Fallece Madre Covadonga precursora de Paz

Ayer en horas de la mañana se conoció sobre el fallecimiento de la religiosa conocida como Madre Covadonga, María Estrella del Carmen Valcárcel, debido causas naturales casi a los 100 años de edad.

La Madre Covadonga fue una religiosa comprometida con los sectores mas pobres y humildes, fue un ejemplo de dedicación, sacrificio y entrega.

María Estrella del Carmen Valcárcel, de nacionalidad española, fue rebautizada como Madre Covadonga cuando tomó el hábito en honor a la patrona de Asturias.

Tras conocer la noticia, diversas autoridades e instituciones de la región, lamentaron este hecho y resaltaron la labor que realizó la religiosa durante todos estos años, en la región de Ayacucho.

Por su parte, el monseñor de Ayacucho, Salvador Piñeiro señaló que la Madre Covadonga trabajó más de 70 años en el Perú y 50 años en la región de Ayacucho.

“Vino al Perú en el año 1949, trabajó como docente y años después llegó a la región de Ayacucho dedica a programas de bien social. En las horas más difíciles, en la época de la violencia política la Madre Covadonga fue la mujer que convocaba a la paz, nos deja muchas obras en favor de la población. Instamos a toda la ciudadanía a unirse en la oración para del descanso de la madre Covadonga”, refirió.

Por su parte, el presidente de la Federación de Ayacucho, Héctor Chávez solicitó a las autoridades que la religiosa sea enterrada en la Catedral de Ayacucho, en honor a todo su trabajo.

Premiada por un sinfín de organizaciones pro derechos humanos, la dominica española es la voz de la conciencia en ese recóndito paraje andino, pero sobre todo es una superviviente del conflicto librado por el grupo maoísta Sendero Luminoso contra el Gobierno.

María Estrella del Carmen Valcárcel, llegó en 1947 al país y durante la guerra fue la única misionera extranjera que no abandonó el infierno de Ayacucho.

En una entrevista con Efe recuerda: “en 1982 la cosa estaba grave, nuestros superiores vieron que Ayacucho y muerte eran lo mismo, nos pidieron retirarnos (…). Yo me quedé”.

Aquella decisión marcó para siempre su vida y la de un buen número de ayacuchanos.

“Comenzaban a llegar muertos a la morgue, había cadáveres que les habían dado con palos y piedras (…). Cuando regresaba del hospital de ver piernas, cabezas, esos cuadros tan tremendos, me pregunté: ¿por qué estoy en Ayacucho”.

Fue así como se propuso contrarrestar el mensaje de Sendero que ya había arraigado entre los jóvenes.

“Me dediqué a servir a mi pueblo, a cualquier persona, si había dolor ahí estaba acompañando, aconsejando o ayudando. En el cementerio, en los velorios, por las calles, los pueblos, las quebradas, los valles”, según la misionera.

“Los velorios y entierros eran muy peligrosos porque podría ser un terruco (terrorista) o un militar, pero daba igual quien fuera, ahí estaba yo”.

Su estrategia fue extender mensajes cantados de paz, que el pueblo captó mediante reuniones secretas en su casa a las que acudían cada semana entre 300 y 500 mujeres.

Fueron las madres y esposas de los senderistas y militares muertos sus principales aliadas y aquello la convirtió en blanco de amenazas.

Recuerda cómo Abimael Guzmán, el fundador de Sendero Luminoso, un día la espetó: “hoy te mato”. Horas después recibió una llamada: “esta noche a las hermanas dominicas les toca”.

Pero más temor sentía por las fuerzas de seguridad: “los terrucos fueron malos, entraban aquí y nos pedían comida, pero se iban; el Ejército decía dame de comer y pam, pam, ahí mismo te metían en una habitación y te quemaban, lo hacían con saña”.

“Los senderistas eran jóvenes de campo arrastrados por una idea, pero el Ejército era premeditado”, agrega, al manifestar que ningún Gobierno buscó detener aquella sangría que -según la Comisión de la Verdad- dejó casi 70.000 muertos. Jornada.