perdón. Cuando uno cree en sus propias mentiras ya no quiere el perdón. Lo mismo podemos leer en Juan, 9, 1-40. Chris Hedges (Premio Pulitzer) escribe: “hay que tener miedo de los que no creen en el pecado”.